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Yakichiro Suma: el espía japonés que se infiltró en la vida cultural madrileña y dejó un legado de arte español

El ministro plenipotenciario nipón en Madrid entre 1941 y 1946 acumuló una importante colección de piezas todavía en proceso de catalogación porque muchas desaparecieron tras la Segunda Guerra Mundial

Almuerzo en la embajada de Japón ofrecido por el embajador Yakichiro Suma (sexto desde la izquierda de los que están de pie) a los toreros Manuel y Pepín Martín Vázquez.
Almuerzo en la embajada de Japón ofrecido por el embajador Yakichiro Suma (sexto desde la izquierda de los que están de pie) a los toreros Manuel y Pepín Martín Vázquez.EFE

Un espía japonés que se infiltró en la vida cultural madrileña durante el franquismo dejó al Museo de Arte de la Prefectura de Nagasaki parte de una colección de varios centenares de obras de arte español cuya catalogación se viene realizando desde hace décadas. La llamada Colección Suma consta de al menos 1.760 retablos, relieves, grabados y óleos españoles de los siglos XV al XX que fueron comprados en España y otros países de Europa por Yakichiro Suma, ministro plenipotenciario de Japón en Madrid entre 1941 y 1946. Atsushi Morizono, comisario del Museo de Arte de la Prefectura de Nagasaki, se ocupa en la actualidad de traducir y desglosar 28 cuadernos en los que Suma anotó a mano en japonés, inglés y español, datos sobre la procedencia, el precio de compra y el destinatario de esas piezas.

En la actualidad sigue sin conocerse el paradero de muchas de estas creaciones. Según Morizono, en su institución se alojan solo 501 obras cedidas por el diplomático antes de su muerte en 1970 o compradas por el museo en adquisiciones posteriores. El resto quedaron en museos españoles, colecciones privadas o continúan sin localizar. El lote incluye numerosos retablos anónimos del siglo XVI y obras de Bartolomé Esteban Murillo y de Goya, además de pintores como Joaquín Sorolla, Mariano Fortuny, José Gutiérrez Solana o Antonio Gómez Cano.

Cuando Yakichiro Suma llegó a Madrid, a sus 48 años, España era un país oficialmente neutral y afín a los intereses nipones por su oposición al comunismo soviético y por simpatizar con las otras dos naciones que formaban con Japón el núcleo de la alianza del Eje, Alemania e Italia. Suma presentó credenciales ante Francisco Franco en febrero de 1941 y su gran interés por el arte quedó plasmado en el subtítulo de una crónica que le dedicó el diario Dígame del 18 de marzo: “Doce visitas al Museo del Prado en los treinta días que lleva en Madrid”.

Empezó a aprender español y no tardó en cautivar a los círculos culturales cercanos al poder. Antes de que Japón atacara Pearl Harbor, en diciembre de 1941, ya había sido retratado por uno de los pintores españoles más influyentes del momento, Daniel Vázquez Díaz. Su obra Retrato de Yakichiro Suma (1941) muestra al diplomático empuñando una katana y ataviado con un quimono cuyos recios pliegues permiten al maestro onubense lucir la técnica de estructuración geométrica cercana al cubismo característica de su pintura.

En mayo de 1942, Suma figura como uno de los 11 miembros fundadores de la Academia Breve de Crítica de Arte, un grupo creado por el escritor catalán Eugenio d’Ors y que con sus exposiciones del Salón de los Once impulsó nombres que definirían la escena plástica española de las décadas posteriores, como Manolo Millares, Josep Guinovart o Antoni Tàpies. Los cuadernos confirman la continua relación del enviado japonés con la élite cultural de un país que a lo largo de la Segunda Guerra Mundial representó los intereses diplomáticos de Japón en el mundo y apoyó sus actividades de espionaje.

Antes de viajar a España, Yakichiro Suma estuvo destinado en el Reino Unido, Alemania y China. Fue nombrado cónsul general en la ciudad china de Nankin en 1933, en medio de la expansión nipona en Asia, la aún reciente invasión de Manchuria y la retirada de Japón de la Liga de las Naciones. Durante su estadía en China, Suma acumuló un importante número de obras de artistas de ese país contemporáneos que donó al Museo Nacional de Kioto. La página web de esta institución las presenta hoy como “una de las piedras angulares” de su colección. Ocupó también el cargo de ministro consejero en la embajada japonesa de Washington y fue director general de la Oficina de Inteligencia y portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores de su país.

Yakichiro Suma y Francisco Franco en el Palacio de Oriente, el 20 de febrero de 1941.
Yakichiro Suma y Francisco Franco en el Palacio de Oriente, el 20 de febrero de 1941.EFE

Según el profesor Morizono, Suma compraba tanto en galerías madrileñas como en anticuarios del Rastro o directamente a conocidos, amigos o personalidades de la sociedad madrileña, como el diplomático austriaco y propagandista nazi Josef Hans Lazar. El origen de los fondos con los que pagaba sus adquisiciones no está claro, aunque se sabe que Suma contaba con asignaciones especiales para gastos relacionados con la atención consular a los ciudadanos japoneses residentes en países americanos y pagos para su red de espionaje.

Su faceta social como asiduo anfitrión o invitado a fiestas y reuniones culturales a las que asistían, además, importantes políticos, críticos y escritores, pintores y toreros, quedó documentada en la fototeca de la Agencia EFE.

El gran ausente en esas fotografías es Ángel Alcázar de Velasco, falangista, exbanderillero y espía, que le fue presentado a finales de 1941 por el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, para organizar una red de informantes españoles que se denominaría Tō (”Oriente”, en japonés). La organización estuvo integrada por periodistas y otros profesionales españoles que recolectaban información en países americanos donde Japón no podía tener embajadas y la enviaban cifrada a Madrid para que Suma la transmitiera desde la legación nipona a Tokio vía Berlín.

El historiador Florentino Rodao, autor de Franco y el Imperio japonés, un estudio pormenorizado de la abrupta relación del régimen con el Gobierno de Tokio, asegura que los informantes de la red Tō eran falangistas españoles residentes en Estados Unidos. Aunque los servicios de inteligencia norteamericanos descodificaron gran parte de los mensajes enviados a los japoneses, Rodao afirma que la información más relevante conseguida por España para su aliado asiático fue el envío de tropas estadounidenses a Guadalcanal, en las entonces islas británicas Salomón, en el Pacífico sur, y referencias vagas a un nuevo artefacto explosivo que resultó ser la bomba atómica.

En abril de 1945, España rompe relaciones tras las masacres de españoles por parte del ejército nipón en las Filipinas y Suma es puesto bajo arresto domiciliario hasta que en enero de 1946 se convierte en uno más entre el centenar de japoneses que son devueltos a su país a bordo del Plus Ultra, la nave española enviada para repatriar los supervivientes de la batalla de Manila.

Los bienes de Suma fueron retenidos y más de 300 obras quedaron depositadas en el Museo Cerralbo de Madrid como parte del Servicio de Bloqueo de Bienes Extranjeros del Ministerio de Asuntos Exteriores. En un artículo del diario ABC, fechado el 15 de agosto de 1943, el crítico de arte Cecilio Barberán asegura que Suma tenía en su “casa museo” unas 2.400 obras.

Suma fue detenido por las Fuerzas de Ocupación Aliadas sospechoso de ser criminal de guerra y liberado en 1948. Después ingresó en la política y se convirtió en representante de la Unesco en Japón.

Luis Nieto Antúnez y otras personalidades asisten a un almuerzo ofrecido por el embajador japonés, Yakichiro Suma, el 25 de febrero de 1944.
Luis Nieto Antúnez y otras personalidades asisten a un almuerzo ofrecido por el embajador japonés, Yakichiro Suma, el 25 de febrero de 1944.EFE

En Madrid, un amigo suyo, Luis Nieto Antúnez, ingeniero hermano del exministro de Marina Pedro Nieto Antúnez, lo representó en la gestión de su colección y realizó una compra de 189 obras del depósito del Museo Cerralbo autorizada por el Gobierno.

Según Morizono, la donación de Suma a Nagasaki fue, en parte, fruto de su frustración por no haber logrado detener con su información una guerra que concluyó con la bomba atómica que devastó la ciudad tres días después de la de Hiroshima, el 9 de agosto de 1945. Se espera que la traducción de Morizono ponga fin a la catalogación total del legado artístico de un espía que idealizó sus acciones en una frase de su libro Historia Secreta de la diplomacia: “Lo primordial de la diplomacia es el entendimiento. Y el arte es el idioma universal que prescinde del diccionario”.

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