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Ante la polémica de los calendarios imposibles, la ciencia choca con el peso de lo irracional en el fútbol

Prácticas como el control de cargas y tecnologías como la termografía o los test metabólicos intentan introducir orden y método en un entorno excesivamente dominado por la resultado-dependencia

Carlos Arribas
FC Barcelona Fútbol
Messi, tras lesionarse en un partido con el Barça en 2019.Joan Monfort (AP)

Algunos sabios, ironizando, aconsejan a los clubes que contraten pediatras, dada la edad tan tierna de muchas de las nuevas figuras del fútbol, del baloncesto o de cualquier deporte. Quizás dentro de unos años la realidad robe la ironía a la recomendación, pero no es para nada irónico que en estos tiempos se celebren simposios sobre los efectos de los viajes en el rendimiento y en el mal sueño de los deportistas, y la prevención de la fatiga subsiguiente, como el que se está celebrando este fin de semana en Doha, o que, después de haber llegado a la conclusión que la fatiga, hija de la sobrecarga de competiciones, es, justamente, la madre de la mayoría de las lesiones –más madre que los choques, las malas caídas o la mala suerte-- los especialistas en ciencias de la salud reclamen que los clubes creen departamentos de rendimiento transversales para, si no prevenir o predecir las lesiones de los cracks, sí, al menos, reducir la probabilidad de lesionarse.

Es la nueva ciencia, las nuevas herramientas, IA, tecnología, big data, la nueva mirada. Los test metabólicos, que predicen, según, cómo y cuándo oxide el organismo grasas, lactato o carbohidratos, cuándo un deportista estará kaput; la termografía, que, detectando asimetría en la temperatura de la piel, avisa de la inminencia de una lesión y descubre que la fatiga por viajes y sueños baja la temperatura y que en ese caso está desaconsejada la ducha fría o el baño en hielo, y mejor un baño caliente para recuperar; o el control de cargas de trabajo empiezan a ser habituales en los clubes españoles, ma non troppo.

“No es lo mismo una lesión en el minuto uno de un partido, cuando el organismo no está preparado, que en el 90, cuando influye la fatiga neuromuscular”, señala Xavier Reche, quien trabajó unos años en el FC Barcelona como responsable de Ciencias del Deporte y especialista en monitorización de cargas de trabajo en la parte condicional, la exigencia física a la que se somete el deportista, que se ha incrementado a lo largo de los últimos años y donde el número y distancia de acciones alta intensidad ha aumentado. “Con la fatiga, el gesto técnico de alta intensidad, su calidad, se ve mermado. La calidad del movimiento depende del sistema nervioso, que con fatiga se deteriora. En esos movimientos se producen unas sinergias musculares de las que no somos conscientes: extremidades superiores, inferiores, faja abdominal, isquios, cuádriceps, gemelos. Esas sinergias se pierden con la fatiga. Los músculos se descompasan”.

La fatiga se combate con buen entrenamiento, sueño y recuperación –lo imposible en temporadas con partidos cada 72 horas, domingo, miércoles, domingo, algunos en horario nocturno que hacen llegar al futbolista a su casa a las tres de la mañana—o con ciencia. “Los electrolitos, la nutrición, el momento del partido, la gestión de la carga de trabajo, el control de la recuperación, la monitorización 360 las 24 horas”, explica Reche, quien, cuando dejó el fútbol, creó R3ndurance, un centro de entrenamiento para ciclistas. “Todo afecta a la fatiga y a la recuperación”.

Como entrenador en el equipo ciclista UAE, el de Tadej Pogačar, el científico alavés Íñigo San Millán, propugna los test metabólicos para determinar la capacidad de rendimiento de los ciclistas, tan válidos como las tradicionales pruebas de consumo de oxígeno o VO2max, y el entrenamiento en la llamada Zona 2, aquella en el que el organismo deja de usar las grasas como combustible y pasa a los carbohidratos, y se mejora la función mitocondrial, la calidad de las células. “Hay corredores o deportistas que utilizan mucho mejor las grasas, el reposo y el ejercicio, la glucosa, que recuperan mejor”, explica San Millán, que ha comenzado esta temporada a trabajar en el Athletic de Bilbao. “Podemos ver niveles de antioxidantes que antes no podíamos ver, y así vemos la capacidad catabólica y cómo asoma la fatiga. En la Vuelta del 19 estos análisis me sirvieron para prever que Pogacar, entonces un debutante, estaba en condiciones de ganarla. Y si dura una semana más, la gana, porque recuperaba como nadie. El metabolismo es el mejor índice del rendimiento”.

Hace unos años, Ismael Fernández Cuevas creó ThermoHuman, un laboratorio de termografía. “La tecnología es muy simple. Consiste en una cámara térmica para medir la temperatura de la piel de un deportista. Lo interesante es que la temperatura de la piel refleja procesos fisiológicos inflamatorios incluso antes de que haya problemas”, explica Fernández Cuevas, doctor en Ciencias del Deporte. “Nuestro cuerpo, por el principio de homeostasis, tiende a tener temperaturas muy parecidas tanto en la parte derecha como en la parte izquierda, y nosotros procesamos la imagen para identificar las regiones y extraer de ahí sobre todo asimetrías, que ya son significativas a partir de una diferencia de 0′3 grados centígrados, que parece muy pequeña, pero puede ya ser síntoma de que el cuerpo tiene algún proceso de riesgo, ya sea sobrecarga, descompensación, inhibición…”

Fernández Cuevas trabaja con clubes de 45 países, y no solo de fútbol, también de la NBA o la NFL, o con jugadores individuales como Vinicius, Gabriel Jesus o Rodrygo, cuyos fisios cuentan con aparatos de termografía. Con el Getafe están especializados en ligamentos cruzados, y también trabajan con el Madrid, el Sevilla o el Nápoles. En todos ellos comprueba el choque entre la ciencia y lo irracional, y su enorme peso en el fútbol, como lo comprobó Xavier Reche en el Barcelona. “Al final, quien decide si un futbolista juega es el entrenador, el máximo responsable. Hay entrenadores que reciben nuestra información, la aceptan y decidir sentar por prevención a un jugador y hay otros que pasan de ella”, recuerda Reche. “Dejar sin jugar a un jugador por precaución es muy complicado en un gran club. Pasaba con Messi. En cuanto lo proponías saltaban las alamas por todas las partes. Se apuntaba al médico, al fisio, al recuperador, al preparador físico… No se entendía que Messi es un talento único, pero no es superhumano, sino de carne y hueso, con músculos, tendones y ligamentos como todos”.

“Hay factores relativos a la competición y a las personas y al contexto del fútbol que hacen que muchas veces se termine haciendo lo viable, porque el resultado no siempre depende de que las cosas se hagan bien”, añade Fernández Cuevas. “Al final, si Messi aunque le duela la rodilla marca un gol de rebote, quién se va a acordar que le dolía la rodilla, y al que recomendó que debía estar sentado le dirán que no tiene ni idea. Y, al revés, hay equipos que trabajan muy bien a nivel tecnológico, científico, profesional, metodológico, y luego pierden…”

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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