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Ann Patchett, escritora: “Todas mis ideas sobre el oficio de escribir las he aprendido de Snoopy”

La autora estadounidense publica ‘Estos días preciosos’, una colección de ensayos escritos en su mayoría durante la pandemia con la muerte como hilo conductor

Ann Patchett
Ann Patchett, en su librería de Nashville, Parnassus Books, en 2019.ERIC RYAN ANDERSON (New York Times / ContactoPhoto)

Son las ocho de la mañana en Nashville, unos días después de que una exalumna de una escuela cristiana abatiera a tiros a seis personas, entre ellos a tres niños de 9 años. Profundamente afectada, Ann Patchett (59 años, Los Ángeles), que se trasladó a la capital de Tennessee siendo una niña de seis años, muestra más interés por hablar de lo que significa el atentado que de sus propios libros. Lo primero que le viene a la cabeza es cómo se vivió la tragedia desde Parnassus Books, la librería independiente que fundó hace 12 años. “La escuela dista apenas una milla [1,6 kilómetros] de la librería”, dice instantes después de responder a la videollamada. “El atentado fue un lunes, el martes a primera hora subimos un vídeo a la Red invitando a la gente a venir y la respuesta fue abrumadora. Los padres se presentaron con sus hijos, algunos incluso con sus perros. Fue algo muy especial. Cuando sucede algo así, nadie sabe cómo reaccionar. Había un deseo generalizado de compartir apoyo y afecto, de hacer algo, aunque no se supiera exactamente qué”.

Autora de media docena de títulos de no ficción y ocho novelas, entre las que cabe destacar Bel Canto (2001), Comunidad (2016) y La casa holandesa (2019), todas ellas traducidas al castellano, Ann Patchett es una persona sencilla, que apenas da importancia a sus logros. No lo menciona en ningún momento de la conversación, pero hace dos semanas fue distinguida con la Medalla de las Humanidades por su trayectoria literaria, en una ceremonia en la Casa Blanca [el 21 de marzo] en la que el presidente, Joe Biden, también reconoció la labor de Bruce Springsteen, Richard Blanco, Amy Tan y Colson Whitehead, entre otros artistas y escritores.

Ann Patchett y Joe Biden en la Casa Blanca, el 21 de marzo.
Ann Patchett y Joe Biden en la Casa Blanca, el 21 de marzo.Al Drago (Bloomberg)

Acaba de aparecer en español Estos días preciosos, su libro más reciente, singular colección de ensayos en los que la autora reflexiona acerca de temas tan distintos como los desafíos a los que se enfrenta quien decide dedicar su vida a la escritura, las trampas y falsedades de la fama literaria, la intensa amistad que trabó con la ayudante personal de Tom Hanks, víctima de un cáncer en fase terminal, con quien vivió de cerca los últimos meses de su vida, o la trayectoria literaria de un escritor tan improbable como Snoopy, el inolvidable beagle de Charlie Brown.

“El ensayo personal es algo que se nutre directamente de tu vida. Escribí la mayor parte de los textos durante la pandemia, en un momento que giraba en torno a mi amistad con Sooki, la asistente de Tom Hanks, con quien colaboré en un proyecto profesional con motivo de la publicación de un libro de Hanks, tras lo cual el actor accedió a dar voz a un audiolibro mío. La muerte es el hilo conductor del libro, pero no abordo el tema desde una perspectiva negativa, sino como algo inextricable de la textura misma de la vida”.

Patchett se inscribe en la gran tradición de ensayistas estadounidenses, entre los que destaca como influencias de mayor relieve a William Maxwell, David Foster Wallace y Judith Thurman, a quienes añade a la británica Zadie Smith. Pero es en el ámbito de la ficción donde más llamativo resulta el nombre de quien más ha influido en ella, un escritor que no es hombre ni mujer, Snoopy, el perro de Charlie Brown, a quien le dedica uno de los ensayos más deliciosos del libro. ¿Lo dice en serio?

“Absolutamente. Un editor me propuso escribir sobre los personajes de Peanuts e inmediatamente pensé en Snoopy. No había vuelto a leer las tiras cómicas de Schulz desde la infancia y cuando lo hice comprobé con asombro que todas mis ideas sobre el oficio de escribir las había aprendido de Snoopy. La tensión que conlleva escribir algo, mandárselo a un editor, esperar su reacción, encontrar a alguien que te quiera publicar, los rechazos, encontrar un agente. Snoopy pasó por todo eso y su lucha es algo que absorbí siendo niña, pero lo más importante es su vida interior como escritor. Snoopy se identificaba con los personajes a los que daba vida en su imaginación y los vivía en su cabeza. Se veía a sí mismo como un escritor fracasado. Se enfurecía y golpeaba el buzón y tiraba el plato de comida y se sentía frustrado y hundido, pero la semana siguiente cogía la máquina de escribir y se subía al tejado de su caseta y se ponía a trabajar, todo eso es una parábola perfecta de la vida del escritor”.

Portada de la colección de ensayos 'Estos días preciosos', de la editorial Adn.
Portada de la colección de ensayos 'Estos días preciosos', de la editorial Adn.ADN

En otro ensayo, Patchett reflexiona acerca del carácter efímero de la literatura a propósito de John Updike, que ejerció sobre ella una influencia enorme durante sus años de formación. Cuando recientemente lo volvió a leer, comprobó con asombro que había dejado de interesarle. “A medida que iba avanzando, mi interés se fue disipando hasta desaparecer por completo. Es el destino de muchos de los escritores que hoy nos parecen importantes. La literatura está tan sometida a los dictados de la moda como la ropa, lo que se lleva hoy está desfasado al año siguiente. Releer a los que en un momento fueron grandes es un ejercicio peligroso. Pienso en Saul Bellow y Philip Roth. Leerlos hoy es una experiencia diferente. Los casos de Updike, Bellow y Roth, que tanta importancia le daban a un asunto así, me hicieron pensar que hoy ya nadie escribe sobre sexo”.

Otra muestra del sentido del humor con que Patchett aborda sus temas es el ensayo titulado Lo que la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras me enseñó sobre la muerte. “Cuando voy a un cementerio y veo que en ninguna de las lápidas está mi nombre, pienso: ‘Bueno, todavía no estoy aquí'. Cuando ingresé en la academia fui a la galería de retratos de sus miembros, donde los rostros de los que aún están vivos están entremezclados con los de los muertos y pensé que algún día alguien contemplaría el mío después de mi muerte. Unas semanas después recibí una carta comunicándome la muerte de Denis Johnson, con su nombre inscrito en una tarjeta. A partir de entonces empezaron a llegar tarjetas con más nombres: Sam Shepard, Ursula K. Le Guin, Philip Roth, Tom Wolfe…”.

Patchett se interrumpe, desaparece de la pantalla y al cabo de un momento regresa con una cajita de madera en la que acumula las tarjetas de los escritores muertos, como si fuera un ataúd colectivo. “El último fue Alfred Leslie, el pintor”, señala.

Pero como ella misma se apresura a señalar, la muerte no es más que la excusa para afirmar los aspectos más positivos de la existencia, y en su caso nada irradia más vitalidad que su dedicación a Parnassus Book. Convertida en uno de los puntos neurálgicos de la vida cultural de Nashville, según Patchett, la librería es mucho más importante que sus propios libros.

“Parnassus Books ha hecho más por la literatura que nada de lo que he escrito. Hemos creado un espacio que celebra la lectura y el trabajo de otros escritores. Dedicamos un papel protagonista a los niños. Hemos creado una fundación que, entre otras cosas, financia el costo de libros que hacemos llegar a niños pobres que no pueden adquirirlos. Llevamos a escritores de raza negra a las escuelas de los barrios. Está demostrado que los niños que leen tienen más posibilidades de abrirse paso con éxito en la vida”.

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