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DE ÁREA A ÁREA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Viendo a Modric jugar contra Países Bajos…

Fue una exhibición emocionante y necesaria que llegó en socorro de quienes, como Xavi, insisten en que al fútbol no se corre, en que al fútbol se juega

Modric
Modric controla el balón durante el partido de semifinales de la Liga de las Naciones entre Croacia y Países Bajos el miércoles en Róterdam.DeFodi Images (DeFodi Images via Getty Images)

¿Hacia dónde va el fútbol? Es una pregunta recurrente, porque está en continua evolución. Hoy parece admitido que se imponen los centrocampistas de estatura, fuerza, salto, carrera larga y pierna dura para la disputa. La forma en que el Madrid está encarando la sustitución de su fórmula Modric-Casemiro-Kroos parece abonar esa teoría. Ahí están prestos para el relevo Valverde, Camavinga, Tchouaméni y Bellingham, por orden de aparición. No es que sean unos petardos con la pelota, pero apoyan su juego en el físico en mayor medida que los anteriores, tres estrategas que movían más el balón de lo que se movían ellos. El otro día salió el tema en la entrevista de Valdano con Xavi en el ameno, futbolerísimo y didáctico Universo Valdano en Movistar. ¿Se va a imponer la fuerza a la sutileza? Valdano lo temía, y digo lo temía porque no ama esa perspectiva; Xavi sostuvo con radical seguridad que la fuerza no va a desplazar el talento ni ahora ni luego ni nunca. Cree en lo suyo, como no podía ser de otra manera, porque siente el fútbol así.

Siempre que sale esta cuestión recuerdo un vuelo, muchos años atrás, junto a Pirri, de regreso de una paliza sufrida por el Madrid de los garcías en Hamburgo. Era una semifinal de Copa de Europa, el 2-0 del Bernabéu, permitía ilusionarse, pero en el viejo Volkparkstadion se desató una tormenta de pelotazos con la consecuencia de un 5-1 que dejó al Madrid dolorido y avergonzado. No fue la única goleada sufrida por el Madrid en Alemania en esos años, pero la recuerdo como la más cruel. Desde la tribuna de prensa daba miedo y lástima ver aquellas arremetidas de los alemanes. En una jugada, el gigantón ariete Hrubesch metió en la portería juntos a Pirri, Benito y García Remón. Este salió sonado, estuvo unos minutos sin saber quién era y tuvo que sustituirle Miguel Ángel.

Pirri, ya veterano, me dijo apesadumbrado que el fútbol se había acabado para los latinos, que las gentes del Norte eran más fuertes y no había nada que hacer: “No te ganan con el balón, pero sí con la carrera, con el salto, con la carga… Te llevan por delante”. Casi le aliviaba pensar que estaba en las acaballas de su carrera y no le iba a tocar sufrir algo así muchas más veces.

Pensé en eso cuando aparecieron la España y el Barça del tiqui-taca, desmintiendo tantos años después aquel pronóstico fatalista de Pirri que yo, desde luego, compartí. Todo el mundo creía eso, y los que ponían la luz más larga lo veían agravado porque adelantaban el desembarco masivo del futbolista subsahariano en los altos niveles del fútbol en cuanto adquirieran las nociones tácticas que por entonces no les preocupaban. Físicos aún más privilegiados para el fútbol que los del norte de Europa, dicho sea con la obligada excepción de Haaland.

Y, sin embargo, Luis y Guardiola, por este orden, hicieron sendos sensacionales equipos con un absoluto desprecio a la estatura y el músculo, basados en el puro talento, y la misma línea mantuvieron luego Del Bosque por un lado y los sucesores de Guardiola por otro. Xavi e Iniesta, dándole a la manivela, resolvieron la cuestión que planteó Menotti: “España debe decidir si quiere ser toro o ser torero”. La Roja y el Barça decidieron ser torero y salieron por la puerta grande.

¿Fue un espejismo? ¿Fue la casualidad de que coincidieran en tiempo y lugar Xavi, Iniesta y Messi por un lado, Xavi, Iniesta y Silva por el otro? Cada vez más equipos tiran para el lado contrario, lo estamos viendo. Incluso el Madrid, que siempre ha sido, como dice Gatti, la bandera del fútbol mundial.

Pero de repente aparece Modric en la semifinal ante Países Bajos con su físico endeble (peso lástima hubiera dicho Di Stéfano) y sus 37 años y en su partido número 65 de la temporada se hace dueño del campo y del balón. En un ring no le hubiera durado un asalto a ninguno de sus rivales, pero en el campo les escondió la pelota. Fue una exhibición emocionante y necesaria que llegó en socorro de quienes, como Xavi, insisten en que al fútbol no se corre, en que al fútbol se juega.

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