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TIPO DE LETRA
Columna
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Insultantemente jóvenes

La juventud es un país extranjero con su propia moral, su propio idioma y sus propias ideas políticas

Una cámara polaroid; un rotulador; y un mensaje desde la acampada en la Puerta de Sol.
Una cámara polaroid; un rotulador; y un mensaje desde la acampada en la Puerta de Sol.MOKHTAR ATITAR
Javier Rodríguez Marcos

“¿Lucharías conmigo? ¿Me despreciarías?” Con estas preguntas se encamina al final Vida de Arcadio (Península. Grupo Planeta), las muy recomendables memorias de Arcadi Espada. Recomendables por dos motivos. Porque están escritas en una brillante segunda persona del singular ―esa que Juan Goytisolo aprendió de Luis Cernuda― que habría terminado llevando al ridículo a cualquiera menos capaz. También porque ilustra perfectamente el viaje de muchos intelectuales españoles del comunismo al conservadurismo. “Tú luchaste contra los capellanes. Yo lucho contra los capellanes. Los tuyos eran de derechas. Los míos son de izquierdas”, le dice el Arcadi de 2023 al Arcadio de 1979.

Aunque el hecho de que haya capellanes nuevos no hace desaparecer a los viejos, Espada ha preferido analizar el contraste que narrar la evolución. De ahí su novedad. Sin dejar de ser un relato de formación en la Barcelona posfranquista, Vida de Arcadio es sobre todo la biografía íntima de un puñado de ideas. De ahí el contraste. El contraste ―a veces coherencia― entre lo que pensaba su autor y lo que piensa. Casi tema por tema: del periodismo al terrorismo pasando por el nacionalismo, la verdad o la ficción.

Según Allan Bloom, tener alma requiere atesorar al menos una de estas tres experiencias: religiosa, cultural o política

Por eso importa tanto la pregunta final: ¿Me despreciarías? Toda brecha generacional ―ok, boomer― se resume en ella. En el cenit de la posmodernidad, Allan Bloom decretó que los jóvenes de los ochenta eran la primera generación sin alma. Nada que ver con el cristianismo. Según el filósofo estadounidense, tener alma requiere atesorar al menos una de estas tres experiencias: religiosa, cultural o política. Igual que el 11-S le quitó la razón a Fukuyama, el 15-M se la quitó a Bloom. Dicen que el pasado es un país extranjero, pero lo extranjero de verdad es la juventud. Y no la nuestra, la de nuestros hijos: otra moral, otros gustos y hasta otro idioma. Guste o no a sus mayores, los jóvenes de hoy tienen la ventaja de no llevar todavía en el currículum la responsabilidad de un ecocidio avanzado ni de una galopante desigualdad. Ni siquiera de los planes de estudio que los formatearon. Ya pondrán su granito de arena.

Mirando a la orilla neogeneracional conservadora, no sorprende que la España llamada a madrugar en el futuro por el momento prefiera trasnochar. O sea, politizarse en las mejores discotecas. ¡En algo habrá que gastar lo que te ahorras del Impuesto de Sucesiones! A la orilla progresista, entre tanto, llega una camada que tenía 10 años el 15 de mayo de 2011. Es el caso de Elizabeth Duval, que lo recuerda en Melancolía. Metamorfosis de una ilusión política (Temas de hoy. Grupo Planeta). Para ella, esa fecha es una suerte de mayo del 68. Haber “estado allí” no da ninguna legitimidad cuando en lugar de dar la batalla prefieres contarla, “arder que durar”. Ya lo avisaron los filósofos de la Agustín Parejo School: al contrario de lo que nos habían dicho, debajo de la playa están los adoquines. Eso es crecer: una constante recalificación de terrenos.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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