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El sueño imposible de Gonçalo Ramos

El sustituto del enfadado Cristiano Ronaldo dice que nunca imaginó un ‘hat-trick’ en un Mundial

Gonçalo Ramos celebra uno de sus goles en el partido de octavos de final del Mundial ante Suiza.
Gonçalo Ramos celebra uno de sus goles en el partido de octavos de final del Mundial ante Suiza.Esteban Biba (EFE)
David Álvarez

Con 4-1 y una hora de juego, la sección portuguesa de la grada de Lusail se acordó de que Cristiano Ronaldo no estaba sobre la hierba. Y lo invocó: “¡Ronaldo, Ronaldo!”. Una vez. Dos veces. Tres veces. En las pantallas apareció el atacante, enviado al rincón de pensar por el seleccionador después de insultarle cuando lo cambió en el partido contra Corea. Apretaba la mandíbula, consciente de que todos lo miraban.

Pero enseguida llegó el 5-1, el tercer gol de la noche de Gonçalo Ramos, un chico de 21 años del Benfica que ocupó el lugar del mito en el once titular como si correteara por el jardín de casa. “Ni en mis mejores sueños imaginaba empezar con un hat-trick”, dijo con una sonrisa feliz. La misma con la que recordó los delanteros que le habían inspirado: “Cristiano Ronaldo, Lewandowski...”.

Y eso que CR había aireado su descontento desde el calentamiento. Futbolista sin club tras su ruptura con el United, compareció sobre la hierba de Lusail con el aire de quien acaba de sufrir un doble destierro, el último de su selección. Caminaba desubicado entre los suplentes. Contemplaba los últimos tiros de los titulares, desentendido de los ejercicios del resto. Se movía despacio, muy despacio, hasta quedarse parado. Pisó un balón y permaneció con él bajo la bota, la mirada perdida, brazos en jarras. Cuando regresó del ensimismamiento repartió algunos abrazos y se fue al vestuario.

Cristiano Ronaldo
Cristiano Ronaldo en el banquillo durante el partido entre Portugal y Suiza.SUHAIB SALEM (REUTERS)

No tiene equipo, pero le queda la grada, nostálgica de cuando reinó. Apareció su cara en las pantallas durante el himno, la hinchada se agitó como si fuera a tirar una falta. A partir de ahí, soportó la tortura del banquillo devorándose las uñas.

Desde allí contempló cómo despegaba el futuro y también cómo a parte del pasado, aún más pasado que él, aún le quedaba un pase. Primero con João Félix, otro descontento en su club, aunque menos abrasivo que Cristiano y su entrevista atómica antes del Mundial. Contra Suiza, exhibió la ligereza de un liberado. Flotaba. Y asistió a Ramos, otro pedazo de futuro, para el primero. El delantero del Benfica es el jugador más joven en marcar un triplete en un mundial desde el húngaro Flórián Albert en 1962.

Después regresó el pasado que resiste, con un cabezazo de Pepe, ya con 39 años, el más viejo en anotar en una eliminatoria.

Cuando Fernando Santos decidió por fin permitir a Cristiano entrar al campo, el partido ya iba 5-1, pero la grada lo vio preparado en la banda y rugió como si se hubiera producido un gol. Y lo mismo cuando entró al trote, ya con el brazalete que Pepe se había acercado a devolverle. El entusiasmo estaba tan encendido que, mientras, Gonçalo Ramos se retiraba al banquillo sin que apenas nadie lo despidiera con un aplauso, tras acumular tres goles y una asistencia.

La agitación por la esperanza de que el 7 marcara se tragó todo. Lo hizo, pero en fuera de juego por varios metros, y las tribunas la tomaron contra el juez de línea, enfadados realmente con el paso del tiempo. Ramos se llevó el balón del partido, y Cristiano escapó con el ceño fruncido el primero hacia el camerino, mientras sus compañeros aún celebraban sobre el césped. Parece difícil, pero Santos no quiere saber más del berrinche: “Como dije, es algo que ya está terminado”.

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David Álvarez
Sigue la información del Real Madrid y la selección española en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de la sección de Deportes. Ha cubierto los Juegos Olímpicos, el Mundial de fútbol y la Eurocopa. Antes trabajó en ABC, El Español, ADN, Telemadrid, y La Gaceta de los Negocios. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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