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CONVERSACIONES A LA CONTRA

Violeta Gil: “Vivimos la pérdida de los ritos católicos, habrá que inventar otros”

La vida de la autora comenzó, como titula su libro ‘Llego con tres heridas’, marcada por la herida de la muerte, su padre se suicidó tres meses después de que ella naciera, pero también por la del amor

Violeta Gil, el 19 de enero en una cafetería de Madrid.
Violeta Gil, el 19 de enero en una cafetería de Madrid.Andrea Comas
Rut de las Heras Bretín

Hay vidas irremediablemente unidas a muertes. Una de ellas la vive Violeta Gil. Su padre se suicidó tres meses después de que ella naciera. Y a partir de ahí, todo lo demás: el dolor, el silencio, el no saber, también el amor y la distancia. La distancia de ni siquiera haber oído su voz y ser una presencia constante. En esta paradoja de unión y distancia habita Gil (Hoyuelos, Segovia, 39 años), autora de Llego con tres heridas (Caballo de Troya, 2022), una catarsis que ahonda en la herida del amor, de la muerte y de la vida (Serrat, Joan Baez y Miguel Hernández aparecen en los agradecimientos del libro) que toman la voz de su abuelo paterno, de su madre y la suya, principalmente, además de quienes rodearon a su padre.

Pregunta. ¿Cómo nos relacionamos con la muerte?

Respuesta. No la sabemos llevar. Mi relación con la muerte ha cambiado durante el proceso de escritura del libro. Hace un tiempo estaba como por encima, pensaba: “Yo he nacido con esto, no me afecta como a otra gente. Puedo permitirme hacer bromas macabras”. Menospreciaba los duelos largos. Esto hace que dé la sensación de dura, de persona que lo aguanta todo. Y encima me parezco a él, soy lo que queda de mi padre. Eso es una responsabilidad, aunque las personas de mi alrededor no han querido cargármela. Cada uno lidia con la muerte de maneras diferentes y creo no deberíamos juzgarlo.

En la sociedad contemporánea, con la obsesión que tenemos por la juventud, todo lo relacionado con la muerte, con lo caduco y lo viejo, se ha ido relegando. Entre eso y que el mundo capitalista lo que pide es producción, rapidez y sobreponerte a las cosas no creo que estemos en un buen momento de relación con la muerte. El capitalismo es dar apariencia de que todo es fácil. En las ciudades se vive una ficción con respecto a la muerte. No está presente. No está tan desaparecida en los pueblos, en los que el catolicismo aún tiene peso: velar a los muertos, llevarlos al cementerio, visitar las tumbas, ponerles flores. Los ritos existen por alguna razón, por un lado, son muy castrantes, pero también se originaron por necesidades humanas como lidiar con la muerte, con lo incomprensible, con lo que no sabemos cómo funciona. Vivimos un momento histórico de pérdida de esos ritos, creo que habrá que inventar otros.

Somos muy centralistas. Damos la espalda a los pueblos y a nuestro pasado colonial

P. ¿Y con el suicidio?

R. Es un tabú mayor y hay que ponerlo sobre la mesa. Intentar entender: ¿qué significa?, ¿por qué ocurre? ¿cómo enfrentarnos a ello? Hablar de prevención y de cómo lidiar con él cuando sucede, porque no va a dejar de suceder. Saltar esos muros inquebrantables de incomprensión. La incomprensión solo genera dolor. La comprensión siempre va a aliviar.

P. En Llego con tres heridas expone su intimidad y la de familiares cercanos. ¿Alguien le ha puesto alguna pega por abrirse en canal?

R. A mi abuelo, que está a punto de cumplir 99 años pero sigue superlúcido, le cuesta. Lo que más le gustó de mi libro de poemas, Antes de que tiréis mis cosas (Arrebato, 2019), fue la parte en la que hablaba de él. Eso me alivió un poco, pensé que este no le importaría tanto; pero, claro, es diferente. Me dijo que no le gustaba el enfoque. Es totalmente comprensible. El libro habla de una persona a la que ha rodeado el silencio, que no ha querido sacar esos temas, y llega su nieta y lo pone todo por escrito para que lo pueda leer todo el mundo. Para él no debe de ser fácil.

También tengo primos que me han dicho que no sabían nada. Un amigo de mi padre ha contactado conmigo a raíz del libro. Otro amigo cercano, que conozco desde el instituto, me escribió en un correo que sentía no haberme preguntado más, no haberme acompañado más. Que creía que me valía sola, no imaginaba hasta qué punto me afectaba. Pero no es su responsabilidad, es la mía porque yo no permitía esa ayuda.

Violeta Gil, el 19 de enero en una cafetería de Madrid.
Violeta Gil, el 19 de enero en una cafetería de Madrid.Andrea Comas

P. Las conversaciones con su abuelo ―militar jubilado que cuando tenía 19 años fue destinado a Guinea― dan para sacar a colación partes del pasado silenciado de España.

R. Sí, vivimos de espaldas a la muerte, pero también hay otros asuntos en el libro que están invisibilizados. El caso de Guinea [Ecuatorial], otras historias coloniales están un poco más presentes, aunque insuficientemente, pero lo de Guinea es una barbaridad. Empecé a investigar y había muy poco material. En el colegio nadie te lo cuenta, ¡y fue colonia hasta el 68, que se dice pronto!

Tampoco miramos a la provincia, cuando pasas tiempo en provincias te das cuenta de cuán centralistas somos en todo, en literatura, en el arte, en política ¡lo que más! Y las quejas son totalmente fundadas. Vivimos de espaldas a los pueblos, a las colonias y seguimos teniendo la sensación de país madre.

P. La última parte del libro está marcada por el final de una relación de pareja, ¿considera las rupturas sentimentales duelos?

R. Me recuerdo escribiendo sobre mi ruptura y dándome cuenta de que lo estaba haciendo como si fuera un duelo, y, por una parte, es así. Pero, por otra, me sentía mal porque no es comparable con el final de la historia de mis padres, con cómo mi madre perdió a su pareja. Sea como sea es una pérdida y aquella la viví como un duelo. Hay un tipo de dolor y de incapacidad para salir al mundo que es comparable al duelo por la pérdida física de una persona.

P. Poeta, filóloga, actriz, traductora, fundadora de la compañía La tristura ¿qué más quiere ser de mayor?

R. Creadora escénica y escritora, que para mí están muy cerca. Estudié interpretación, pero no me siento cómoda ahí. Cuando me di cuenta fue un momento liberador, descubrí lo que no quería hacer. Aun así, tengo algún papel pendiente. El mundo ha cambiado y en este sentido me beneficia: hay muchas cosas que me interesan y necesito investigarlas. Ahora mismo estoy con un proyecto de teatro que me hace mucha ilusión y se estrenará en febrero de 2024.

La parte más desagradable es que esto no ocurre porque haya más opciones, la precariedad juega un papel importante: la vida te obliga a hacer más cosas. En estos últimos años he tenido trabajos que me han gustado, pero me hubiera gustado más no verme en esa necesidad porque pudiera centrarme en lo que de verdad quiero y vivir de eso. Pero no. Si mi situación económica fuera otra, no lo hubiera hecho. Las traducciones, sí. Es muy poco dinero, son un puro gesto de amor. Ahora, tengo ganas de escribir ficción, se está formando una historia en mi cabeza que me gustaría explorar. La escritura de poemas va en paralelo, tengo bastantes que creo que sacaré el año que viene o dentro de dos años.

Hay que hablar del suicidio, de cómo lidiar con él cuando sucede, porque no va a dejar de suceder. Saltar los muros de incomprensión que solo generan dolor. La comprensión siempre va a aliviar

P. ¿Cómo logra que los lectores se sientan identificados con su historia?

R. No lo sé, siempre me lo pregunto cuando me lo dicen. Ocurre también con películas como Aftersun o Verano 1993, creo que es la tensión generacional, algo que te habla de tu país, de algo que conoces y comprendes. También tiene que ver con poner lo humano en el centro. Estamos deshumanizados y cuando alguien se acerca con humanidad a un tema, te apela; aunque no sea equivalente a tu historia. Yo he hecho ese ejercicio en este libro.

P. Al final del libro deja unas notas en las que busca a una persona y una carta, ¿han aparecido?

R. No. Pero todavía confío.

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