_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Morbo

Los informativos de televisión y los programas matinales ofrecen un cóctel de política, tormentos del hígado y un abusivo amor hacia los jugosos sucesos

Fotograma de la película 'Nightcrawler'.
Fotograma de la película 'Nightcrawler'.
Carlos Boyero
Más información
Garea
Morirse

Encadeno por casualidad respecto a su temática, por el placer que me proporciona la revisión, tres películas en las que hay personajes que filman la muerte en directo. Son El ojo público, Camino a la perdición y Nightcrawler. En la primera, admirablemente interpretada por Joe Pesci, un fotógrafo de periódico llega siempre el primero para tomar imágenes de gente que está agonizando o acaba de ser asesinada. El final será romántico y trágico.

En la segunda, un sádico que ejerce simultáneamente de killer a sueldo y de fotógrafo, al que presta su físico un Jude Law que inspira terror, compagina su morbo con su criminal profesionalidad captando los estertores de los moribundos. La tercera, protagonizada por un tortuoso freelance, conectado permanentemente a la radio de la policía, retrata antes que nadie accidentes de tráfico y homicidios, para vender esas imágenes a cadenas de televisión que pegan un subidón en sus audiencias cada vez que exhiben sangre y violencia. Y se pegan por ser los primeros, pasando de códigos éticos, con prisas y sin pausas.

Se supone que estas películas son ficciones. Y una leche. Comprueben el material del que se componen los informativos de televisión y los programas matinales que ofrecen un cóctel de política, tormentos del corazón o del hígado y un abusivo amor hacia los jugosos sucesos. No necesitan profesionales para filmarlos, lo hacen con sus móviles todos los que andaban por allí. Y repiten incansablemente los atracos, las palizas, los crímenes. Avisándonos, eso sí, de que lo que vamos a presenciar es fuerte, que podría herir nuestra sensibilidad. Venden morbo en nombre de la actualidad. Y el negocio les funciona.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_