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Siempre robando
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El adiós multiplicado de Casemiro del Real Madrid

La Premier puede permitirse que un grande en horas bajas trate de reanimar a su afición duplicándole el sueldo al mediocentro titular del campeón continental y llevárselo a jugar a la Europa League

Casemiro Real Madrid
Kroos, Casemiro y Modric tras ganar la Liga de Campeones en París ante el Liverpool.Alex Gottschalk / getty
Manuel Jabois

La marcha de Casemiro, tan feliz para todos salvo para los compañeros de Casemiro, plantea modernas cuestiones.

La primera de ellas es, si nos atenemos a la versión oficial, la caballerosidad del Real Madrid: tras años de impresionante rendimiento y cinco Copas de Europa, se comunica que Casemiro, de 30 años, merece que sus deseos de salir sean satisfechos por el club. ¿Cuántos años hay que rendir y cuántos títulos hay que ganar para poder marcharse del Madrid? Da la impresión de que tener buen comportamiento y ganar títulos te hace merecedor de una rebaja de condena.

La segunda tiene que ver con la CMK. La venta del jugador es también la venta de una fórmula: la del centro del campo titular del Madrid, y no un centro del campo cualquiera. No se pierde a Casemiro sino la conexión entre Casemiro, Modric y Kroos, que es una conexión incuantificable económicamente porque para entenderse de memoria no hace falta dinero, sino tiempo. Casemiro en la CMK era lo implícito, lo sobreentendido, lo tácito; cuando se vende un jugador así, no sólo se desprende uno de él sino de las relaciones que él tenía en el vestuario y en el campo, el sistema de comunicaciones levantado por él durante el juego y fuera de él, por eso hay ventas que pasan desapercibidas como la de Bale, y ventas particularmente sensibles como la de Casemiro.

Hay una tercera, también preocupante pero en otra dimensión, al fin y al cabo Casemiro se iba a ir este año o dentro de cuatro, como se irán todos; esta tercera tiene que ver con la Liga española, una competición de la que en condiciones normales jamás se querría marchar el mediocentro titular del campeón de Europa. Y tiene que ver también con una cierta euforia detectada entre la afición por el excelente traspaso: se trata del reconocimiento de que las cosas están cambiando al punto de que el Madrid, aún en su segundo mejor ciclo histórico, puede ver cómo un grande en horas bajas trata de reanimar a su afición duplicándole el sueldo al mediocentro titular del campeón continental y llevárselo a jugar a la Europa League. Por tanto dinero que a la afición del campeón no le quede más remedio que festejarlo. Eso es la Premier hoy y los lujos que puede permitirse respecto a la Liga.

Hay algo que no va a cambiar: la vida sigue y el Madrid seguirá igual. Uno mira al banquillo y al campo, y ve el partido de Balaídos, y entiende perfectamente que no haya ningún drama en la salida de Casemiro. Pero quien crea que Tchoaumeni o Camavinga van a aportar las mismas cosas, en esta o en la siguiente temporada, no sabe de qué va la fuerza de un vestuario y quién la remueve. Y del mismo modo que es difícil creer que este traspaso no es un traspaso modélico, también es verdad que consolida un camino agónico incluso para los grandes, que es el de tratar de estar a la altura de clubes que tienen el dinero por castigo, y certifica los años de sombra de la Liga, a quien se le escapan jugadores de todas partes, descapitalizada y a expensas de que cualquiera con un poco de dinero y ninguna ambición (no me refiero al United) le levante estrellas a equipos españoles con más historia y más competitivos.

En cuanto a Casemiro, supongo que esto es un lamento odioelfútbolmoderno y mi teoría es contranatura y de espaldas a las dinámicas del negocio actual, pero, como me ocurrió con Cristiano, prefiero que los jugadores del Madrid, antes de irse, pierdan primero la titularidad.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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