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Santa María de la O, sepulcro de dos reyes y osario de 3.000 personas

El templo del municipio vallisoletano de Wamba conserva un espectacular cementerio con miles de restos humanos de entre los siglos IX y XVII

Osario de la iglesia de Wamba.Foto: Ana Núñez Agudo | Vídeo: EPV
Vicente G. Olaya

Corría 1950 cuando el catedrático de Endocrinología de la Facultad de Medicina de Madrid Gregorio Marañón se presentó con dos camiones en la pequeña localidad de Wamba (Valladolid). Entró en el osario de su recoleta iglesia de Santa María de la O y llenó los vehículos de huesos humanos que servirían para que sus alumnos hicieran prácticas. Se calcula ―los informes nunca se han hecho públicos― que correspondían a los restos mortales de unas 6.000 personas. Dejó en el lugar los pertenecientes a otras 3.000, que siguen hoy día conformando un cementerio católico de grandes proporciones. Pero ¿a quién corresponden esos huesos?

No se conoce con exactitud, aunque los estudiosos consideran que eran de monjes (el templo contaba con un monasterio adjunto de la orden de San Juan de Jerusalén), soldados, residentes en la zona, peregrinos del Camino de Santiago... Todo fechado entre los siglos IX y XVII, aunque quizás hubiese restos de mayor antigüedad, como parecen indicar los tres sarcófagos visigodos sin tapa, uno de los cuales los expertos creen que puede corresponder al que alojó el cuerpo del rey Recesvinto, que están situados en el espacio que ocupó el claustro del convento y que fue desmontado en su totalidad tras una desamortización a principios del siglo XIX.

El reciente Estudio de marcadores de actividad de tibias del osario de Wamba (Valladolid), de Lorena Ortiz-Marín y Alicia Portela Estévez, del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Universidad Complutense de Madrid, uno de los escasos informes hechos públicos sobre este cementerio parroquial, refleja los resultados del análisis de 132 tibias (107 masculinas y 25 femeninas). Las expertas concluyen que buena parte de los fallecidos padecía artrosis, quizás provocado por las duras condiciones de trabajo de la zona, con una economía basada durante siglos en la agricultura y ganadería. Sin embargo, y a pesar de su evidente origen agrario, el relato histórico de este pueblo y, por ende, de su iglesia está fuertemente unido a la monarquía.

Interior de la iglesia Santa María de la O (Wamba), al fondo el ábside mozárabe.
Interior de la iglesia Santa María de la O (Wamba), al fondo el ábside mozárabe.Ana Núñez Agudo

La historia de Wamba comienza con la fundación de la iglesia de Santa María en el siglo VII. Pero desde el inicio de la conquista musulmana en el 711 d. C. hasta el siglo X apenas queda información, puesto que entre los siglos VIII y IX el pueblo fue abandonado. En torno al año 928, Fruminius, obispo de León, reconstruyó la iglesia sobre los restos de una antigua visigoda (la actual es de es de estilo románico con las capillas de cabecera mozárabes), al tiempo que levantaba el monasterio, que fue cedido a los monjes de la Orden de San Juan de Jerusalén, más tarde de Malta.

Interior de la iglesia de Wamba, en una imagen de los años cincuenta.
Interior de la iglesia de Wamba, en una imagen de los años cincuenta.Parroquia de Santa María de la O.

Maite Alonso, técnica de turismo de la iglesia, recuerda que los huesos que ahora están perfectamente colocados en el osario fueron extraídos de los alrededores del templo, de su interior y del monasterio. “No sabemos cómo era este conjunto en la Edad Media, ya que ha sufrido fuertes modificaciones. Pero sí que el concepto de cementerio, tal y como lo entendemos, es francés del siglo XIX. En el Medievo no se enterraba a la gente en los camposantos, sino en torno a las iglesias o monasterios”, explica.

Iglesia románica de Santa María de la O, en Wamba.
Iglesia románica de Santa María de la O, en Wamba.Ana Núñez Agudo

En la historia de este pequeño municipio (unos 300 habitantes) han confluido, al menos, cuatro reyes. El primero fue Recesvinto, que poseía una finca de recreo en los montes Torozos, dada la riqueza cinegética de sus bosques. Falleció en la localidad y fue enterrado en la iglesia. El segundo fue Wamba, su sucesor, un hombre mayor obligado por la nobleza a aceptar la corona vacante. Lo hizo el 1 de septiembre del 672, en Santa María de la O, momento en que el municipio cambió su nombre, porque hasta entonces se llamaba Gerticós, algo así como “entre ríos”. En el siglo XIII, Alfonso X el Sabio, que se consideraba heredero de los godos, trasladó los restos mortales de Recesvinto a Toledo. Haría lo mismo con los de Wamba, que había sido enterrado en el año 688 en el desaparecido monasterio de Monjes Negros de San Vicente en Pampliega, Burgos. Y el cuarto rey fue, en realidad, la reina consorte de León, doña Urraca de Portugal (1148-1211), enterrada en el monasterio colindante a la iglesia wambeña. Su cuerpo no se conserva.

Retablo de la iglesia parroquial de Wamba.
Retablo de la iglesia parroquial de Wamba.Ana Núñez Agudo

En Wamba todo gira en torno a la fascinante la iglesia de Santa María de la O y su plaza. La mezcla de estilos arquitectónicos (del románico al XVIII, pasando por el mozárabe o el cisterciense) configura un Bien de Interés Cultural muy bien conservado, a pesar de las penalidades provocadas por las diversas desamortizaciones, que acabaron casi por completo con el convento, hoy en manos privadas y sombra de lo que fue. De hecho, no queda ni una sola arcada de su claustro, solo las piedras de arranque en las que apoyaban los arcos del cenobio, aunque sí permanecen algunas celdas donde dormían los monjes, en las que se encuentra ubicado el osario. Se supone que el claustro fue trasladado, en algún momento del siglo XX, a Estados Unidos. “Pero la verdad es que no sabemos dónde está”, admite Juan Pablo Hervada, párroco de Wamba.

Lugar donde se levantaba el claustro desaparecido, a la izquierda muro del monasterio y en el centro, pozo.
Lugar donde se levantaba el claustro desaparecido, a la izquierda muro del monasterio y en el centro, pozo.Ana Núñez Agudo

La planta del templo es rectangular (18 metros de largo por 12 de ancho), dividida en nueve zonas delimitadas por arcos de herradura y tres ábsides. Según los especialistas, las ampliaciones del templo y la apertura de una plaza frente a él entre los siglos XIX y XX obligaron a vaciar las tumbas que durante siglos se habían excavado a su alrededor. “A finales de los años cincuenta, como consecuencia del Concilio Vaticano II, un corriente iconoclasta recorrió los templos españoles. Numerosas tallas antiguas y retablos fueron retirados de las iglesias y sustituidos por otros. Eso fue exactamente lo que sucedió con el retablo del siglo XVIII y con la pequeña talla de santa María de la O, del siglo XVII, que presidía el altar. Las mujeres de la localidad dijeron: ‘Muy bien, si no quieren los santos, se quitan, pero del pueblo no salen’. Por eso, fue guardada en un arcón de la casa parroquial. Gracias a aquellas valientes mujeres, hoy la imagen sigue entre nosotros”, recuerda Hervada.

Cuando el actual párroco conoció de su existencia, pidió su restauración y la colocó en el altar en el mismo sitio que ocupaba hasta su retirada. “Representa a Santa María de la Esperanza, una advocación con gran arraigo en el culto hispanogodo, lo que hace pensar a los expertos que sustituyó a una anterior románica perdida”, dice.

Sala que une la iglesia de Santa María de la O con la zona donde se encontraba el claustro.
Sala que une la iglesia de Santa María de la O con la zona donde se encontraba el claustro.Ana Núñez Agudo

La talla repuesta guarda, además, un curioso secreto. El 8 de septiembre, fiesta de la Natividad, en torno a las seis de la tarde, el sol atraviesa el ábside de la iglesia e ilumina directamente el rostro de la imagen. “Los que construyeron el templo, sin duda, conocían el movimiento de los astros y colocaron la imagen en el lugar exacto. Este mismo efecto se produce en la iglesia de Castrodeza, un pueblo que dependía del Priorato de Wamba y que está a pocos kilómetros”, explica el párroco.

La visita a la iglesia solo es posible los sábados, domingos y festivos, de 11.00 a 13.30 horas y de 17.00 a 19,30 horas. Pero es conveniente reservar en el teléfono 679 142 730, donde incluso se pueden concertar visitas para grupos en días laborables. “Pero es necesario”, insiste Hervada, “mostrarse respetuoso con la iglesia y el osario. Es un cementerio cristiano, no un escenario de cine, en una iglesia que lleva más de mil años de culto continuo”. En la última Semana Santa, 591 visitantes lo comprobaron.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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