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Sam Bennett reclama su trono en La Vuelta a España

El irlandés de Bora, que logró un único triunfo esta temporada tras un año en blanco, recobra su estatus de tiburón de los sprints al vencer la segunda etapa

Sam Bennet, del equipo Bora-Hansgrohe, entra vencedor de la segunda etapa de La Vuelta 2022, con un recorrido entre las localidades de 's-Hertogenbosch y Utrecht, Países Bajos.
Sam Bennet, del equipo Bora-Hansgrohe, entra vencedor de la segunda etapa de La Vuelta 2022, con un recorrido entre las localidades de 's-Hertogenbosch y Utrecht, Países Bajos.Javier Lizon (EFE)
Jordi Quixano

Fueron 359 días en blanco, un largo periodo sin triunfos ni festejos, demasiado para un ciclista que ya había logrado laureles en las tres grandes (tres en el Giro; dos en la Vuelta; y otros dos en el Tour rematados con el maillot verde en 2020). Pero en el Gran Premio de Frankfurt, con el primer sol de este mayo pasado, Sam Bennett cogió el rebufo de su compañero-lanzadera Danny Van Poppel y levantó los brazos. Era la miel después del castigo que sufrió en un entrenamiento, cuando se dañó la rodilla, cuando pareció perder la punta de velocidad. Descartado por Bora-Hansgrohe para el Tour para su disgusto, Bennett regresó a La Vuelta con la gazuza de un león herido. Y, a las primeras de cambio, como si fuera un calco a lo ocurrido en Frankfurt, se llevó la gloria y el maillot verde, un triunfo de poderío. Van Poppel fue de nuevo su lazarillo y en los últimos metros, el belga -irlandés a la postre porque corre para el país del trébol porque con cuatro años se fue a vivir ahí con su familia-, dentellada a dentellada, pedalada a pedalada con el cuerpo sobre la bicicleta, esfuerzo homérico y cara de sufrimiento, superó a Sam Pedersen (Trek) y Tim Merlier (Alpecin), segundo y tercero, quizá los favoritos junto a Ackermann (UAE), ya que en la ronda española no participan los grandes tiburones como Philipsen, Jakobsen, Cadel Evans, Sagan y Van Aert.

Fue una jornada atípica, marcada por fugas sin demasiada gasolina y por caídas de última hora, como la que sufrió Alejandro Valverde a 700 metros de la línea de meta. “No ha sido un día tranquilo, y a la vista está del hostión que ha habido cerca de meta. Creo que no es nada. Se han caído delante y no lo he podido evitar; he frenado, pero aun así he caído. Parece que estoy bien”, resolvía el murciano, ya en el autobús de su equipo. Unas horas antes, alrededor de los pintorescos canales de Den Bosch, desde donde partió el pelotón, ya se notaba ese nerviosismo, deseosos unos cuantos de enseñar el maillot a la televisión y, por qué no, de conseguir el premio a la competitividad. “La idea es meterse en una fuga, pero no será sencillo. Sobre todo si los equipos del Wolrd Tour tiran porque ahí ya no se escapa quien quiere sino quien puede”, resumían desde Euskatel. Pero fueron fieles a su palabra, pues nada más abrirse el telón de la etapa saltó Xabier Mikel Azparren junto con otros cuatro corredores: Jetse Bol (Burgos-BH, Julio van den Berg (EF), Thibault Guernalec (Arkea) y Pau Miquel (Kern-Pharma), que se estrenaba en una gran vuelta y quería festejar el día de su 22 cumpleaños con una fuga.

Se desentendió el pelotón de buenas a primeras, como si prefiriesen ver el Parque Nacional de Loonse y Drunense, un bosque templado de coníferas, dunas y humedales, también arenas movedizas. Un pequeño desierto entre el absoluto verde que copa la tierra holandesa. Pero en el grupo grueso que perseguía a los escapados, el color que cogió la delantera era el azul de Alpecin, empecinado en demostrar carácter y fiabilidad, el control de la carrera para catapultar a Tim Merlier al sprint final. “El equipo se ha preparado con ganas para estas dos etapas antes de ir a España, sabemos que Tim es uno de los velocistas más fuertes y tenemos mucha confianza en él”, resumía el equipo belga. “¿Tomáis el relevo?”, preguntaron por dos veces los rodadores de Alpecin a los del Israel-Premier Tech. Pero por dos veces se llevaron la negativa y por dos veces tuvieron que apretar el paso, pues redujeron de cinco minutos a apenas 20 segundos en 70 kilómetros llanos, de paisaje bucólico, molinos de viento y eólicos, casas desperdigadas y terreno de pasto para caballos y vacas, también muchas rotondas que era la gran preocupación de todos, una vez que se constató que el viento no azotaba con fiereza y no se produjeron abanicos. Aunque, conformes con su ejercicio de autoridad, los Alpecin decidieron volver a darle carrete al quinteto, que aguantó la fuga hasta que faltaban 60 kilómetros.

Quiso entonces marcarse un solitario Luis Ángel Maté (Euskaltel), solidario en esta Vuelta porque ya advirtió que donaría un árbol por cada kilómetro que rodara fugado para repoblar Sierra Bermeja, cerca de su Marbella, tras el incendio que sufrió el año anterior. Y fueron 24 los que deberá dar (más 100 que anticipó que donaría porque no sabía si lograría meterse en una fuga), absorbido por el pelotón, ya comandado por un mejunje de equipos, todos preocupados por lanzar a sus sprinters en la meta volante. Pero esa gloria fue para Mads Pedersen (Trek-Segafredo), todo un campeón del Mundo (2019) al que le bastó con una corta arrancada para descontar a los pocos rivales que se la disputaron, pues la mayoría tenía la meta en el horizonte, 15 kilómetros de alto voltaje.

Y por poco no repite Pedersen, voraz en el sprint final, capaz de ganarle la posición a Tim Merlier. Pero no así a Bennett. “No estoy todavía en la mejor forma, pero se podría decir que estoy en el camino correcto y bastante cerca. La Vuelta es clave para demostrar mi mejor nivel”, aceptó el irlandés, que felicitó a sus compañeros. Lo mismo hizo Mike Teunissen, que finalizó cuarto y, por eso del puestómetro, cogió el maillot rojo, líder de una Vuelta en la que los sprinters reclaman su territorio antes de que se escarpe el recorrido. Como Sam Bennett, que ya ha explicado que está de regreso, que quiere de nuevo sentarse en el trono.

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