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Zahara: “No me podía imaginar lo sanador que ha sido escuchar otras historias de maltrato”

La cantante presenta a los lectores del diario su último disco, ‘Puta’, donde aborda los episodios de acoso y abuso que sufrió en su juventud

La cantante Zahara presenta su disco 'Puta' a un grupo de lectores de EL PAÍS.
Andrea Nogueira Calvar

El viaje musical de Zahara a través de su último disco, Puta, está resultando “catártico”. No solo para ella, sino también para los seguidores que se ven reflejados en este trabajo, que aborda el acoso y maltrato que la cantante sufrió en su infancia y juventud. “No me podía imaginar lo sanador que ha sido escuchar otras historias”, reveló durante un encuentro virtual con lectores del diario, celebrado la pasada semana en el marco del programa de experiencias exclusivas de EL PAÍS +.

La pandemia cogió a Zahara con las emociones a flor de piel. Atravesaba un proceso personal que, sumado al estado general del país, la dejó sin capacidad para escribir una sola canción. Cuando logró salir de la hibernación, gracias a un documental sobre Taylor Swift en el que la artista estadounidense hablaba de cómo depositó erróneamente su amor propio en la aceptación ajena, se puso a escribir compulsivamente.

Había pensado en hacer un disco sobre mujeres músicas, incluyéndola a ella, pero llevaba tres canciones escritas, las que aparecen en primer lugar en el disco —Flotante, Merichane y Canción de muerte y salvación— cuando se percató de que estaba contando su propia historia. La del acoso que sufrió en el colegio al que iba, donde la llamaban “Merichane”, como la prostituta de su pueblo; la de los abusos sexuales que sufrió; la del maltrato psicológico al que la sometió un novio.

El proceso de composición de los temas fue como una montaña rusa. “Terminar una canción es lo más parecido al chute de energía que tengo en el escenario, en ese momento soy hiperfeliz”, relató. Pero volver sobre los episodios traumáticos la sumía en días de oscuridad. “Yo estaba mal, pero cuando termino el disco estoy peor; todo lo positivo surge en octubre, cuando empezamos las mezclas”.

Las empieza con Martí Perarnau, el productor de este trabajo. Juntos han confeccionado un sonido “abrasivo”, electrónico, que entierra los toques naif que la cantante había explotado en otras ocasiones. La pandemia, una vez más, tuvo mucho que ver. Perarnau comenzó a trabajar el sonido mano a mano con Zahara, pero cada uno en su casa, así que usaron lo que tenían: dos sintetizadores y un ordenador. Aunque una vez recuperada la movilidad podrían haber sumado instrumentos, decidieron dejarlo con la crudeza de lo digital. “Lo que intentamos es transmitir con la música lo que está pasando en las letras, que a veces sea por contraste y otras por redundancia, que hubiera una metahistoria en la forma en la que usamos los instrumentos”, explicó la cantante.

Eligió Puta como título porque es una palabra que la persigue desde pequeña. Ahora ha perdido la carga negativa, pero ha ganado otra fuerza, alegre, de empoderamiento. Puede reírse de un insulto que antes no podía ni pronunciar.

Se atreve ahora a contar estos episodios públicamente, aunque ya había dejado pistas ocultas en otras canciones, gracias a la terapia. Zahara dedica el disco a su terapeuta, Paula. Recordó que, aunque “todavía hay gente que piensa en la psicología como algo más cercano a lo esotérico que a la ciencia, vivir no es sencillo, pero tampoco debe ser doloroso” y hay herramientas que se pueden utilizar.

Le queda lidiar con la religión, un protagonista inesperado en su disco. No se había dado cuenta del peso que tiene en su vida hasta ahora: “Le rezaba a Dios cada noche pidiéndole que dejaran de pasarme estas cosas y cuando volvía al cole, me volvían a pasar, yo pensaba que o Dios no me estaba haciendo caso, o que era culpa mía, porque yo decía cada noche: ‘Por mi culpa, por mi culpa por mi gran culpa’; es complicado para la mente de una niña”.

La intensidad del disco la culmina Dolores, la primera copla de Zahara, que dedica a las mujeres que la criaron: su abuela, madre, tía y prima. Ellas son “la belleza de su infancia” y por eso ponen un “precioso” cierre al álbum. “Es una de las canciones de las que más orgullosa me siento”, confiesa, apuntando que lo siente como un regalo a sí misma.

Aunque Puta pueda parecer un disco sombrío, Zahara lo defiende como un trabajo de “autocuidado y amor propio”. Le ha descubierto nuevas maneras de componer y liberado de una carga: “Siento que todo está a mi alcance”.

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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