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Nadal y el duro proceso de la aceptación: “Aunque intentes olvidar lo malo, siempre está en un rincón”

El campeón de 22 grandes dice que cada parón multiplica el riesgo de lesión y elogia la progresión de Alcaraz: “Está donde se merece y, aparte, se lo trabaja”

Nadal y Alcaraz posan tras charlar con los periodistas en Las Vegas.Foto: CHRIS UNGER (GETTY) | Vídeo: EPV
Alejandro Ciriza

— ¿Qué años tienes tú?

— 20.

— ¡Buf! Yo a esa edad no sabía ni lo que decía…

Durante los 21 minutos que se extiende la exposición para una selección de medios españoles invitados a Las Vegas por Netflix, Rafael Nadal, vestido de oscuro de arriba abajo, conduce la intervención con aires paternalistas, como si la brecha de 17 años que le distancia de Carlos Alcaraz, 37 y 20 respectivamente, fueran aún superior. “Tiene juventud, energía, pasión y desparpajo, que ayuda a afrontar las cosas con poco miedo. Cuando empiezas, todo es una novedad y has vivido pocas cosas malas, pero conforme pasan los años, vas viviéndolas. Aunque intentes olvidarlas, siempre las tienes en un rincón”, desliza el campeón de 22 grandes, que pese a la inactividad arrastrada mantiene el tic y trata de relajar la musculatura del cuello con bruscos movimientos espasmódicos, de izquierda a derecha, como si acabara de jugar un partido. Habla el mallorquín desde la atalaya de su leyenda y el sucesor, en gris marengo, no pierde detalle a cada palabra. “¡Rafa siempre impone, no te voy a engañar!”, responde entre risas el murciano, que añade: “Yo he visto a Rafa mucho por la tele, he crecido viéndole jugar. Aunque haya sido poca, mi experiencia con él ha sido increíble. Me hubiera encantado compartir más tiempo, pero intento disfrutar cada vez que me encuentro con él”.

Este domingo, la exhibición diseñada por la plataforma (21.30, en streaming) los reunirá por cuarta vez y no serán pocos los que piensen que tal vez pueda ser la última. El reloj avanza de manera inexorable y agota la vida deportiva de Nadal, quien se expresa serio, rostro enjuto, manos fuertes, alguna que otra arruga en el rostro y un tono que desprende el aroma del sufrimiento, por más que vaya a reaparecer después de otros dos meses en el dique seco y de que, si no se tuercen los planes otra vez, vaya a competir la próxima semana en Indian Wells, uno de los escenarios de los que se quiere despedir de forma íntima.

“Pues no sé cómo estoy”, contesta al periodista que se preocupa por su estado físico. “Siendo totalmente honesto, porque a estas alturas ya no me queda más remedio que serlo y no puedo esconder nada, llevo desde Brisbane [donde se lesionó, el 5 de enero frente a Jordan Thompson] sin jugar un set. He tenido momentos mejores y peores. Pero para mí lo más importante no es cómo estoy, sino dónde estoy, y estoy aquí. Eso ya es una buena noticia. Hace dos semanas mi objetivo era jugar el partido de Las Vegas y jugar Indian Wells, y estoy más cerca de conseguirlo. He seguido los caminos adecuados para intentar jugar el torneo [en el que debuta el jueves]. ¿A qué nivel? Es lo de menos”, prosigue; “lo importante es poder pasar allí unos días con profesionales y poder jugar antes el partido con Carlos, que me hace ilusión. Intentaré hacerlo lo mejor posible, sabiendo que la preparación ha sido mala. Para mí lo prioritario es jugar Indian Wells e intentar salir ileso de ahí; a partir de ahí, lo que se tenga que dejar, dejarlo todo en la gira de tierra. Puede que sea la última o no, no lo sé; no lo tengo al cien por cien decidido, pero de momento las cosas van por ese camino”.

Sigue Nadal cavilando y, por encima de todo, aceptando, porque el destino le enseña una puerta que a un campeón de su magnitud le cuesta cruzar. Nunca se ha rendido y, de momento, no lo hace en este adiós que cada vez está más cerca y que sigue guiándole por espacios tenebrosos, toda vez que desea volver y tener un mínimo de continuidad, imposible hasta ahora. Con solo tres partidos en la buchaca, el chasis le frenó antes del Open de Australia y cada pausa que le impone significa un acelerón hacia el punto final, por más que no desista. Quiere Nadal, consciente como nadie de su situación y de la crudeza que ha encontrado en esta huida final hacia adelante. Rebeldía en el discurso, a la vez sensatez.

Veteranía y cargas

“No estoy haciendo ninguna despedida, lo primero, porque si lo hiciera diría que no juego más. No quiero decirlo aún porque no lo tengo claro al cien por cien, pero es cierto que la realidad es la que es, y dice que los dos últimos años he podido jugar muy poco. La vida te va marcando el camino. No me imaginaba mi despedida [estando de baja] porque cuando empiezas a imaginar algo, más cerca estás de ello. A todo el mundo le gustaría despedirse bien, jugando, siendo competitivo y disfrutando en la pista. ¿Si podrá ser o no? El tiempo lo dirá. Los meses y las semanas me marcan un camino que está siendo complicado. Es un proceso de aceptación que no es fácil de manejar, e intento aceptarlo. No pude ir a Doha [donde había planificado en la recta final de febrero], pero aquí estamos ahora”.

Nadal y Alcaraz posan en la pista. / ROB LIGGINS (NETFLIX SLAM)
Nadal y Alcaraz posan en la pista. / ROB LIGGINS (NETFLIX SLAM)

Recalca el balear que hoy por hoy no piensa en Roland Garros ni en giras de tierra, aunque le gustaría poder despedirse también de Montecarlo a principios de abril. En todo caso, todavía percibe el Principado como un objetivo lejano, teniendo en cuenta que ha perdido el ritmo adquirido en la pretemporada y que cada aparición en la pista irá acompañada de interrogantes y una incómoda incertidumbre que no consigue despejar. “Fue duro no jugar el Open de Australia, pero internamente sabía que pensar en algo importante ahí eran nulas; no ya por tenis, sino por nivel de físico, porque llevaba un año sin competir. Fue un paso atrás por tener que volver a parar. Estaba jugando bien al tenis y cuando tienes una edad avanzada, los parones hacen que tu cuerpo deje de estar preparado”, precisa; “cuando juegas habitualmente se habitúa al ritmo y a las cargas. Yo no puedo jugar semana tras semana, pero si lo hago cada dos o tres semanas, va tolerando esas cargas cuando paras. Ahora hay más riesgos de lesión porque el cuerpo no está haciendo la adaptación adecuada, y eso es lo más jodido de lo de Brisbane, hablando en plata, porque la sensación era buena”.

Relato propio

En dirección opuesta, Alcaraz adivina un próspero porvenir profesional por delante. El chico asegura que la recuperación del tobillo que se lastimó en Río de Janeiro el 20 de febrero va por el buen camino, y que la sequía no le preocupa en exceso porque de mantener la línea, confía, los éxitos regresarán. No levanta un trofeo desde Wimbledon, en julio, pero se atiene al proceso. “La gente, si no ganas títulos, ya piensa que es malo, y no es así. Puede ser que tengamos que mejorar a partir del US Open, no bajar el nivel y la concentración a partir de ahí, pero ya hemos hablado internamente de ello. Y este principio de año empecé con buenas sensaciones, en Australia jugué un buen tenis y en Buenos Aires no fueron las mejores sensaciones, pero creo que también fue bueno; después, en Río, sucedió algo inesperado. No creo que se trate de fracaso ni de frustración en lo que he hecho, simplemente tengo que aprender”, expone Alcaraz, cuyas respuestas carecen, lógicamente, del poso ofrecido por Nadal durante la conversación. Un adulto y un proyecto.

Es la primera vez que posan juntos en una sala y se percibe buen rollo, pero también desconocimiento recíproco. Apenas han compartido tiempo ni espacio, aunque el de El Palmar ya se ha ganado la bendición. “Desgraciadamente he estado muy poquito en el circuito desde que él ha llegado. He podido vivir poco de él en el día a día y a la inversa, también. Carlos es aire fresco para el tenis, un jugador especial, para su edad uno de los completos que he visto y con un físico portentoso. Está donde se merece y, aparte, se lo trabaja”, le dedica el tenista de Manacor, perdido hoy día clasificatoriamente en las catacumbas, puesto 654º del ranking. El murciano ocupa el segundo peldaño y progresivamente va desmarcándose de la comparación, e intentando escribir un relato propio.

“Con lo que he ido haciendo y con los torneos que he ganado, siento que voy construyendo mi propio camino, mi propio nombre. Intento no prestar atención a las comparaciones con Rafa porque es un jugador único, y no te pueden comparar con uno de los más grandes de la historia de nuestro deporte”, resuelve antes de referirse al gigante con una paradinha para matizar. “Compañero... Probablemente rival”. A lo que Nadal reacciona con melancolía y el orgullo herido del guerrero que apura los últimos pasos: “Ya me gustaría a mí ser rival... Queda temporada por delante, y ojalá pueda no ser solo compañero...”. En Las Vegas, una intersección histórica.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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