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Alambre de espino, 20 metros del muro de Berlín y una torre de vigilancia: el icono de la Guerra Fría reaparece en una exposición en Madrid

Viaje al corazón de la antigua frontera entre el comunismo y el capitalismo, donde un espacio conmemorativo recoge las huellas y testimonios de la división entre las dos Alemanias. Preludio de una muestra que itinerará siete años por Europa y reúne en la capital 300 objetos relacionados con la frontera más simbólica del siglo XX

MURO DE BERLÍN
Soldados de la Alemania del Este construyen el Muro de Berlín, en 1961.Keystone (Getty Images)
Manuel Morales

Hay una zona de este parque del centro de Berlín que no tiene árboles, lo que facilita que el viento frío azote a los grupos de escolares, jóvenes, curiosos y turistas que caminan por su césped. Lo que hay son paneles con fotografías, vídeos y grabaciones sonoras que explican que estás en el Sitio conmemorativo del Muro de Berlín, en la Bernauer Strasse, que separaba las dos Alemanias, la comunista y la occidental. El parque se extiende a lo largo de 1,4 kilómetros y conserva 220 metros de la antigua frontera (que fue en total de 155 kilómetros de larga) para recordar que ahí estuvo la división del mundo entre comunismo y el capitalismo. La plasmación más palmaria de lo que había anunciado Winston Churchill tras el final de la II Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría: “Ha caído sobre el continente un telón de acero”.

Cruzando la Bernauer Strasse se encuentra la sede principal de los cinco espacios de la Fundación Muro de Berlín, creada en 2009 por iniciativa ciudadana que, como explica su director, Axel Klausmeier, “investiga, documenta e interpreta la historia de esta división y del posterior proceso de unificación” a partir de la caída del muro el 9 de noviembre de 1989. “En los meses siguientes, artistas de ambos lados pintaron las paredes de hormigón de esta construcción y defendieron que era un legado que no debía destruirse”, añade. De ahí nació la que se conoce como East Side Gallery, 1,3 kilómetros de obras. “El memorial sirve para conmemorar a las víctimas de la dictadura comunista”, en especial, los 141 muertos del muro. También para concienciar, sobre todo a los jóvenes, “de lo importantes que son los valores de la democracia y que hay que luchar por mantenerla”.

Parte del muro de Berlín instalado en la exposición de la Fundación Canal de Madrid.
Parte del muro de Berlín instalado en la exposición de la Fundación Canal de Madrid.Colección Stiftung Berliner Mauer / Verónica Dávila / Musealia

La historia del muro, incluidos 20 de sus metros, acaban de llegar a Madrid para la exposición que abrirá al público el 9 de noviembre. Es la primera sede de una itinerancia europea de siete años, que terminará en 2029, a los 40 años del inicio de lo que también fue conocido como “muro de la vergüenza”.

La muestra, organizada por la empresa Musealia y la fundación (entidad que se financia por el Gobierno federal, el 52%, y el Estado de la ciudad de Berlín, el 48%) estará en Madrid al menos cuatro meses; cuánto se alargue dependerá del público que acuda. Con el título de El Muro de Berlín. Un mundo dividido, en la Sala Castellana 214 de la Fundación Canal, reúne unos 300 objetos. Además de los metros de muro, hay alambre de espino colocado en la etapa inicial, que arranca el 13 de agosto de 1961; un carrito de bebé usado para contrabando, la parte superior de una de las torres de vigilancia que ocupaban parejas de soldados: es un mamotreto de nueve toneladas, 3,3 metros de alto y 4,3 de diámetro; los uniformes grises de soldados de la República Democrática Alemana (RDA); una canoa que permitió escapar a través del río Spree, que en una parte de la ciudad era la frontera.

Panel con fotos de los muertos en el muro de Berlín, en el el 31 de octubre.
Panel con fotos de los muertos en el muro de Berlín, en el el 31 de octubre.Manuel Morales

Más: fotografías, documentación, cartas... los martillos y cinceles con los que los berlineses y foráneos arrancaron pequeños trozos del muro cuando el régimen comunista se desplomó como un castillo de naipes. Y una pieza de lo que se llamó con sarcasmo “el césped de Stalin”, que fue una gran alfombra de púas de acero colocada a los pies del muro para que los que querían dar el salto a la libertad se lo pensaran.

Pieza del llamado césped de Stalin, una instalación que se colocó a los pies del muro de Berlín para prevenir huidas. Es uno de los objetos de la exposición en Madrid.
Pieza del llamado césped de Stalin, una instalación que se colocó a los pies del muro de Berlín para prevenir huidas. Es uno de los objetos de la exposición en Madrid. Colección Stiftung Berliner Mauer / MUSEALIA

Más allá de este legado material, Klausmeier señala que el muro “es una imagen poderosa de la ausencia de comunicación”. “Cuando en una zona no hay paz, hay un muro. Es un fenómeno que se ha repetido en otras partes del mundo, hoy hay más muros que cuando este cayó”. El jefe del departamento de Investigación y Documentación de la fundación, Gerhard Sälter, comisario de la exposición, subraya que “el muro cayó de forma pacífica, además había una necesidad global de libertad, por eso simbolizó el fin de la Guerra Fría”. “También fue el final, con las excepciones que hoy pueda haber, del experimento de la sociedad socialista”.

¿Qué recuerdan de aquella pesadilla orwelliana los ciudadanos del Berlín actual? “Menos del 40% de los berlineses vivían aquí en la época del muro, algo que se debe sobre todo por la inmigración. Muchos de nuestros visitantes tienen menos de 35 años, con lo que no tienen recuerdos, pero cuando vienen y acuden a conferencias se conectan con la historia porque tienen parientes que sí lo vivieron”, añade Klausmeier.

Tres jóvenes, dos de ellos con un martillo y un pico, golpean el Muro de Berlín durante su caída, en la República Democrática de Alemania.
Tres jóvenes, dos de ellos con un martillo y un pico, golpean el Muro de Berlín durante su caída, en la República Democrática de Alemania.Luis Magán

Sobre los que lograron escapar a la Alemania occidental, “una cifra imposible de calcular”, Klausmeier recuerda los casos más ingeniosos: “Una familia se fugó en un globo aerostático, otra usó una cuerda lanzada con un arco, que se convirtió en una especie de tirolina”. Una que le gusta mucho es la del grupo que contrató un pequeño barco turístico, emborracharon al capitán, le dejaron dormir la mona en un bote y pusieron rumbo al Oeste. Luego está el hombre que se escondió en el interior de una bobina gigante de cable eléctrico o la mujer oculta en los bajos de un coche... Aunque la más estrambótica es la de la familia que se escondió dentro de una vaca de pega que habían construido. Klausmeier enseña un libro con la foto del falso bóvido, en el que parece que se hubieran inspirado los guionistas de la película Top Secret para una de las escenas más desternillantes del filme.

Por seguir con películas, la favorita de Klausmeier sobre lo que fue aquello es, “sin duda, Uno, dos, tres”, la genial comedia de Billy Wilder, protagonizada por James Cagney. “Esta película tiene una particularidad. Empezaron a rodarla en el verano de 1961, poco antes de que comenzara a levantarse el muro pero tuvieron que rodar una parte con una réplica de la Puerta de Brandeburgo en Múnich porque ya no podían rodar en el Este”.

Carrito de bebé utilizado para el contrabando y provisión de alimentos en el paso del muro de Berlín.
Carrito de bebé utilizado para el contrabando y provisión de alimentos en el paso del muro de Berlín. Colección Museo Schloss Moritzburg Zeitz / MUSEALIA

Su compañero prefiere Funeral en Berlín (1966), con Michael Caine, en la que el jefe del servicio de espionaje soviético proyecta huir a Occidente. Mientras que la canción más representativa, en opinión de Klausmeier, es de David Bowie: Heroes, que la escribió y grabó en un estudio a pocos metros del muro. El tema cuenta la historia de dos enamorados que se conocen junto al muro.

¿Qué sucedió con las vidas de las familias o amigos separados por esta frontera? “Durante los dos primeros años era imposible cualquier comunicación. Luego se permitieron cartas y algunas llamadas telefónicas. Más adelante, hubo un acuerdo para que personas del Oeste pudieran visitar en Navidades a su familia del otro lado. Al revés, no”. La excepción en el paraíso comunista eran los jubilados. “Como consumían, pero ya no podían producir, entonces les permitían pasar a Occidente. Lo que dice algo de lo que era aquel sistema”, apunta Sälter.

De paseo por el parque que acoge el memorial, Sälter escoge los puntos informativos más destacados, como una fotografía de un hombre que espera sentado tranquilamente en la parada del autobús mientras a su espalda un grupo de soldados trabajan levantando una parte del muro. Un espacio que sobrecoge es el panel con las fotos de los muertos. Hay que tragar saliva para ver las de los niños ahogados al cruzar el río.

Canoa que se usó para escapar a Berlín occidental por la zona en la que el río servia de frontera.
Canoa que se usó para escapar a Berlín occidental por la zona en la que el río servia de frontera.Colección Stiftung Berliner Mauer / musealia

En el suelo hay restos de los cimientos de las casas que estaban pegadas a la frontera. “Fueron expulsadas unas 1.200 personas en octubre de 1961″, agrega Sälter, que señala una foto de dos hombres asomados a una ventana de un edificio junto al muro: “Sus cabezas estaba en el Oeste pero sus cuerpos en el Este”. Es el preludio de varios vídeos en los que se ve a gente saltando desde las ventanas de sus casas y arrojando sus bultos para huir del comunismo. En algunos casos les esperaban bomberos del Oeste para recogerlos.

Un audio explica cómo los familiares de fallecidos en la zona los enterraban en el cementerio aledaño al muro porque era una forma de ver a sus amigos o familiares del otro lado. En el recorrido por el parque el terreno se eleva ligeramente, unas placas en el suelo recuerdan que ahí se construyeron túneles para huidas. “Tenían entre 80 y 100 metros de largo y sus ocupantes no podían ponerse de pie. Hubo un grupo de unas 20 personas que pasaron ahí seis meses metidos, cavando”.

De vuelta a la exposición en Madrid, ¿con qué idea le gustaría a Klausmeier que se queden los visitantes? “Que fue un tiempo y un lugar en el que la gente podía juzgarte por tus decisiones personales y tu vida privada porque todo era política, y que fue más complejo que una historia del bien y el mal”.

Uniforme de los guardas fronterizos de la República Democrática Alemana.
Uniforme de los guardas fronterizos de la República Democrática Alemana.Colección Stiftung Berliner Mauer / MUSEALIA
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Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.
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