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Crítica | Helmut Newton: The Bad And The Beautiful
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mirar al gran mirón

Pese a su esquema convencional, este documental aporta claves interesantes sobre la obra del célebre fotógrafo berlinés

Una de las fotografías de Newton que aparecen en el documental. En el vídeo, tráiler del filme.
Elsa Fernández-Santos

Pese a ser un documental con un esquema convencional y con un título que plagia el de una de las obras maestras de Vincente Minnelli, Helmut Newton: The Bad And The Beautiful aporta claves interesantes sobre la figura y el trabajo del célebre fotógrafo berlinés. Arropado por muchas de sus grandes musas, el director del filme, Gero Von Boehm, ofrece una revisión desde el presente de un fotógrafo acusado de misógino y machista por su acercamiento al cuerpo femenino. Una interpretación de su trabajo que él nunca esquivó y que, más allá de lo que cada uno vea en sus fotografías, hay que enmarcarlo en un contexto y una época determinados. Muchos de los trabajos de Newton eran para las grandes cabeceras de moda y cuando, por ejemplo, en uno de sus reportajes más conocidos para el Vogue francés desnudó a sus modelos el mensaje estaba más ligado a morder la mano que le daba de comer que a un mero ejercicio de erotismo sexista.

Además del material documental con entrevistas con el propio Newton, muchas de ellas en el mismo Chateau Marmont, en cuyo acceso falleció a los 83 años en un accidente de coche, las mujeres que participan en el filme explican un método de trabajo en el que prevalecía el juego y el humor. Tanto Isabella Rossellini como Charlotte Rampling, mujeres de sobrada personalidad y dos de las actrices que mejor supo retratar, inciden en que era un provocador enemigo de la corrección política; la editora Anna Wintour recuerda que le gustaba granjearse enemigos y cabrear a las marcas con sus reportajes de moda, y Sylvia Gobbel y Nadja Auermann aportan detalles sobre su acercamiento a las modelos profesionales y, en el caso de Gobbel, “el poder” que les transmitía con sus cuerpos desnudos. Esa obsesión con el poder, ya fuese físico, político o financiero, parece un hilo conductor recurrente en una trayectoria marcada por el estrecho vínculo con su esposa, June Browne.

Pero más allá de su explotación de la figura del voyeur o de sus fotos icónicas, lo más atractivo de esta amable disección del personaje es comprobar hasta qué punto Newton tan solo intentaba revivir su fascinación por su ciudad natal, Berlín, sus mujeres, y el país del que huyó por el avance del nazismo con 18 años. La libertad sexual del Berlín de entreguerras estaba latente en un trabajo que se alimentó de la propaganda de la perfección aria que inventó Leni Riefenstahl, quizá su gran referente junto a la fotógrafa Yva. En un momento del filme, la actriz Hanna Schygulla insinúa que el triángulo amoroso que mantuvo con él y con su esposa fue un “oasis de modernidad” y cita una fotografía suya que provocó bastante rechazo porque dejaba ver su sobaco sin depilar. Newton, que detestaba el buen gusto, tenía su propio altar kitsch y, como tantas veces, los objetos dicen más que las personas. Junto a un grupo de muñecas Barbie y un souvenir de una cámara Rolliflex dos imágenes cierran el círculo. Una es de Eric Von Stroheim y la otra de “la virgen de metal”, es decir el robot de María que Fritz Lang inmortalizó en Metrópolis.

HELMUT NEWTON: THE BAD AND THE BEAUTIFUL

Dirección: Gero Von Boehm.

Género: documental, Estados Unidos, 2020.

Duración: 93 minutos.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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