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Fin de vacaciones políticas en Italia

Más de tres millones de italianos volvieron ayer a las fábricas y al trabajo, dando por terminadas las vacaciones estivales, e iniciando lo que los observadores consideran será el «otoño de la austeridad».

Mientras que en los grandes núcleos industriales se reanuda la actividad, en Roma, el Gobierno y los políticos preparan la batalla de la reactivación económica. Las primeras indicaciones sobre el plan económico de despegue, que el primer ministro, Giulio Andreotti, se propone dar a conocer en septiembre, son sombrías. El presidente del Consejo ha hecho saber que los italianos deberán hacer sacrificios.Frente a algunos datos positivos de los últimos días -la balanza de pagos en activo, gracias al flujo de divisas por turistas, y una relativa estabilidad de la lira, en parte por las operaciones del Banco de Italia-, el retorno a la normalidad hace prever un aumento de precios, empezando por las tarifas públicas -transportes, electricidad y carburantes-, por lo que la tácita tregua concedida por los sindicatos al Gobierno de Andreotti podría quedar en entredicho.

«Hay una reactivación económica, pero es efímera», ha declarado Giorgio Benvenuto, el líder sindical de los metalúrgicos, para quien «el otoño será aún difícil». A juzgar por sus manifestaciones, los sindicatos «no colocarán en primer lugar el salario, dentro de las luchas otoñales», pero ha definido cuales serán los tres objetivos fundamentales de las centrales obreras: «defensa del empleo, inversiones y reducción de la carestía de la vida.»

No se trata para los sindicatos de declarar la guerra. «Debemos reanudar cuanto antes las negociaciones con el Gobierno», dijo ayer, en Roma, Raffaele Vanni, secretario de la UIL (Social-Demócrata-Republicana).

Frente a esta actitud prudentemente belicosa de las centrales obreras, el Gobierno intenta poner a flote un plan económico que permita a Italia comenzar el paso de la recuperación que siguen otras naciones occidentales. Pero que chocan con el eterno dilema de afrontar la inflación, lo que supondrá un freno a la deseada expansión, o pisar el acelerador, con el riesgo de que las reivindicaciones obreras en materia de salarios hagan saltar los límites de estabilidad.

Por tanto, se habla de llegar a un «pacto social» -fórmula por muchos rechazada, sin embargo- para permitir el difícil equilibrio.

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En el sector empresarial el ambiente es de cierto optimismo, la producción debería recuperarse y alcanzar los niveles de 1974. Con un aumento del 13 por 100 en el bienio 1976-77. Pero la creación de puestos de trabajo nuevos no debería alcanzar niveles óptimos antes de un año. Los empresarios también piensan que las inversiones deberían aumentar en este período, a un ritmo del 2,6 por 100. Pero estas previsiones muestran que la recuperación económica será desigual. Mientras que las industrias metalúrgicas, químicas, automovilísticas y materiales de construcción deberían incrementar sensiblemente su producción, otras, como las textiles y las alimenticias, sólo lo harían en pequeñas proporciones, lo que refleja un cambio en la orientación de los consumos, ajuicio de los expertos.

Queda el problema de la disciplina laboral. 1977 será un año récord para Italia en cuanto a los «puentes» laborales, a causa de las fiestas. Con cinco de éstas en jueves y otras dos en martes, los italianos dispondrían de siete «puentes». Lo que ha hecho a muchos acelerar el estudio de una agrupación de las festividades y terminar con esta evasión. Pero para esto se necesita voluntad política -como sucede con otro grave fenómeno como el absentismo- y la autorización vaticana, ya que está en juego el Concordato.

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