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EL JUEGO INFINITO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ave Félix

El deseo de exhibición (y hasta de venganza) de João seguramente estará contribuyendo a este inicio tan esperanzador en el Barça

João Félix
João Félix celebra un gol al Amberes en la Champions.ALBERT GEA (REUTERS)
Jorge Valdano

Garra y exquisitez. João Félix apareció en otro equipo y se convirtió en otro jugador. No se llama magia, se llama fútbol. Ese juego en el que los futbolistas deben nacer con un don que el tiempo va puliendo. El don es permeable a todo tipo de influencia. La más poderosa se llama confianza y tenerla o no tenerla puede llevar el talento hasta el límite mismo de sus posibilidades o hasta la mediocridad más desesperante. João Félix llegó al Atlético para incorporarle a su exquisito juego la garra ganadora de Simeone con un resultado descorazonador. No ganó garra y perdió la exquisitez. Si la idea para que madurara fue agregarle carácter, despliegue y obligaciones a su juego, la apuesta me parece inteligente. Rodri, sin ir más lejos, pasó por Simeone durante un año y esa influencia habrá contribuido a que hoy sea el mejor mediocentro del mundo.

El largo retraso. Si las buenas intenciones no bastan para que un jugador alcance la plenitud, ya pueden imaginar ustedes lo que ocurre con las malas. Un buen número de representantes se mueven solo por amiguismo y codicia. Y la codicia es impaciente. Por ganar dinero cuanto antes le eligen a los jugadores destinos inapropiados que interfieren o retrasan su evolución. El representante debe ser un especialista en el jugador que tiene a su cargo y en función de su menor o mayor madurez (no hay dos jugadores iguales) buscarle destinos que se ajusten a su naturaleza y a sus necesidades. Pisar los escalones justos es muy importante para llegar a lo más alto. Esa elección debe tener en cuenta el estilo del entrenador, el tamaño del club, la profundidad de la plantilla, el tiempo de inmersión en una nueva cultura. Con respecto a João Félix es legítimo preguntarse: ¿De verdad necesitaron cuatro temporadas para enterarse de que el Atlético no era el lugar que más le convenía?

100 millones de responsabilidades. Si el talento de João resurge en Barcelona, se responsabilizará a Simeone de no haber tenido sensibilidad para explotar todas las posibilidades del jugador. Como si el mundo no supiera cómo respira el Cholo. Pero la parte más importante de un consejo la pone el aconsejado y no el aconsejador. De manera que no hay que quitarle responsabilidad al jugador que, en todos estos años, mostró muy poca voluntad de adaptación. Hasta en los gestos teatralizaba, durante los partidos, un descontento que los hinchas suelen confundir con desgana. No pongo en duda la profesionalidad de João, pero un talento de más de 100 millones no puede cruzarse de brazos a esperar que el estilo de su equipo se adapte al suyo. Las culpas, como siempre estarán repartidas, pero hay una evidencia: João Félix es, hoy, menos crack que cuando llegó al Atlético.

Ahora o nunca. Si pasa por el estilo, el Barça le ofrece uno coherente con su sensibilidad. Además, cada partido que juegue y la rompa, nos estará lanzando un mensaje: la culpa no era mía. Ese deseo de exhibición (y hasta de venganza) seguramente estará contribuyendo a este inicio tan esperanzador. Portugal está buscando un líder sustitutorio de Cristiano Ronaldo. El Barça también necesita a un jugador diferencial para tomarse la revancha de una Europa futbolística que lleva años humillándolo. Todas las condiciones están dadas. Tiene el don, encontró el estilo, hay una gran expectativa, empezó como una moto… Solo queda que João Félix sea João Félix todo el rato y solo depende de él. Como me encanta tener razón, deseo que alcance la altura que imaginé cuando hace un lustro me deslumbró su relación con el juego y con el gol.

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