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El alemán Denz gana en fuga la etapa del Giro de Italia la víspera del primer gran día alpino

El Ineos del líder, Geraint Thomas, y el Jumbo del gran rival, Primoz Roglic, se medirán en las montañas suizas camino de Crans Montana

Carlos Arribas
Denz
Nico Denz gana por delante de Skujins la etapa en Rivoli.ZEN (EFE)

En las Langas, provincia de Cúneo, donde ya los Alpes del Piamonte asoman, los cerdos encuentran trufas, los listos hacen chocolate con crema de avellanas, los partisanos pelean contra ejércitos invasores y el arte povera contesta a un mundo inexplicable enfrentando a una Venus neoclásica desnuda a un montón de harapos, responsabilidad histórica que Nico Denz, alemán, “duro e bello pedalatore”, dicen en la RAI, asume con lucidez y precisión. Una fuga de 30, inevitablemente a la greña —la testosterona manda, explican los sabios: todos en un grupo colaboran entre ellos hasta que creen que la supervivencia está asegurada; después, el deseo de todos de proclamarse macho alfa les hace luchar entre ellos—, se rompe sola en una rotonda encharcada. Golpes en la frente de los que ni se enteran de que se les va la etapa. Aceleración sin fin de unos cuantos. Quedan seis, luego tres. Un puerto boscoso duro. En la última recta, en Rivoli, fortísimo, Denz saca de rueda a Skujins y Berwick, los dos que le han aguantado hasta el final, y consigue, a los 29 años, en su sexto Giro y a su enésimo intento, su primera victoria.

Detrás, tranquilo, el pelotón se deja llevar sin quejarse, y agradecido por el primer día sin sobresaltos del Giro triste, por los Ineos calmos, con Sivakov, al día siguiente de su caída, ya tirando sin descanso. No les preocupa lo irremediable, la caída de su compañero y líder Tao Geoghegan Hart, al que los cirujanos de Génova, desde las ocho de la tarde hasta medianoche, repararon como pudieron su fémur izquierdo destrozado a la altura del trocánter, donde se une y gira con la pelvis. Dada la gravedad de sus heridas, Tao, de 28 años, no volverá a ser el mismo hasta dentro de un año, más o menos. Los supervivientes piensan, hombres del ciclismo, en el día siguiente, en la primera gran montaña alpina que les espera en Suiza, con el paso por el Gran San Bernardo truncado por la nieve –no se podrá ascender hasta los 2.469 metros de su cima, sino que se atajará por el túnel situado a 1.818m, acortando en 10 kilómetros la subida, que ya deja de ser Cima Coppi, dejando el honor que señala a la más alta a 2.304m de las Tres Cimas de Lavaredo, final del tappone dolomítico del próximo viernes—pero con la terrible ascensión del Croix de Coeur (2.174m), en la Verbier donde Alberto Contador selló su victoria en el Tour de 2009, y, tras un valle traicionero, frío, viento y lluvia, de 25 kilómetros, la llegada en alto a la estación de Crans Montana (1.456m).

“Será un día interesante”, dice Geraint Thomas, siempre de rosa. “Será un gran test, la primera gran etapa de montaña, uno de los tres días más duros”. El aficionado, que piensa siempre en el ayer, quizás más que nada, y anticipa el placer del día siguiente, echa de menos en el Giro caracteres atacantes, colombianos sin miedo y amor por las alturas, como el Egan Bernal que año y medio después de su accidente aún lucha por volver a ser grande. Se conformará con descubrir no tanto qué hará el Ineos –aunque haya ganado un Tour y en Alpe d’Huez y en La Rosière, el galés, campeón olímpico en el velódromo, no ama en montaña sino subir a ritmo—ante la posible ofensiva del Jumbo de Primoz Roglic, el gran rival, segundo en la general a 2s solo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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