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Medvedev, derrota y pena de una generación abrasada

La hornada intermedia llamada a frenar la tiranía de Djokovic, Nadal y Federer solo ha ganado un ‘major’ y choca ahora con el auge de los representantes de los 2000

Medvedev, durante la ceremonia final en Melbourne Park.Foto: ELOISA LOPEZ (REUTERS) | Vídeo: EPV (REUTERS)
Alejandro Ciriza

Micrófono en mano, el campeón Jannik Sinner ofrece toda una lección de madurez en la central de Melbourne. “Me gustaría que todos pudieran tener los padres que yo tengo. Siempre me dejaron elegir lo que quería ser. Incluso cuando era más joven, practicaba otros deportes y nunca me presionaron. Deseo esa libertad para todos los niños”, transmite el italiano, el primer jugador masculino de su nacionalidad que se corona en un grande desde que lo hiciera Adriano Panatta en el Roland Garros de 1976. A un costado, Medvedev, que iba dos sets por encima en la final, rumia todavía una dolorosa derrota que le retrotrae a 2022, primero, y también al ejercicio de 2019, cuando cedió contra Novak Djokovic en el pulso definitivo.

Durante el parlamento del ganador, al ruso (27 años) se le escapan varias miradas por el rabillo del ojo hacia un trofeo que se le niega de manera sistemática. No pudo con Nole, tampoco con Nadal y ahora se estrella con Sinner, quien ensucia un poco más la estadística del moscovita, el tenista con peor promedio de efectividad en las grandes finales. Los datos dicen que con cinco caídas y un 16,7%, ofrece la media más pobre, empeorando los registros de Andy Roddick (20%), Andy Murray (27,3%), Ilie Nastase (40%) e Ivan Lendl (42,1%). No obstante, Medvedev sigue erigiéndose como la alternativa que siempre está ahí, al acecho, litigando con unos y otros porque él se pega con todos: los que estaban y los que venían, los más poderosos y aquellos llamados a discutirse el mando mundial en los próximos años.

“La sensación y las circunstancias son diferentes, diría yo”, contesta cuando se le recuerda la remontada de Nadal hace dos años, cuando el mallorquín también levantó dos sets de manera inverosímil y le hizo el ánimo papilla; “ahora estoy soñando más que nunca, probablemente no hoy, pero sí en general, en la vida. Pero diría que ya no es un niño el que sueña; ahora soy yo mismo, un hombre de 27 años que sueña y que está haciendo todo lo posible por su presente y por su futuro. Por eso llegué a la final. Quería ganar y estuve cerca. ¿Estuve realmente cerca o no? Es difícil decirlo, pero no estuve lejos. Sí, el marcador es similar, pero el partido ha sido un poco diferente”.

Tsitsipas, durante un partido en Melbourne.
Tsitsipas, durante un partido en Melbourne.TRACEY NEARMY (REUTERS)

El caso es que Medvedev, formidable competidor, con 20 títulos en el expediente y reconocido como uno de los más temidos, está siendo víctima del sándwich ejercido por la generación que le precede y esta última de los 2000 que va asentándose con fuerza en las alturas. Él y los Norrie (28), Fritz (26), Zverev (26), Rublev (26), Tiafoe (26). Tsitsipas (25) o Korda (23) siguen recibiendo castigo por parte de unos y otros, primero de los tres gigantes y hoy de los herederos, Sinner (22), Carlos Alcaraz (20) e incluso el danés Holger Rune (20). No cesa el maltrato y mientras el tiempo vuela, el palmarés dice que entre todos ellos tan solo coleccionan un Grand Slam, el capturado por el de Moscú en el US Open de 2021; del mismo modo, expresa que han desperdiciado en cuatro ocasiones una renta de dos sets en finales disputadas en los grandes escenarios; las dos de Medvedev (Australia 2022 y 2024), una de Tsitsipas (Roland Garros 2021) y Zverev (US Open 2020).

El último bastión

Pero la cosa no queda ahí. La comparativa señala que hasta 15 jugadoras nacidas en la década de los noventa fueron capaces de alzar un major, para un total de 25, mientras que la cosecha de los hombres de dicha franja de edad se reduce a dos trofeos, logrados por Medvedev y Thiem.

Este último —30 años, ya fuera de rango pero igualmente privado de éxitos— pelea a duras penas por volver, devorado por una grave lesión de muñeca; Tsitsipas está extraviado en las últimas fechas; no hay noticias de Korda, Tiafoe o Norrie, y únicamente llaman la atención las fugaces apariciones de Fritz y, sobre todo, el rendimiento de Zverev y aún más el de Medvedev. El resto es un erial. Mientras la vieja guardia va retirándose y queda solo Djokovic en pie, la generación Z va abriéndose paso y hostigándoles también, adelantándoles por la derecha. No hay, seguramente, promoción más sacudida que la de ellos, que encuentran en el subcampeón actual el último bastión. No vuelve la cara el valiente ruso, pero su resistencia no basta.

Sinner, durante la final contra Medvedev.
Sinner, durante la final contra Medvedev.JOEL CARRETT (EFE)

“No he pensado mucho en el partido de Rafa [en 2022], porque realmente he intentado dejarlo atrás”, asegura Medvedev, estilete de esa Next Gen —así se la bautizó comercialmente a la generación de veinteañeros comprendida entre los 24 y los 28— que no consigue levantar cabeza. “De lo contrario perdería muchas veces. Pero cuando tienes una mentalidad ganadora, no diría campeona pero sí buena, duele más perder de esta forma que si lo haces en cuartos o semifinales”, prolonga. “Si continúa jugando así y ganando torneos como este, será número uno en cualquier momento: en dos meses, en un año, en dos…”.

Entre tanto, Sinner se dispone a un hermosa carrera continua con Alcaraz por ser el más fuerte de aquí en adelante. “Me gusta estar dentro de la tormenta de presión. Debo seguir mejorando para ganar más Grand Slams”, sostiene el italiano, cuyo técnico, Darren Cahill, elogia los pasos dados por el murciano para abrir el boquete hacia el éxito. “Carlos ha sido pionero para muchos jugadores jóvenes y estamos agradecidos por eso. Es un placer verle jugar. Aspiramos a ser tan buenos como él y ojalá algún día seamos mejores, pero en este momento estamos persiguiéndolo”, indica el preparador, mientras su pupilo —el más regular y el más en forma desde octubre, con tres triunfos sobre Djokovic y la Copa Davis y este Open de Australia en el zurrón— rememora y se acuerda de sus padres: “No los veo tan a menudo como me gustaría, por desgracia. Me fui de casa con 14 años, así que tuve que crecer muy rápido, cocinar, lavar la ropa… Fue duro. Ellos nunca me presionaron, y esa es tal vez la clave para que esté aquí hoy. Simplemente disfruto jugando al tenis”.

SINNER, FUERTE CON LOS FUERTES

A. C. | Melbourne

Uno de los aspectos que mejor definen la evolución de Sinner son sus prestaciones frente a los pesos pesados del circuito. En concreto, en el margen entre 2021 y 2022 el italiano tan solo se adjudicó uno de los 14 partidos que jugó contra rivales del top-5. Ahora, sin embargo, la historia es bien distinta. Desde que cediera contra Djokovic en Wimbledon en julio ha ganado 10 de los 11 duelos que ha disputado contra ellos. 

Cabe recordar que Sinner se decantó finalmente por la raqueta, pero antes de acceder al profesionalismo se debatía entre el tenis y el esquí. Competía oficialmente y además con buenos resultados tanto por su técnica como por su temple. Hoy día, el número cuatro del mundo trabaja el aspecto mental con el doctor Riccardo Ceccarelli, conocido por su vínculo con la Fórmula 1. Ayrton Senna, Fernando Alonso, Max Verstappen o Charles Leclerc, entre otros, han sido sus clientes. 

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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