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En torno a la devolución de Gibraltar/ y 2

¿Qué es lo que puede hacer España? Examinemos, en primer lugar, la sicología de los actuales habitantes del Peñón:El total aproximado de 16.000 gibraltareños adultos pueden agruparse en las siguientes categorías:

1. Aquellos de mentalidad colonial, es decir, los descendientes ya sea de colonos británicos o de otros, que no solo imitaron el modo de vida del funcionario oficial británico, sino que descartaron concienzudamente de sus mentes y sus corazones todo lo que tuvieron por no británico. Se caracterizan por su devota lealtad a los ideales de la antigua Inglaterra imperial, a la que llaman «Madre Patria» a pesar de sus apellidos malteses, genoveses o españoles. Cierran ojos y oídos a todo lo que pueda sugerir que la Gran Bretaña actual tal vez no se ajuste al ideal por ellos imaginado, y no quieren saber nada de España. Numéricamente no son muchos; pero los de ascendencia no británica se muestran políticamente activos.

2. Los de mentalidad colonial desilusionada. Heridos por el descubrimiento de que los habitantes de la Gran Bretaña no les consideran como sus iguales y compatriotas, o habiendo llegado emocionalmente a la conclusión de que la Gran Bretaña pudo haber impedido a España que impusiera las restricciones u obligándola a rescindirlas, ven ahora todo acto u omisión por parte de la Gran. Bretaña como indicio seguro de que quiere «traicionarles». Algunos de los de este grupo odian hoy tanto a la Gran Bretaña como odian a España. Políticamente se han mostrado muy activos, pero su número tampoco es considerable.

3. Aquellos cuyos padres o abuelos asumieron el idioma y costumbres del funcionario oficial británico para adquirir una posición social más alta dentro de la colonia, pero mantuvieron, especialmente en la intimidad de sus hogares, la cultura y tradiciones de sus madres, abuelas y bisabuelas españolas. Sienten algún afecto por la Gran Bretaña. pero reconocen que se encuentran más a gusto con lo español que con lo británico. Constituyen un grupo numeroso.

4. Los de temperamento pragmático y realista por encima de todo. Conocen la Gran Bretaña de 1977 y la España de 1977 y no rechazan a rajatabla, como cuestión de principio, las ofertas y proposiciones que pueda hacer España., Pertenecen en su mayor parte a la alta clase media y son, por tanto, influyentes, pero reducidos en número.

5. Aquellos cuyos contactos con funcionarios oficiales británicos, lo mismo en la generación actual que en las anteriores, han sido mínimos o nulos. Constituyen el sector más numeroso de todos. Desde todos los puntos de vista -con la sola excepción de su ciudadanía oficial y, en algunos casos, del apellido- son netamente españoles, y concretamente andaluces de la clase obrera o baja clase media. Para ellos, Gran Bretaña les resulta tan remota como la luna. Al igual que para las masas de votantes de todas partes, las « cartas especiales » y otras ofertas gubernamentales cuidadosamente redactadas, son carentes de significado. Lo único que les interesa es lo que les afecte personalmente. Este es el grupo que más se ha resentido de las restricciones impuestas por España, al no contar con los medios suficientes para mantener los lazos con sus parientes en España, o para «ir a ver al Real Madrid en Málaga», o vivir, en general, sus vidas a la española.

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Juntos, los grupos 3, 4 y 5, superan con mucho en número a la suma de los grupos 1 y 2.

Entre el 55 y el 65 % de los habitantes de Gibraltar tienen familiares íntimos en España, familiares que son puramente españoles. Es bien patente que hay numerosas familias. especialmente entre las de medios modestos, en las que uno o más hijos se encuentran en un lado de la verja y uno o ambos de los padres, en el otro. Se vienen dando casos de la defunción del padre sin que los hijos se enteren hasta bastante después. Se ha extendido mucho la solidaridad con las víctimas de esas circunstancias y, con ella, un profundo resentimiento en ambos lados de la verja contra el Gobierno español. No cabe duda que tiene que causar alguna preocupación a dicho Gobierno tanto el hecho de que exista el mencionado descontento entre el pueblo del Campo como el de que, en la eventualidad de la devolución de Gibraltar a España, todavía quedaría allí un sector de sus habitantes cuyo resentimiento podría prolongarse el resto de sus vidas.

Por tanto, deben restablecerse, con carácter permanente y no sólo en Navidad o Pentecostés, las conversaciones telefónicas entre España y el Peñón. Una iniciativa del Gobierno español en este sentido, no sólo eliminaría un motivo de desafecto políticamente explotable entre sus propios súbditos. sino que también le granjearía una gran medida de buena voluntad entre los gibraltareños del importante grupo cinco. Se acrecentaría esa buena voluntad mediante una concesión de tarifas reducidas a los familiares íntimos para poder desplazarse de un lado a otro de la verja por Algeciras en una embarcación española.

Cuanto antes se tomara la, citada medida, mejor.

Una de las cosas que más lamentan los gibraltareños, salvo los pocos de mentalidad puramente colonial o colonial deprimida, es el hecho de haberse visto separados de la cultura española por los años de restricciones, y de que ahora hay una generación de jóvenes privada de esa cultura. Dos medidas subsanarían la situación y al mismo tiempo contribuirían a la creación de un numeroso sector de opinión proespañola:

1. Un rápido envío y amplia distribución de libros, revistas y periódicos españoles a las librerías y quioscos del Peñón. El Gobierno español podría solicitar la colaboración de alguna empresa gibraltareña para hacer los arreglos necesarios.

2. Becas para dar a los gibraltareños acceso a universidades españolas. Apenas hay un centenar de universitarios gibraltareños en las universidades de la Commonwealth, cifra muy por debajo de lo debido, y sólo alguno que otro en cursos de ampliación de estudios tras la licenciatura.

Hay una medida que a mi parecer más que ninguna otra crearía aquel gran sector necesario de opinión proespañola: la oferta inmediata, sin aguardar a la negociación de un acuerdo anglo-español sobre Gibraltar, de la nacionalidad, pasaporte y documento de identidad españoles a todo gibraltareño que lo desee, sin perjuicio para sus derechos bajo su ciudadanía actual. Hay millares de súbditos británicos con doble nacionalidad, y hemos visto en manos de gente «bien enchufada» documentos nacionales de identidades con la leyenda «nacido en Gibraltar, provincia de Cádiz», con lo cual no puede haber ningún inconveniente legal.

Sería, naturalmente, ingenuo suponer que las medidas que proponemos llegarían por sí solas a persuadir a la mayoría de los gibraltareños a invertir el resultado del referéndum de 1967, pero considero razonable el suponer que crearían en sus mentes un nuevo clima sicológico en el que escucharían detenidamente lo que fuese propuesto por España para un Gibraltar y sus habitantes reintegrados en el Estado español. Sin ello, toda discusión entre el Reino Unido y España sería inútil, como lo han sido tantas durante más de dos siglos y todas las de los últimos diez años.

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