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Dionisia García, la poeta de 94 años que sigue escribiendo versos y ganando premios

Su obra ‘Clamor en la memoria’, un homenaje a su vida en compañía del marido, recientemente fallecido, ha sido galardonado con el Nacional de la Crítica

La poeta nonagenaria Dionisia García, fotografiada en su estudio, en Murcia, el 16 de mayo de 2023.
La poeta nonagenaria Dionisia García, fotografiada en su estudio, en Murcia, el 16 de mayo de 2023.ALFONSO DURÁN
Sergio C. Fanjul

“Algunas noches, antes de dormir, le digo: ¿Salvador, por qué no vienes? ¿Por qué no vienes y me dices algo? Pero solo hay silencio”, dice Dionisia García. Salvador Montesinos era su marido, que falleció el 21 de enero de 2021 (Dionisia recita la fecha con una solemnidad dolorosa) y desde entonces permanece callado. Ella cree que ese silencio viene de otro lugar que desconocemos, otro lugar donde Salvador vive ahora. “Soy creyente: no puede ser que pasemos un rato por aquí y luego ya no haya nada”.

La poeta de 94 años escribió un libro al recuerdo de las largas décadas que vivió con su marido, al que conoció en tiempos universitarios, y con el que tuvo cuatro hijos. Todavía se decían “te quiero”. El poemario, titulado Clamor en la memoria (Renacimiento), ha sido distinguido este año con el Premio Nacional de la Crítica en la modalidad de poesía. Era un libro que necesitaba escribir para llenar del algún modo la ausencia de quien siempre estuvo ahí, el que fue amante, amigo y apoyo, la persona con quien compartía las lecturas y el sentido del humor. Tenían mucho en común: Salvador nunca conoció a su madre, Dionisia perdió a la suya a los dos años. “La sombra que me ha dejado no se va a ir nunca”, lamenta. A su longeva edad, García sigue manteniendo una envidiable lucidez y pergeñando nuevos proyectos literarios, nuevos poemarios, tal vez una novela. “La poesía surge de la vida, para escribir poesía hay que vivir”, dice.

Álbum de fotos con recuerdos de Dionisia García.
Álbum de fotos con recuerdos de Dionisia García.ALFONSO DURÁN

No es una principiante: tiene una nutrida trayectoria de poemarios, relatos y aforismos. Nació en la localidad albaceteña de Fuente Álamo, en 1929, donde empezó de niña escribiendo obras teatrales para representar en los patios, sacó el bachiller en Albacete, se licenció en Filología Hispánica en Murcia y allí hizo familia y carrera literaria: se dice que en esta ciudad todo el mundo la quiere. Hasta tiene una calle (y otra en su pueblo natal) y un premio de poesía con su nombre. Es toda una institución en el panorama cultural de la urbe, que también reúne a otros poetas de renombre como Eloy Sánchez Rosillo o Ginés Aniorte.

Eso sí, debutó tarde, con 47 años, en 1976, con El vaho en los espejos. Es porque es muy perfeccionista. “Soy muy obsesiva con la corrección. Creo que cuando ponemos algo en la mesa del mundo es para que las personas se acerquen, y debemos tener cuidado, no hacer cualquier cosa, sino aquello que sale, más que del corazón, del alma”, apunta. Recibe a muchos jóvenes poetas a los que da consejo (“les ayudo, porque también me ayudaron a mí”), y su principal sugerencia es que no se den prisa. De la poesía de García se ha destacado, precisamente, la luminosa serenidad, y eso que ella se tiene por una mujer nerviosa que se ha ido domando. Salvador siempre le decía que, ante cualquier atisbo de ansiedad, se repitiera la frase “No pasa nada”, que ella ha tomado casi como un lema.

Dionisia García, durante la entrevista.
Dionisia García, durante la entrevista.ALFONSO DURÁN

Lo cuenta en una estancia de su casa de 200 metros cuadrados, en una calle céntrica, llena de recuerdos, muebles con solera, cuadros de artistas amigos y hasta una colección de quinqués. Álbumes de fotos que muestra con nostalgia al visitante. Antes vivían aquí hasta nueve personas, contando hijos y abuelos, ahora permanece la poeta, que pasa el tiempo entre visitas, tertulias, lecturas y el cultivo de los recuerdos de una vida tan larga, porque la memoria también se cultiva y se trabaja, y así da sus frutos. “Me gusta estar aquí, recordando el ayer”, dice la poeta.

Por las paredes cuelgan retratos de otras épocas, fotos con gentes de la cultura como Jorge Guillén (con el que tuvo fuerte amistad), Fernando Savater, Luis Antonio de Villena o María Kodama. Su pasión por Borges también la acredita un volumen en gran formato sobre el autor argentino que tiene sobre la mesa. Se considera nieta de la generación del 98 y la del 27, la gran tradición española. “Yo soy de la generación del 50″, explica, “de hecho, tuve gran amistad con Francisco Brines”. Su labor cultural no se limitó a la escritura: en 1979 cofundó la revista Tránsito, que llegó hasta 1983, y también fue coeditora en Bergar, donde publicó obra de José Ángel Valente, Jaime Siles o María Zambrano. Otros de sus poemarios son El engaño de los días (Tusquets, 2006), Las palabras lo saben (Renacimiento, 1993), Imaginaciones y olvidos (Huerga y Fierro, 1997) o el reciente Mientras dura la luz (Renacimiento, 2021).

“Este es mi cobijo”, dice refiriéndose al estudio donde trabaja, completamente forrado de libros, sobre todo de poesía, también de pensamiento (para García la poesía y el ensayo son géneros emparentados por la necesidad de precisión), ordenados por editoriales o por procedencias: Murcia, España, Estados Unidos. Sobre la mesa hay papeles con poemas manuscritos con letra cuidada, como si se le fueran presentando mágicamente y ella tuviera que pillarlos al vuelo como se atrapa una mariposa. “Los poemas se le presentan a una, pero una tiene que estar receptiva a los poemas y no distraída con otras cosas”, cuenta. El rapto poético no admite entretenimientos mundanos. “Estoy rompiendo muchos papeles últimamente, poemas de mi primera época en los que ya no me reconozco”, explica antes de ofrecer ensaladilla y pollo con patatas como almuerzo. “Tendremos que comer, ¿no?”. Y así sucede, entre tantos objetos y recuerdos, y esa foto de una reunión navideña con sus 15 nietos y bisnietos. Ahora, sin Salvador, ya no es lo mismo.

Un retrato de Dionisia García colgado en la pared de su estudio.
Un retrato de Dionisia García colgado en la pared de su estudio.ALFONSO DURÁN

Alaba la vida cultural de la ciudad de Murcia, y cuenta que va a comenzar a asistir a una tertulia que, por deferencia, van a celebrar en la cafetería debajo de su casa. ¿Cómo es ser poeta desde la periferia, lejos de los grandes centros donde se representa la vida literaria? “Yo creo que la poesía necesita silencio y reflexión, y creo que aquí hay menos ajetreo y distracciones que en las grandes ciudades”, explica.

Desde esa atalaya del tiempo a la que aúpa la edad avanzada, la poeta ve el mundo con extrañeza. Con la tecnología se maneja (prefiere Instagram a Facebook, dice), pero con razonables cautelas. “No puede ser que la tecnología vaya más rápida que las personas”, explica, “creo que la tecnología y el ser humano tienen que ir a la par”. El hiperconsumo también le parece condenable, sobre todo porque distrae de la espiritualidad y García es una mujer con hondas creencias religiosas: la fe le hace “tener confianza y esperanza”.

“Vivimos obnubilados con comprar cosas, con los grandes almacenas, pero incluso los más ricos, cuando mueren, se van sin nada”, piensa. “Este capitalismo exacerbado, ese deseo constante de comprar y poseer, nos distrae de la verdadera vida”, añade. De la cabeza está bien, aunque le fastidia notablemente cuando se le olvida un dato o un vocablo no acaba de encontrar su camino en el cerebro. “No me gusta nada, no me gusta nada cuando se me va una palabra… pero al final siempre aparece”.

Otro de los géneros que más ha trabajado García es el del aforismo, que recopila en el libro El pensamiento escondido (Renacimiento). Cuando se le pregunta qué es un aforismo, da una respuesta que parece uno: “Es una frase breve que deja al lector preparado para pensar”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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