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Una oreja en un glaciar para escuchar el planeta

Solimán López reclama el compromiso del arte para el futuro de la humanidad e investiga la posibilidad de albergar nuestra memoria digital en ADN dentro del hielo

Imagen promocional de la obra de Solimán López en el archipiélago noruego de Svalbard.
Imagen promocional de la obra de Solimán López en el archipiélago noruego de Svalbard.Lena von Goedeke

En el archipiélago noruego de Svalbard, el punto más septentrional del planeta, rodeado por los glaciares árticos, ya hace unos días que el sol no se pone nunca. La temperatura es suave considerado el lugar, tan solo -16º. El artista español Solimán López (Burgos, 42 años), pertrechado con un equipo térmico que solo deja ver sus ojos detrás de las gafas, camina por un glaciar situado 200 kilómetros al este de la ciudad de Longyearbyen, que con 2.075 habitantes es el mayor asentamiento de las islas y su capital. Equipado con un taladro de nieve, algo así como un sacacorchos gigante, está buscando un lugar idóneo para introducir la oreja bioimpresa que contiene un manifiesto artístico convertido en código ADN. Se trata del proyecto ganador de la primera residencia artística en el Ártico del Da Vinci Innovation Center de París, dirigida por la experta en biomateriales Vivien Roussel y realizada en colaboración con el Satellite Institute, creado por Maggie Coblentz (MIT Media Lab) y Lena von Goedeke en Svalbard, la Universidad de Washington y el apoyo de la Escuela Superior de Arte y Tecnología (ESAT) de Valencia.

“¿Por qué para seguir evolucionando como especie tenemos que repercutir negativamente sobre todos los ecosistemas que permiten la vida en el planeta? ¿Cómo podemos preservar nuestra memoria digital sin contaminar ni gastar más recursos?”. Para responder a estas preguntas, Solimán López ha creado el Manifiesto Terrícola, un proyecto que se desarrolla en dos planos: el conceptual, a través del texto que reivindica y reclama el compromiso activo del arte para el futuro de la humanidad y del planeta; y la materia que lo alberga, representada por una oreja humana femenina bioimpresa, formada por el manifiesto convertido en moléculas de ADN. El proyecto, que se desarrolló en diversas fases y con la colaboración de expertos internacionales, arrancó en diciembre.

La oreja que Solimán López ha bioimpreso enterrada en la nieve.
La oreja que Solimán López ha bioimpreso enterrada en la nieve.Lena von Goedeke

“Ante todo, el Manifiesto Terrícola fue convertido en código ADN por Javier Forment, bioinformático de la Universidad Politécnica de Valencia. Luego, un laboratorio especializado produjo las moléculas de ADN con aminoácidos. Estas moléculas, 17 en total, se enviaron al Da Vinci Innovation Center de París para ser encapsuladas en un hidrogel de colágeno, gracias a la composición identificada por la experta en bioimpresión de la Universidad de Washington Gwendolin Roote”, explica López, que viajó a Svalbard el pasado 15 de abril con la oreja finalmente impresa y conservada en una solución de gelatina en la maleta.

Una vez allí realizó dos acciones performativas: una consistió en introducir la oreja en el glaciar y la otra en revelar el contenido del Manifiesto Terrícola. “Busqué una cueva subterránea de las que se abren de forma extemporánea en el hielo del glaciar y leí en voz alta por primera vez el texto, un acto simbólico para demostrar mi voluntad de compromiso con la supervivencia del planeta y con la pervivencia de nuestro legado como humanos”, continúa López, destacando que el proyecto plantea la posibilidad de conservar eternamente nuestra memoria digital en un objeto biológico que como tal no contamina, no requiere gastos de energía eléctrica o de otro tipo y, sobre todo, no interactúa con el entorno a nivel molecular y, por tanto, no genera cambios o perjuicios al planeta. La oreja no lleva instrucciones, pero como todos los objetos fuera de contexto que han sido hallados a lo largo de la historia de la humanidad, si en el futuro fuera encontrada, sin duda generaría preguntas y daría pie a una investigación.

La oreja bioimpresa en el laboratorio.
La oreja bioimpresa en el laboratorio.Lena von Goedeke

López estrenará la obra a primeros de junio en el marco del Istanbul Digital Art Festival y del 15 de junio a finales de julio la expondrá en una muestra individual, comisariada por Humberto Valdivieso, en el centro cultural UCAB de Caracas con la colaboración de Fundación Telefónica y la Embajada de España en Venezuela. También la presentará en un congreso de expertos en nuevas tecnologías en el Museo del Futuro de Dubái en septiembre. “La oreja se concibe como una obra de arte seriada y como tal se expondrá en ferias y galerías. A nivel expositivo presentamos la réplica de la oreja, el Manifiesto, imágenes y un documental en torno a la obra tan pronto como consiga la financiación para finalizarlo”, explica el artista.

Desde la que Van Gogh se cortó (o que le cortó Gauguin durante una discusión, según otras versiones) hubo muchas orejas en la historia del arte. Stelarc se injertó una en el brazo para contar con un dispositivo de escucha biónico, Diemut Strebe creó una con células de cartílago de un tataranieto de Theo van Gogh, hermano del célebre pintor holandés, y Joe Davis introdujo en el ADN de una oreja de ratón la imagen de la Vía Láctea. Por su parte, Solimán López, artista con una larga trayectoria en los nuevos medios tecnológicos, ha creado ya otras obras con ADN como OLEA, que se estrenó en Arco o el Harddiskmuseum, demostrando que se trata de una válida alternativa de futuro para almacenar información digital. “En la era de las falsificaciones y la inteligencia artificial empoderada, cualquier historia personal es posible. Lo difícil es crear historias colectivas que nos cambien e influyan en todos. Mi trabajo no habla de mí en primera persona, sino de nosotros”, concluye el artista, que no quiere revelar a quién pertenece el modelo original de la oreja.

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