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El ajedrez salva a chicos difíciles

El filme ‘Pensamiento crítico’, basado en hechos reales, confirma el valor social del juego de reyes

Una escena de 'Pensamiento crítico', con el maestro Mario Martínez (John Leguizamo) en el centro
Una escena de 'Pensamiento crítico', con el maestro Mario Martínez (John Leguizamo) en el centro
Leontxo García

Muchos países tienen barrios donde el tráfico de drogas y el asesinato en plena calle no son muy extraordinarios. La película Pensamiento crítico (Movistar) refleja uno así, de Miami. Y como ocurre en otras (y en muchos casos conocidos), el entusiasmo ilimitado de un maestro de escuela y la gran utilidad social del ajedrez se combinan para salvar a un grupo de chicos que de otro modo estarían abocados a una vida miserable.

“El ajedrez nos convierte en iguales. No importa a qué universidad vayan ustedes”, es una de las primeras frases redondas que Mario Martínez dice a sus alumnos de Secundaria, negros e hispanos en su mayoría, durante la clase optativa de ajedrez en la escuela Jackson Senior High School de Miami. Cada centro educativo del mundo debería tener un maestro como Martínez, implicado en su labor docente hasta límites increíbles pero ciertos, porque el maestro y esa escuela existen de verdad, en un barrio durísimo, cuya vida cotidiana dificulta mucho la porfía del docente: poco después de esa escena, uno de sus alumnos, con un juego de ajedrez bajo el brazo, es asesinado de un tiro en la cabeza por haber chocado fortuitamente con una chica en la calle.

“El ajedrez es un juego de consecuencias” es otra de las ideas que Martínez recalca en su constante deseo de transferir a la vida lo que se aprende en el tablero. Esa afirmación es muy sólida: como el azar casi no existe en el deporte mental por excelencia, tus éxitos son directamente proporcionales a tu esfuerzo; engañarte es absurdo porque la cruda realidad te lo demostrará con dolorosas derrotas. Pensamiento crítico glosa muy bien ese principio; el tremendo pundonor de Martínez y sus no siempre sensatos estudiantes los convierte en triunfadores, a pesar de la enorme hostilidad que les rodea, a la discriminación del ajedrez con respecto al fútbol americano o el hockey sobre hielo y a la competencia de carísimos colegios privados de élite. También es verdad que se benefician de un golpe de suerte, tan necesaria en las curvas decisivas de la vida, aunque les pille trabajando: la llegada a la escuela de un cubano superdotado, en un guiño del director del filme, John Leguizamo (quien también interpreta a Martínez), al mítico cubano José Raúl Capablanca (1888-1942), campeón del mundo hace un siglo.

Otras películas muy recomendables y basadas también en hechos reales, como La Reina de Katwe y Los Caballeros del Sur del Bronx, ilustran de forma convincente las aplicaciones sociales del ajedrez. Un caso parecido al de este artículo es el del célebre documental Brooklyn Castle, que hizo mundialmente famosa a la Escuela Intermedia 318 de ese distrito de Nueva York. El arriba firmante ha visitado esa escuela y es testigo presencial o conoce de buena fuente al menos media docena de experiencias similares en países de cultura muy diversa, incluida España. Cabe preguntarse, por tanto, a qué se debe ese poder del ajedrez, que parece tener algo mágico, tal como se desprende del gran éxito mundial de la reciente serie Gambito de Dama, también en Movistar.

Pocas personas hay en el mundo más adecuadas para explicarlo que Fernando Moreno, psicólogo español emigrado hace más de 30 años a EE UU, donde utiliza el ajedrez como herramienta pedagógica y social. Ahora, en la escuela Montgomery Knolls (infantil y primaria), donde hay una gran mezcla de alumnos de clase alta y refugiados o negros desfavorecidos: “Mis colegas maestros están asombrados de cómo funciona el ajedrez con niños de seis años sin recursos”.

Fotograma de un vídeo en el que Fernando Moreno intenta ayudar, a través del ajedrez, a una alumna con problemas sociales por la separación de sus padres en Broad Acres (Maryland, EEUU)
Fotograma de un vídeo en el que Fernando Moreno intenta ayudar, a través del ajedrez, a una alumna con problemas sociales por la separación de sus padres en Broad Acres (Maryland, EEUU)F.M.

Más impresionante aún fue lo que logró en su destino anterior, como pude comprobar durante mi visita a finales de 2016: la escuela Leleck en Broad Acres, también en el estado de Maryland, donde el 92% de sus 725 alumnos procedentes de 30 países recibía ayuda para alimentación. Moreno aplicó allí el ajedrez para ayudar a los niños con graves problemas sociales, y su trabajo fue aplaudido y galardonado dentro y fuera de un centro situado a solo media hora (en un día sin tráfico) de la Casa Blanca de Donald Trump.

Antes trabajó en una escuela de secundaria, también con numerosos alumnos refugiados o inmigrantes: “Algunos ni siquiera sabían escribir su nombre; muchos blancos de otras aulas no querían jugar con ellos. De pronto, Pablo, un chico salvadoreño, empezó a jugar torneos de ajedrez con buenos resultados, y eso no solo cambió la actitud de los compañeros blancos sino también la de algunos profesores que habían catalogado a esos alumnos como irremediables”.

¿Qué tiene el ajedrez para lograr esos resultados? “En ese tipo de entornos, una actividad intelectual como el ajedrez les da la visión de que ellos pueden ser algo, a pesar de que no tienen nada. No dominas tu vida, pero puedes dominar el tablero”.

¿Y por qué el ajedrez funciona mejor que otros deportes o la música? “Son más caros y difíciles de practicar. El ajedrez es muy individualizado, en el fútbol necesitas a los demás. La música o el dibujo ayudan, sin duda, pero el ajedrez tiene una magia especial, juegas dos o tres veces, aprendes a dar jaque mate, se lo das a otro y ya te sientes alguien y quieres progresar, porque solo depende de ti; la elevación de la autoestima es inmediata. El ajedrez te genera un mundo que es el tuyo”.

Moreno prefiere el caso real de la niña ugandesa Phiona Mutesi en La Reina de Katwe “porque en Pensamiento crítico, el cubano superdotado influye mucho, y además el profesor se implica con los alumnos mucho más allá de lo normal, o incluso de lo permitido”. Sin embargo, el mensaje principal de la película le parece muy positivo: “El ajedrez pone una luz en la mente de esos chicos, y además les enseña que sus actos tienen consecuencias”.

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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