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Nadal, Alcaraz y Las Vegas, o el reluciente símbolo de la nueva burbuja del tenis

La irrupción de Arabia Saudí y el músculo financiero de exhibiciones como las que reúne hoy a las dos figuras españolas ganan terreno a los torneos intermedios

Nadal, Agassi y Alcaraz, durante la rueda de prensa que ofrecieron los españoles en Las Vegas.Foto: CHRIS UNGER (GETTY) | Vídeo: EPV
Alejandro Ciriza

Ahí están los dos, vigilantes, Batman y Robin en posición perfilada, viniendo a decir que aquí están ellos para dar lo que se les reclama, que al fin y al cabo es espectáculo. Sencillamente show. Bienvenidos al indescriptible entorno de Las Vegas, a este Nadal-Alcaraz anunciado a bombo y platillo a finales del año pasado, y que transcurrirá este domingo (21.30 hora española) de forma experimental: ¿Streaming? Sí, streaming. O sea, reproducción en tiempo real. El primer ensayo de este tipo que lleva a cabo Netflix con un acontecimiento deportivo en España. Y para ello, pasta, mucha pasta de por medio, y dos de los tenistas con más tirón del mundo, uno de entrada y el otro de salida. Los neones de la ciudad les apuntan y sus rostros brillan en todo tipo de cartelería o soporte: lo mismo vale la gigantesca pirámide de hotel Luxor, que la megaesfera acristalada convertida en la última atracción, donde ha tocado U2, por ejemplo, que el portalón de bienvenida del aeropuerto. “¡Cling, cling, cling!”, suenan por todos lados las máquinas tragaperras; monedas y más monedas tintineando al caer contra el canasto de metal. Permítase la metáfora: así suena el tenis de hoy. Algo está moviéndose en el deporte de la raqueta.

Se contaba esta misma semana que la ATP ha firmado una alianza “estratégica” (y sobre todo millonaria) con Arabia Saudí, en un acuerdo que definitivamente abre la puerta de entrada al país petrolífero, y ahora Las Vegas pone de relieve el peso creciente de las exhibiciones a gran escala, en las que el continente y su distribución priman tanto como el contenido. Es decir, un envoltorio ideal y fuegos artificiales. Dólares y más dólares. A excepción de aquellos y aquellas que sigan a fondo la competición, pocos sabrán quién ha ganado el torneo de Acapulco o el de Dubái, o cuáles han sido las últimas jugadoras en apuntarse un título de la WTA. Sin embargo, muchos desayunarán el lunes con las imágenes de los dos grandes iconos españoles peloteando y haciendo virguerías sobre la pista del Michelob Ultra Arena. No se enfrentaban Nadal y Alcaraz desde 2022, entonces Indian Wells y Madrid; pero, lo que no ha podido deparar el curso natural de su deporte, lo organiza ahora por todo lo alto la plataforma, sin que hayan trascendido cifras económicas sobre la cita. Es una exhibición, dos sets y desempate llegado el caso, pero el foco del tenis está hoy en Nevada.

El canal de transmisión es novedoso, pero no así una dinámica que empieza a cobrar más y más fuerza. Mientras los torneos de perfil intermedio o bajo (los 250 o los 500, el propio Acapulco sin ir más lejos) empiezan a perder adhesión competitiva, las exhibiciones van salpicando un calendario históricamente saturado. Concentrados hasta ahora en diciembre, a modo de pretemporada, los partidos no oficiales van poco a poco expandiéndose al compás de los jugosos alicientes que proporcionan a una y otra parte, con el aficionado de por medio: proyección mediática, entretenimiento para una nueva audiencia que demanda otro tipo de estímulos —el disfrute concentrado e instantáneo que pregonaba el futbolista Gerard Piqué con su Davis— y fijos por las nubes, desde luego superiores a los que puedan ofrecer otros eventos incluidos en el programa anual. Así comenzó la Laver Cup impulsada por el suizo Roger Federer, hoy día incrustada ya como un torneo más, en septiembre. Alcaraz, dice, jugará la próxima edición.

El murciano es, probablemente, el mayor reclamo de cara a las nuevas audiencias. Tiene un tirón enorme y piernas frescas para moverse de aquí para allá. El curso pasado se dejó caer por México en noviembre —jugó ante más de 20.000 personas en La Monumental— y al mes siguiente coincidió con Novak Djokovic en un bolo en Riad, donde acudieron otros jugadores o jugadoras de primer nivel. Cerrará esta temporada con al menos tres exhibiciones, otra de ellas en Riad, en octubre. El Six Kings Slam. Junto con él desfilarán Nole, Nadal, el italiano Jannik Sinner, el ruso Daniil Medvedev y el danés Holger Rune; esto es, los mejores tenistas del momento. Y los seis se batirán por el premio más elevado de todos los tiempos. De acuerdo con la información del diario británico The Telegraph, todos ellos se embolsarán cerca 1,4 millones de euros por el mejor hecho de jugar, mientras que el campeón se acercará a los 5,5 millones, por encima del récord de los 4,8 que se embolsó Djokovic por ganar la última edición de la Copa de Maestros de Turín, o de los 2,7 que percibió Alcaraz de Wimbledon, el grande más generoso. Sinner, vencedor hace dos meses en Melbourne, ingresó 1,9.

De Emiratos a San Petersburgo

“Estas exhibiciones cuentan con las mayores estrellas del mundo, como si fuesen un All Star. Diría que, más bien, todos estos 250 que se juegan semana sí, semana también, sí que diluyen el interés en nuestro deporte”, exponía el australiano Nick Kyrgios hace un par de años. “El calendario es demasiado exigente, prácticamente no paramos”, lamentaba en enero Alcaraz. Salía al cruce recientemente el escocés Andy Murray: “Simplemente creo que a veces los jugadores son un poco hipócritas con el calendario. Vuelan por todo el mundo para jugar exhibiciones, pero esa es su elección. No tienen por qué jugarlas todas, ni tampoco todos los torneos de la ATP”.

Nadal y Alcaraz, en las galerías del Michelob Ultra Arena.
Nadal y Alcaraz, en las galerías del Michelob Ultra Arena.

Alcaraz, por ejemplo, descartó disputar el torneo de Viena porque, como señaló su director, Herwig Straka, su caché ascendía a 750.000 euros. Una cifra que solo los más pudientes pueden alcanzar. A los circuitos se le van abriendo frentes y las exhibiciones de lujo y la irrupción de Arabia Saudí en el tablero pueden alterar el funcionamiento de un sistema amenazado por el poder económico del país oriental, que ya ha diseñado un circuito paralelo a los tradicionales en el golf (LIV) e intenta, según diferentes informaciones publicadas durante el último año, hacerse con la propiedad de un Masters 1000, los segundos en la pirámide tras los majors. Desde 2019 organiza la Diriyah Cup y los Emiratos Árabes Unidos acogen otras dos citas golosas, el Mubadala Abu Dhabi Open y la World Tennis League. La historia, sin embargo, no queda ahí. El año pasado, Gazprom, que posee el monopolio de la exportación de gas mediante gasoductos a Europa, celebró una exhibición en San Petersburgo a principios de diciembre.

Ahora la acción se enmarca en Las Vegas, donde Netflix adivinaba un filón en el cambio de guardia generacional entre Nadal y Alcaraz. El primero —38 años el próximo 3 de junio— reaparecerá este domingo tras la lesión sufrida en enero en Brisbane que le impidió competir en el Open de Australia. Pese a que su intención inicial era desplazarse previamente a Doha para competir allá, el mallorquín ha preferido esperar y tras la toma de contacto de este fin de semana, se desplazará a Indian Wells para participar en uno de sus escenarios predilectos; de hecho, debutará la madrugada del jueves al viernes. También acudirá al Valle de Coachella el murciano de 20 años, que tampoco forzará la máquina en este duelo amistoso, ya que todavía lidia con el esguince de grado 2 (moderado) que se produjo durante su última intervención, hace poco más de una semana tras sufrir una torcedura de tobillo en Río de Janeiro. Será la cuarta vez que choquen —2-1 favorable al balear—, mientras los espectadores cogen palomitas, el tenis procesa las novedades y las ruletas siguen girando en Las Vegas.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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