Liébana (Cantabria)

En la vertiente mediterránea de Cantabria

Esta comarca interior se apoya en un teleférico que sube hasta los 1.823 metros en Picos de Europa y en el parador de Fuente Dé, ubicados donde termina una carretera de montaña, para atraer a amantes de los coches clásicos, peregrinos movidos por el Año Jubilar Lebaniego con ganas de caminar bajo el fino sol del otoño y aventureros que se asoman a la escalada en vías ferratas

Mariano Ahijado

La ascendente carretera CA-185 muere donde nace el truchero río Deva, que brota de una descomunal pared de roca caliza en Fuente Dé, en la zona cántabra de Picos de Europa. Este trazado curvilíneo de 22,6 kilómetros conecta los siete municipios de la luminosa comarca de Liébana y acoge una carrera tranquila de coches clásicos provenientes en su mayoría del Reino Unido. Los pilotos hacen noche en el parador de Fuente Dé, punto de partida de un rally de aficionados sin prisas, y de rutas de senderismo, salidas en bicicleta o visitas culturales. Este hotel de montaña, inaugurado en 1966 donde termina la CA-185 –justo se abrió el mismo día que el teleférico que lo sobrevuela, principal reclamo de esta comarca cerrada con clima mediterráneo–, ha contribuido a que los lebaniegos pasaran de vivir de las vacas a hacerlo de los visitantes que van a verlas.

Dentro del parador

Un hotel de montaña integrado

El parador de Fuente Dé, ubicado en el pueblo del mismo nombre, está rodeado de las paredes de roca caliza propias de Picos de Europa. Amantes de coches clásicos, como el Lagonda de la década de 1930 que aparece en primer término, lo eligen como una de sus paradas. El 60% de sus clientes, entre ellos estos pilotos aficionados, son internacionales.

Subir la montaña a 10 metros por segundo

El teleférico, que sobrevuela el parador de Fuente Dé y que se coge justo al lado del hotel, permite salvar un desnivel de 753 metros en tres minutos y 40 segundos. Arriba esperan una explanada a 1.823 metros, en los Picos de Europa, y una cafetería con vistas al valle del Liébana.

Al alcance de todos

Una visitante se apoya sobre el mirador de obra habilitado en la estación de arriba del teleférico. Abajo se aprecia el parador de Fuente Dé, con tejado gris, que pertenece a la comarca de Liébana. Goza de un clima mediterráneo al estar rodeada de montañas, lo que impide que se cuelen las nubes con facilidad.

La soleada comarca de Liébana

Clientes del parador charlan en la terraza, que supone una extensión de la cafetería y el comedor, donde se sirven platos regionales como el cocido lebaniego, quesucos de Liébana o cabrito asado. El hotel, enclavado en la montaña, supone un punto de partida de rutas a pie y en bicicleta.

Un mirador privado

Las habitaciones (77) tienen dos orientaciones. La de la foto, que cuenta con una galería espaciosa, mira al Parque Nacional de Picos de Europa. Las que se encuentran en la fachada principal ofrecen vistas al valle de Camaleño.

Amigo de las bicis

El parador de Fuente Dé cuenta con un espacio para reparar y guardar bicicletas. Es un buen punto de partida para iniciar rutas de cicloturismo por las pistas aledañas, ya metido en la montaña, o recorrer el centenar de núcleos poblacionales agrupados en siete municipios que forman la comarca de Liébana.

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Los ganaderos –un oficio en retroceso– todavía suben las reses a los pastizales de altura hasta que llegan las nieves. Allí, a mil y pico metros, se entremezclan las vacas de carne con caballos que pastan a su aire antes de agruparse cuando cae la noche. En el cielo, ya sobrepasando los 2.000 metros, buitres leonados, señal de que morirán animales porque antes han estado vivos, garantía de que la montaña se encuentra en buen momento. Sentados en rocas desgastadas por las pisadas, un grupo de pensionistas retira el papel albal de su bocadillo. Se oye español, alemán, francés, inglés; y se ven cámaras de vídeo compactas y teléfonos abiertos en forma de libro. Los jóvenes y familias que están de visita un día entre semana de otoño adoptan el comportamiento apacible de los jubilados y el recogimiento que la inmensidad del Peña Vieja (2.617 metros) impone.

Habla Blanca Casas, directora del parador, que lleva seis meses en la zona: “A todo el mundo le impresiona esa pared vertical. Yo me quedé de piedra el primer día que la vi. Solo pensaba en que no se derrumbara”, bromea esta santiaguesa de 25 años. A la falda de esa montaña se llega en teleférico, que se coge al lado del parador. Ambos están muy ligados. Liébana cambió por completo con su apertura, del sector primario al terciario, como les ha ocurrido a otras comarcas rurales como la Vall d’Aran o el Pirineo oscense. “El teleférico es la gran atracción. Ahora queremos dar a conocer otras actividades que se pueden realizar en el resto de la comarca”, añade. “Aquí en Liébana siempre se ha hecho un esfuerzo por conservar la naturaleza, por proteger la fauna, por que no se masifiquen las zonas”, explica Casas en un salón con chimenea, refugio de los visitantes a final de año. Lleva poco por aquí, pero sale mucho y pregunta.

Naturaleza para los Sentidos

Actividades culturales, turismo sostenible, dinamización de la zona... Cómo sacarle el máximo partido al entorno del parador de Fuente Dé

Casas se mezcla con lugareños como Gabriel Corollo, de 45 años, que se asentó con la mayoría de edad en Liébana. Guía de montaña, lidera rutas a pie en las inmediaciones del parador. Enseña marcha nórdica, un deporte –sí– que consiste en caminar a buen ritmo ayudado por unos bastones. “Parece que es para gente mayor, pero de eso nada. Hay incluso competiciones”, afirma este carpintero de profesión.

Tiene un punto marcial esta disciplina. Da la sensación de que uno está desfilando, pero por un paisaje montañoso de hayas y robles que cambian cada día, y más en otoño. “Hay que volver una y otra vez porque lo que estás viendo hoy mañana será diferente”, explica Corollo, al que resulta bonito verle marchar. Tiene buena técnica y lleva la ropa adecuada, pero ni una cosa ni la otra son imprescindibles para los que prueban por primera vez. El guía, que instruye y garantiza la práctica con seguridad, muestra un dominio del terreno y señala las amplias y despejadas sendas para evacuar a un cliente ante una contratiempo. No se atisba peligro, pero da tranquilidad a los que se asoman a la montaña por primera vez, y más si están acostumbrados a caminar más con la barra de pan debajo del brazo que con el bastón de trekking.

Un grupo de senderistas se detiene ante un refugio de pastores en Picos de Europa, por donde transcurren rutas que parten del parador de Fuente Dé.
Un grupo de senderistas se detiene ante un refugio de pastores en Picos de Europa, por donde transcurren rutas que parten del parador de Fuente Dé.César Manso

En coche, pero de paseo

Hay otras formas de conocer el entorno. Los pilotos y sus respectivos copilotos de la carrera The Picos 1000, 32 participantes suman, disfrutan de Picos de Europa desde la ventanilla. Son rallies que organiza una agencia en “las zonas más fascinantes del mundo”, según anuncian, como los Pirineos, los Alpes, las Highlands, Madagascar... The Picos 1000 empieza y concluye en Santillana del Mar y pasa por Fuente Dé (la segunda etapa arranca en el parador). El tercer trayecto transcurre en Asturias, al otro lado de la montaña, y termina en el parador de Cangas de Onís. Todos sus directores señalan que son hoteles propicios para este turismo, también para los aficionados a las motos.

—Vamos a hacer mil kilómetros repartidos en cuatro etapas. Lo que más me gusta de esta carrera es el lugar donde se celebra.

Andrew Duerden, que procede de las Midlands (centro de Inglaterra), muestra un mapa subido a su Mercedes al lado de la animada terraza del parador. Explica que el objetivo de esta carrera que atraviesa pueblos no es llegar el primero, sino acercarse lo máximo posible a una velocidad media de 45 kilómetros por hora. En el salpicadero de los coches llevan varios cronómetros incorporados con los que medir el tiempo que tardan en cubrir los distintos tramos de los que consta cada etapa. Van cruzando esos datos con los kilómetros recorridos para tratar de lograr la velocidad media objetivo. Participa un Lagonda de antes de la Segunda Guerra Mundial; un Triumph de un poco después; un Alfa Romeo de 1972; un Porsche Carrera de los setenta, otro Porsche... Atraído por la explicación, se acerca al coche Alan James, un motero galés que hasta hace un rato estaba viendo el mundial de rugby en su habitación. Los dos han llegado en el ferry que conecta Plymouth con Santander. “Estoy impresionado con esta zona. No vuelvo a ir al sur”, se regodea ante el descubrimiento.

El técnico deportivo de escalada Roberto Álvarez (arriba) y una aficionada suben por la vía ferrata de Los Llanos (Camaleño), que el municipio ilumina por la noche con luces led de colores para potenciar esta actividad a todas horas.
El técnico deportivo de escalada Roberto Álvarez (arriba) y una aficionada suben por la vía ferrata de Los Llanos (Camaleño), que el municipio ilumina por la noche con luces led de colores para potenciar esta actividad a todas horas.César Manso

Trepar una pared natural de piedra

Para los que buscan un puntito de emoción sin motor está la vía ferrata de Los Llanos, en el municipio de Camaleño. Su guía es Roberto Álvarez, procedente de Santander, y la empresa que lo gestiona, El Portal de Picos. La actividad consiste en escalar con arnés un tramo de una montaña ayudado de unos agarres fijados a la roca. Álvarez, de 23 años, alude a la aventura, pero también a la seguridad como Corollo: “Servimos para minimizar los riesgos”. Los clientes siempre van enganchados a la línea de vida, llevan casco, un frontal –hay una opción de hacerlo de noche– y un disipador de caída, una cuerda enrollada que amortigua un improbable desprendimiento. “Si te gusta la montaña, esta zona es un parque de atracciones”, resume este técnico deportivo de escalada. “Aquí habita el 50% de los distintos mamíferos que hay en España”, añade el guía, que también lidera rutas a caballo y actividades acuáticas como descenso de barrancos o en canoas.

Beatriz, Ismael y Emilio recomiendan

Desde el pueblo de Llaves, a 15 minutos en coche del parador, se puede iniciar una caminata por el monte hasta Mogrovejo o, en dirección contraria, hasta Pembes, una forma de conocer a pie los pueblos del valle de Camaleño. En otoño es buena época, aún están las vacas en los pastizales.

Beatriz Mena

Camarera de piso 23 años en Paradores

La Casa de las Doñas, en Enterrías, refleja el funcionamiento de una hacienda dedicada a la agricultura. Contaba con molinos, una herrería y en ella se conservan aperos de labranza y mobiliario que sus propietarios trajeron de América, adonde habían emigrado. La visita es guiada y dura una hora y media.

Ismael Compadre

Jefe de Mantenimiento 27 años en Paradores

Desde Cosgaya sale una pista que te conduce a Pido. Es una senda por la que antes se bajaba la madera. Se atraviesa un hayedo y resulta fácil encontrase corzos y ciervos. Por el camino, en las zonas altas, se ven cabañas que utilizan los ganaderos en verano. Tiene pendiente, pero no presenta mucha dificultad.

Emilio Casares

Jefe de cocina 30 años en Paradores

La gallega Casas, directora del parador, destaca lo cuidados que están los pueblos. Sobresalen Mogrovejo y Potes, desde donde iniciar por una carreterita que parte de la CA-185 el último tramo del Camino Lebaniego hasta el monasterio de Santo Toribio. Este camino empieza en San Vicente de la Barquera, cuenta con 73 kilómetros y se completa en tres etapas. En la Edad Media no se concebía peregrinar hasta Santiago de Compostela sin antes pasar por Santo Toribio para contemplar un trozo de la cruz de Cristo de 63 x 39 centímetros –el mayor que se conserva–, que los lebaniegos custodian desde el siglo VIII y que se exhibe en una capilla barroca colonial. Este 2023 es Año Jubilar Lebaniego porque la onomástica del santo, el 16 de abril, cae en domingo. Aumenta el número de caminantes que quieren atravesar la románica Puerta del Perdón, abierta solo en año jubilar, en busca de redención. El monasterio es uno de los cinco lugares santos de peregrinación cristiana junto con Roma, Santiago de Compostela, Jerusalén y Caravaca de la Cruz. Supone un lugar tan especial para ciertas personas que lo convierte en especial para el resto.

 Un grupo de franceses traspasa la Puerta del Perdón del monasterio de Santo Toribio, que está abierta por ser Año Jubilar Lebaniego.
Un grupo de franceses traspasa la Puerta del Perdón del monasterio de Santo Toribio, que está abierta por ser Año Jubilar Lebaniego.César Manso

Luis Miguel García, un guía local, cita a los visitantes en Potes. En un paseo por este pueblo Bien de Interés Cultural señala la piedra de sillería con las que se construyen las casas señoriales, las tabernas antiguas y el lugar donde confluyen el río Deva y el Quiviesa. Pero es Santo Toribio, a solo tres kilómetros, donde hay que estar antes de que llegue la hora del aperitivo. Hay peregrinos –fatigados pero contentos– que llegan al monasterio desde San Vicente de la Barquera y otros que lo hacen desde el amplio aparcamiento. Todos se ven atraídos por esta zona de “vino malo, pero orujo bueno”, dice García, una comarca cercada por montañas, que impide que penetren las nubes –”te vas a Unquera y está lloviendo”, asegura para referirse al primer pueblo cántabro importante al otro lado de Picos de Europa–, donde habita el oso sin dar muchas pistas, en la que el pasado minero propició, para el traslado de blenda de zinc, la construcción del teleférico contiguo al parador, que lo convirtió después en una zona turística todavía sin apreturas.

Cantabria, en 3 paradores

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