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Sergio Lozano, el púgil del fútbol sala: cuatro operaciones de rodilla, una depresión y muchas ganar de jugar

El capitán del Barcelona se operará este viernes por cuarta vez de la rodilla derecha y, tras superar una depresión, solo piensa en volver al Palau

El futbolista Sergio Lozano en un partido con el Barcelona disputado en 2022.
El futbolista Sergio Lozano en un partido con el Barcelona disputado en 2022.FC Barcelona
Jordi Quixano

Esa tarde, el pasado 5 de abril, su mujer Cristina, por primera vez en mucho tiempo, no quería más que verlo en la pista, todo el rato; estaba jugando tan bien que ni siquiera pensaba en los calvarios que, juntos, habían padecido. Tantas lesiones en la retina. Y el destino les jugó otra mala pasada, quizá la peor de todas. “Es un dejavú, a veces creo que es una pesadilla”, escribió en las redes sociales. Sergio Lozano (Madrid; 34 años) no quiso chocar con el rival para evitar la falta y, en ese gesto, la rodilla derecha, esa que ya había sufrido tres lesiones de gravedad, volvió a romperse. “No puede ser. No, no, no... Eso pensé de inmediato porque tuve claro que era la tercera rotura del ligamento cruzado. Y lloré de dolor. Pero lo que te llora es el corazón y el alma más que la rodilla”, explica el jugador del Barcelona unas horas antes de pasar por el quirófano, por cuarta vez. Este viernes al mediodía le operará el doctor Joan Carles Monllau en la Clínica Dexeus.

Cristina, ya en el hotel y esa misma noche, le pidió que lo dejara de una santa vez, pues en la tercera lesión —la primera fue en 2015, la siguiente en 2016 y la penúltima en 2021— pasó por una depresión, preguntándose día sí y día también que por qué le tocaba a él. Pero El Búfalo —como se le conoce en el mundo del fútbol sala por su potencia y pegada— le negó la mayor. “Quiero decidir yo cuándo me retiro y no que lo haga una lesión”, respondió, emotivo, al punto de que Cristina, siempre a su lado, punto de apoyo vital, aceptó la realidad: su marido quiere decir adiós al fútbol sala con el balón entre los pies. “Bueno, soy consciente de que esta lesión me puede retirar. Son cuatro ya y todas importantes. Pero todos somos optimistas, también el doctor, y, en un símil pugilístico, voy a boxear hasta que suene la campana”.

Ocurre que la articulación las ha visto de todos los colores. “Para arreglarla me han quitado trozos del recto interno, del tendón rotuliano y del cuadricipital. Ahora lo harán del isquio”, relata; “y sé que es posible que en el futuro tenga problemas en la rodilla porque estoy llevando la pierna al límite. Pero no lo pienso mucho y lo que quiero es disfrutar hasta que pueda. El fútbol sala es mi pasión”. Y, dice, está entero, por más que la semana pasada ingresó dos días en el hospital por una úlcera de estómago por los nervios, por el varapalo. “Tengo mis momentos, días duros, noches largas…, pero esta vez le estoy viendo el lado positivo. Estoy bien, no como en la tercera lesión, cuando dije 20 veces que lo dejaba, que no quería volver a sufrir. Claro que me da pereza la operación y el mes y medio siguiente con dolor, sin moverme y viendo cómo la pierna se queda pequeña y me sobra piel. Pero sé lo que me viene. Y sé que voy a sufrir, pero lo hago sonriendo. Y yo cuando sonrío lo hago de verdad, soy transparente. Así que le veo la parte positiva y me servirá para cumplir otros objetivos”, resuelve con determinación.

Resulta que Lozano quiere tener la mente ocupada y, aunque en alguna ocasión le dé rabia ver a sus compañeros competir, se dedicará a otras empresas como escribir un libro de su historia con las lesiones y con el balón (y los rivales) a sus pies. También seguirá estudiando inglés y formándose como entrenador, pues quiere sacarse el nivel 3, el último, además de dar conferencias. “Eso me ayudará, nos ayudará”, acepta; “porque sabemos lo que viene y hay que aceptarlo”. Al final del túnel, en cualquier caso, está el deseo de volver al Palau.

“Sueño con volver a vestir la camiseta del Barça y que la afición, como hace en cada partido, coree mi nombre”, explica. Y, Búfalo él, aclara: “Si vuelvo lo haré sin miedo. Nunca lo he tenido y tengo claro que daré el máximo. Y después de eso ya pensaré en lo ganado y en lo afortunado que he sido gracias al fútbol sala”, subraya. Pero por si por el camino tiene días malos, también sabe que además de Cristina tiene otro gran refugio. “Lo que más me ayudará será ver a mi hija [Alejandra, de casi cuatro años]. Porque cuando tenga un día malo se reirá y querrá jugar con papá. Eso es el motor y la gasolina, lo que necesito”, admite. Y, seguro, cuando vuelva, dedicará un gol a las dos mujeres de su vida.

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