Las futbolistas se quedan solas en su protesta a la FIFA por el dinero de Arabia Saudí
El mundo del deporte se mantiene en silencio mientras otras 25 jugadoras se adhieren a la carta en la que 131 profesionales piden a Infantino que rompa el acuerdo con la petrolera Aramco
Diez días después de que 106 futbolistas de 24 nacionalidades diferentes enviaran una carta al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en la que le pedían romper el contrato de patrocinio con Aramco, la petrolera estatal de Arabia Saudí, las jugadoras se han quedado solas en su nuevo intento por apartar de su deporte el dinero del país árabe, un régimen autocrático que “criminaliza a las personas LGTBIQ+ y oprime sistemáticamente a las mujeres”, según el texto, adelantado por este diario el lunes de la semana pasada. Aunque la misiva cuenta ya con 131 firmas tras el apoyo de otras 25 profesionales, entre las que están algunas de las mejores del planeta —como la delantera danesa del Bayern Pernille Harder y su pareja, la defensa sueca Magdalena Eriksson, dos mujeres que luchan desde hace años por los derechos de la comunidad gay en el fútbol—, el resto del mundo del deporte se ha mantenido en silencio después de que el organismo argumentara que el acuerdo con la mayor empresa energética, señalada también por su contribución al cambio climático, ayuda con sus billetes al desarrollo del fútbol femenino.
Sofie Junge Pedersen, jugadora del Inter de Milan y de la selección danesa —88 internacionalidades—, considera que no se trata de para qué se usa el dinero, sino de dónde viene. “Eso es a lo que no nos han respondido, han esquivado el asunto. El patrocinio no se alinea con la defensa de los derechos humanos y la sostenibilidad que la FIFA dice que defiende”, critica en conversación con este diario la centrocampista, una de las impulsoras de la carta, a la que también se han adherido las jugadoras del Barcelona Marta Torrejón —90 internacionalidades con España— y Fridolina Rolfö —91 con Suecia—.
La institución dirigida por Infantino, cuyos estatutos rezan que está “comprometida a respetar todos los derechos humanos reconocidos internacionalmente y a esforzarse para promover la protección de los mismos”, también alegó que es una organización “inclusiva” y que no es la única en recibir dinero de Arabia Saudí, ya que sucede en otros deportes —motociclismo, golf, tenis, Fórmula 1, etc.— e industrias que mantienen lazos económicos con el país del golfo Pérsico, una monarquía absoluta que vulnera los derechos humanos, amordaza a la disidencia y en la que el rey controla los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
Con el contrato firmado en abril, Aramco, la cuarta mayor empresa del planeta, se convirtió en un “socio principal” de la FIFA hasta finales de 2027 junto a marcas como Coca Cola, Adidas, Visa, Qatar Airways o Hyundai-Kia a razón de 90 millones de euros anuales, según publicó The Times —el organismo que rige el fútbol mundial no desvela la cantidad que recibe de la petrolera—. La compañía saudí se aseguró con el acuerdo ser patrocinadora del Mundial masculino de 2026 y del de mujeres de 2027, “un puñetazo en el estómago del fútbol femenino”, según la carta, suscrita por Jessie Fleming, capitana de la selección canadiense, o Becky Sauerbrunn, excapitana del combinado estadounidense, ganadora de dos Mundiales (2015 y 2019), de unos Juegos Olímpicos (Londres 2012) y jugadora del Portland Thorns.
Esta no es la primera vez que el fútbol femenino, un deporte en el que muchas profesionales forman parte de la comunidad LGTBIQ+, intenta torcerle el brazo a la FIFA por el dinero de Arabia Saudí, un país que se gasta miles de millones de euros en blanquear su reputación mediante la influencia del deporte, lo que en inglés se conoce como sportswashing. A principios de 2023 su oposición y la de los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda, sedes del Mundial que conquistó España en el verano de ese año, contribuyeron a que el organismo no sellara un acuerdo de patrocinio con Visit Saudi, la empresa estatal de turismo, de cara al torneo. “Entonces vimos que era posible, y es lo que estamos tratando de hacer ahora”, incide Pedersen.
En el 73º congreso de la FIFA, celebrado en marzo del año pasado en Kigali (Ruanda), Infantino reconoció que había habido conversaciones con Visit Saudi y fue preguntado por las protestas de las jugadoras: “Fue una tormenta en un vaso de agua. FIFA es una organización con 211 países y para nosotros son todos igual. No habría nada malo en firmar un patrocinio con Arabia Saudi”. El dirigente suizo aprovechó para aludir a la contradicción de que empresas privadas australianas y de otros países —el sector armamentístico español, por ejemplo, exporta armas a Riad— comercien con la monarquía absoluta de los Saud, pero que haya quejas por hacerlo la FIFA a pesar de los valores que dice representar. “Hay un doble rasero que no entiendo”, añadió Infantino, que también anunció que su organización tiene el objetivo de que hombres y mujeres reciban el mismo dinero en los premios de los dos próximos Mundiales, el masculino de 2026 en Canadá, EE UU y México y el femenino de 2027 en Brasil.
Arabia Saudí basa su estrategia de sportswashing en tres pilares, según Carlos de las Heras, especialista en el país de Amnistía Internacional. “Uno es atraer a grandes estrellas del deporte, como Cristiano Ronaldo [juega en el Al Nassr], Karim Benzema [Al Ittihad] o Rafa Nadal [embajador del tenis en Arabia Saudí desde enero], sin ir más lejos; otro es la organización de grandes eventos deportivos, como las Supercopas de España o Italia o el Mundial de 2034; y el tercero es la inversión en un tercer sector que engloba tanto la compra de clubs, como el caso del Newcastle en el Reino Unido, como los patrocinios, como el que tiene LaLiga con Visit Saudi o el Atlético para que su estadio se llame con el nombre de la compañía aérea saudí”, explica De las Heras.
El experto considera que al país árabe el lavado de imagen a través del deporte le está funcionando —este mes se cumplieron seis años del asesinato por parte del régimen de Jamal Khashoggi, el periodista crítico asesinado el 2 de octubre de 2018 en el consulado de Arabia Saudí en Estambul, según la CIA— y echa en falta que los profesionales muestren públicamente más rechazo a un Estado que vulnera los derechos humanos de forma sistemática. Lo hizo en agosto de 2023 Toni Kroos, exfutbolista del Real Madrid y la selección alemana, que fue abucheado de forma reiterada por el público durante la Supercopa de España después de afirmar que “irse a Arabia es una decisión por dinero y contra el fútbol” o que la falta de derechos humanos le impediría ir allí.
Sin embargo, el caso de Kroos es una excepción que se une a la de las futbolistas mientras la mayoría de los deportes llegan a acuerdos con Arabia Saudí y otras monarquías absolutas del golfo Pérsico. “Se necesitan posiciones más fuertes. Los deportistas y las instituciones deberían exigir una serie de cláusulas de derechos humanos cuando firman estos contratos”, defiende De las Heras. Su organización, junto a otros nueve grupos, advirtió el pasado lunes de que la evaluación que presentó el país árabe a la FIFA para albergar el Mundial 2034 omite abusos documentados y graves violaciones de derechos humanos. Para Junge Pedersen, el organismo dirigido por Infantino colabora al aceptar el dinero en mantener la situación en Arabia Saudí, donde las autoridades “encarcelan y torturan” a ciudadanos por hablar de derechos humanos y donde rige el sistema de tutela masculina, que deja en manos del hombre tutor libertades y derechos de las mujeres, como elegir con quién casarse o la posibilidad de emprender un trabajo por su cuenta. “No podemos promocionar esto ni ayudar a ocultar estas violaciones”, reprocha la futbolista danesa.
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