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Chillida y Tàpies se funden en un abrazo

El museo del escultor vasco acoge como huésped de honor al artista catalán en una exposición repleta de complicidades

Mikel Ormazabal
Luis Chillida y Mireia Massagué, directora de Chillida Leku, observan este jueves la obra de Tàpies 'Sabatilla' (1986).
Luis Chillida y Mireia Massagué, directora de Chillida Leku, observan este jueves la obra de Tàpies 'Sabatilla' (1986).Javier Hernández

La última vez que Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) y Antoni Tàpies (Barcelona, 1923-2012) se vieron fue en septiembre de 1998 en el Macba de Barcelona. Entonces intercambiaron palabras de afecto mutuo y aquel momento acabó siendo una despedida para siempre. Ambos, ya fallecidos, se reencuentran ahora en el museo del artista vasco. Son sus obras las que dialogan décadas después en el interior del caserío Zabalaga. Es un abrazo artístico entre dos creadores que dejaron una huella profunda en la evolución del arte moderno y contemporáneo.

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Es la primera vez que el caserío Zabalaga, una obra en sí misma dentro del museo Chillida Leku, abre sus puertas a otro artista. Tàpies es el huésped de honor, el invitado elegido por los Chillida para protagonizar una exposición cargada de simbolismos, complicidades, guiños artísticos y biografías paralelas. Tàpies en Zabalaga contiene una selección de 17 obras del creador catalán (nueve esculturas, dos murales, tres pinturas y tres libros de artista) fechadas en la década de los ochenta. Para Mireia Massagué, directora del museo, “solo podía ser Tàpies; no podía ser otro”.

Tàpies y Chillida ya se habían profesado admiración recíproca en varias dedicatorias que intercambiaron en vida. “Desde la gravedad insistente / te saludo Tàpies / en tu asombro / certidumbre / duda / en tu lucidez rebelde / simetría heterodoxa”. Este manuscrito sin datar pertenece al escultor vasco. En 1960, recibió un libro de Tàpies dedicado así: “A Eduardo Chillida, con todo el afecto y admiración de Tàpies”. El imponente mural Huella de cesta sobre ropa (1980), que el pintor barcelonés regaló a su amigo y cuelga hoy de una de las paredes de la exposición, presidió durante muchos años el salón de la casa de los Chillida. “Tàpies es más que un artista; yo lo veo como un amigo de mi padre”, ha confesado Luis Chillida en la presentación de la muestra.

'Cabeza vendada' (1989), de Tàpies, se expone en el museo Chillida Leku.
'Cabeza vendada' (1989), de Tàpies, se expone en el museo Chillida Leku.Javier Hernández

Esa amistad y la conexión profesional que entablaron están en el origen de la decisión de elegir a Tàpies como el primer artista invitado de Chillida Leku. Sus vidas convergieron en diferentes momentos históricos y creativos, coincidieron en la Bienal de Venecia de 1958, en la galería Maegth de París y tuvieron relación con el ceramista alemán Hans Spinner. El trato de la materia, la voluntad de trascenderla para llegar a la espiritualidad, el gusto por la filosofía y la poesía o el interés por el espiritualismo oriental estrecharon la relación de ambos. Hay un elemento añadido que les unió: la tierra chamota. Este material es sobre el que pivota la muestra de Zabalaga.

Chillida ya había trabajado con el barro cocido en los hornos que Maegth ponía a su disposición antes de que Tàpies comenzara a experimentar con la tierra chamota a comienzos de los ochenta. Aquel le insistió para que se adentrara en este mundo y se pusiera en manos de Spinner. Sabatilla (1986), una zapatilla en tierra chamota de dimensiones desproporcionadas, abre la muestra y evoca a Picasso, quien solía recibir en su casa en zapatillas y ropa de casa. Al lado de esta pieza, una mesa de despacho que recuerda el escritorio de su padre, y Cántaro y bota (1987), creada con la técnica del ensamblaje y fruto de la influencia que recibió del surrealismo y la radicalidad del dadá.

Un profundo deseo de conocer

Nausica Sánchez, responsable del área de educación de Chillida Leku, explica que la exposición “no busca hacer una lectura teórica ni cronológica de la obra de Tàpies”. Se trata de, añade, “revisitar la figura de un artista plástico fundamental cuya trayectoria artística ha coincidido en determinadas ocasiones con la de Chillida”. “Las obras de ambos artistas están selladas por un profundo deseo de conocer. Es esa sed de conocimiento que, junto con una clara voluntad de transformación de la consciencia a través del arte, les ha guiado en sus procesos artísticos”, remarca Sánchez en el catálogo de la exposición que se publicará a comienzos de julio.

En la parte central de la muestra se sitúan la Cabeza vendada (1989) y los nichos Composición (1991), obras con las que Tàpies quiso “reflexionar sobre el dolor y la muerte”, dice la investigadora Sánchez. El mural Trespeus (1985), en esmalte sobre lava, es la primera vez que se enseña fuera de la sede de la Fundación Antoni Tàpies. Esta entidad y la familia del autor catalán, además de los préstamos de diversas colecciones privadas, nutren el universo Tàpies que ahora ocupa Zabalaga y dialoga con tres esculturas en tierra chamota de formato medio creadas por Chillida en diferentes momentos del siglo pasado.

Los trabajos pictóricos del catalán, en barnices y esmaltes que tanto le distinguieron, y su pasión por los libros —su abuelo era librero― ocupan la última de las estancias de la muestra. Sánchez destaca que “el entusiasmo por el enigmático mundo de los libros se evidencia en la escultura en bronce Libro I (1987) y en los tres libros de artista realizados en colaboración con Rafael Alberti, Joan Brossa y Jacques Dupin”.

Zabalaga está muy lejos del amado Montseny para Tàpies, pero en un espacio de praderas como Chillida Leku, rodeado de magnolios, robles y manzanos, el creador barcelonés estaría “como en su casa”, afirma Massagué: “La figura de Chillida crece al lado de Tàpies, y viceversa”.

El museo ubicado en Hernani, reabierto en 2019, ocho años después de su cierre por inviabilidad económica y problemas de gestión, ofrece esta exposición dedicada a Tàpies tras sacudirse los efectos que la pandemia ha provocado en el sector cultural. Para este verano ofrecerá entre junio y septiembre actividades que combinarán arte y naturaleza con la música, la danza, el yoga o la gastronomía, entre otras disciplinas.

Luis Chillida pasa al lado de los nichos creados en pintura al óxido sobre hormigón refractario, expuesta en Chillida Leku.
Luis Chillida pasa al lado de los nichos creados en pintura al óxido sobre hormigón refractario, expuesta en Chillida Leku.Javier Hernández
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Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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