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Lee Evans, el medallista olímpico que denunció el racismo de EE UU en los Juegos de México de 1968

El estadounidense, que levanto su puño cerrado imitando el saludo del Black Power al recoger su medalla, fallece a los 74 años

Lee Evans, en el centro, en el momento en que levantó el puño al recoger la medalla de oro por los 400 metros lisos en los juegos de México de 1968.
Lee Evans, en el centro, en el momento en que levantó el puño al recoger la medalla de oro por los 400 metros lisos en los juegos de México de 1968.AP
Yolanda Monge

Lee Evans, campeón olímpico estadounidense de los 400 metros, murió el pasado 19 de mayo a los 74 años, según informó la federación de atletismo de Estados Unidos (USA Track and Field). No se sabe ni el lugar en el que falleció ni las causas. Sin embargo, el periódico The Mercury News, de San José (California), ciudad en la que Evans creció, citaba a amigos suyos diciendo que el deportista había muerto en Nigeria tras sufrir un derrame cerebral. Evans trabajaba en un centro deportivo dirigido por una estrella del fútbol nigeriano, Segun Odegbami. El rotativo de San José ponía en boca de Odegbami que el olimpista se desplomó mientras cenaba con él y otros amigos.

Evans ganó los 400 metros en los Juegos Olímpicos de México de 1968, con un asombroso tiempo de 43,86 segundos, convirtiéndose en el primer atleta en bajar de los 44 segundos en esa prueba. Ese récord mundial se mantuvo durante 20 años. Pero fue mucho más que una simple marca lo que sucedió aquel verano en México, donde los Juegos Olímpicos perdían la inocencia. Siendo una celebración que alababa el deporte, los Juegos habían vivido hasta entonces ajenos a los conflictos del mundo. Por primera vez en la historia, las olimpiadas servían de altavoz para denunciar ante el mundo el racismo que se vivía en Estados Unidos.

La de los sesenta fue una década tumultuosa en EE UU tras los asesinatos de un presidente -John F. Kennedy-, de un senador -Bobby Kennedy-, con las protestas contra la guerra de Vietnam de fondo y disturbios raciales que incendiaban las ciudades del país reclamando derechos civiles para los negros. El gesto que entonces hizo Evans tuvo un enorme impacto y quedó plasmado en una fotografía convirtiéndose en un símbolo para la historia.

A punto estuvo Evans de renunciar a correr la final de los 400 metros después de que sus compatriotas Tommie Smith y John Carlos fueran expulsados de los Juegos por protestar en el podio alzando un desafiante puño cerrado, saludo representativo del Black Power. Evans, junto con sus compañeros medallistas Larry James y Ron Freeman, subió al podio para colgarse la medalla de oro en el cuello luciendo una boina negra en solidaridad con Smith y Carlos. Con ese puño levantado al cielo, se denunciaba la desigualdad y la opresión racial que sufrían los negros en Estados Unidos. México vivía en 1968 su propia tragedia con la conocida como matanza de Tlatelolco. El 2 de octubre de aquel año, un brutal golpe contra estudiantes universitarios cambió para siempre al país. Más de 50 años después de aquella masacre sigue sin saberse con exactitud cuántas personas murieron o fueron heridas.

Nacido el 24 de febrero de 1947 en Madera (California), Evans era el mayor de los siete hijos del matrimonio Dayton y Pearlie Mae Evans. En 1962, la familia se vio obligada a mudarse a San José para recoger algodón en el valle de San Joaquín. Durante sus años de Instituto, Evans se forjó como un corredor potente, que nunca sufrió una derrota en ese periodo de sus estudios.

Evans alcanzó fama nacional como parte del legendario programa de velocistas de la Universidad Estatal de San José. El corredor ganó el primero de sus cinco títulos nacionales de 400 metros en 1966 y también fue campeón en esa misma categoría en los Juegos Panamericanos de 1967. Cuando se retiró, el corredor olímpico dirigió programas de atletismo en Camerún, Qatar, Arabia Saudí, llegando a entrenar a atletas de otros 18 países (además de Nigeria). Entre los años 2000 y 2008 fue asistente del entrenador de atletismo de la Universidad de Washington. Fue en 2008 cuando volvió a Nigeria para quedarse allí.

Evans tuvo dos matrimonios. Del primero nació su hijo Keith. El segundo fue con una refugiada liberiana llamada Princess, junto a quien planeó construir un colegio cerca de Monrovia, la capital de Liberia. Evans se encontraba en 2011 en California recaudando dinero para ese proyecto cuando supo que tenía un tumor cerebral, que acabó siendo benigno y extirpado.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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