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Crítica | Benedetta
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Benedetta’, la peste de la inquisición

Hay depravación, sacrilegio y provocación, pero también deseo, pasión y amor, siempre sobre la base del éxtasis del cuerpo gracias a Verhoeven

Virginie Efira, en 'Benedetta'. En el vídeo, tráiler de la película.
Javier Ocaña

“Si el amor que me tenéis, / Dios mío, es como el que os tengo; / decidme: ¿en qué me detengo? / o vos, ¿en qué os detenéis?”, escribió Santa Teresa de Jesús en el poema Coloquio de amor. Con la llegada a las salas españolas de Benedetta, polémica película de Paul Verhoeven basada en la novela de Judith C. Brown, Afectos vergonzosos. Sor Benedetta: entre santa y lesbiana, publicada en 1989, acerca de una monja real de principios del siglo XVII, objeto de un proceso inquisitorial, vuelven a resonar los versos de la mística española pues de deseo y delirio, gozo y pasión, carnalidad y sumisión, fisicidad y espiritualidad, visiones y (supuestos) milagros están llenas ambas vidas.

Por ahí pululan también obras audiovisuales españolas como Extramuros, de Miguel Picazo, basada en la novela de Jesús Fernández-Santos, la serie Teresa de Jesús, de Josefina Molina, o el acercamiento de Ray Loriga en Teresa: el cuerpo de Cristo, con los que tanto tiene que ver Benedetta, pese a sus rotundas diferencias estilísticas y de tono, en su retrato del desafío al poder, el de la propia obra y el de sus personajes, en tiempos de inquisiciones varias. Porque, más allá de la controversia en torno al sexo y al profundo erotismo de la apuesta de Verhoeven, su historia habla sobre todo de corrupción. Quizá espiritual, pero sobre todo moral y eclesial; de poderes adulterados; de juicios públicos mucho más peligrosos que los pecados de sus acusados; de crímenes con la excusa de la fe y la salvación.

El medievalismo y su sangre, sus hogueras de destrucción, aún pueden pervivir en una sociedad como la actual, donde además concurre una peste desgraciadamente semejante a la de la película, que acaba con las vidas por contagio mientras la autoridad se lava las manos y la masa del pueblo se alía con quien más conviene a cada momento.

Por supuesto que en Benedetta hay depravación, sacrilegio y provocación. Pero también deseo, pasión y amor, siempre sobre la base del éxtasis del cuerpo. Y Verhoeven, especialista en el erotismo del fornicio, con la mirada que se le presupone al autor de Instinto básico y Showgirls, lo representa alejándose del realismo en actitudes y hasta en físicos. Virginie Efira, con un imponente trabajo interpretativo, muy exigente en todos los aspectos, aparece con pinta contemporánea para desafiar al poder del pasado y quizá también al del presente. La irrealidad del maquillaje y de la peluquería forma parte del fastuoso espectáculo de Verhoeven, pero quizá lo mejor de Benedetta esté en la parte final, la de las hogueras palpables y metafóricas, más que en el núcleo central, el de la voluptuosidad y la cópula.

BENEDETTA

Dirección: Paul Verhoeven.

Intérpretes: Virginie Efira, Lambert Wilson, Daphne Patakia, Charlotte Rampling.

Género: drama. Francia, 2021.

Duración: 131 minutos.

 

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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