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Tesoros, mapas y conspiraciones en la primera vuelta al mundo

España y Portugal trampeaban sus cartas náuticas para confundir al otro en la búsqueda de nuevas rutas

Mapa de las islas Molucas perteneciente al 'Atlas Miller'.
Mapa de las islas Molucas perteneciente al 'Atlas Miller'.ign
Andrea Nogueira Calvar

Quien parte, reparte y se lleva la mejor parte. El refrán español es más que pertinente para hablar del dividendo que el país realizó junto a Portugal, en el siglo XV, para distribuirse literalmente el mundo. El espionaje entre ambas potencias era feroz por las continuas expediciones que ambos fletaban en busca de la conquista de nuevas vías de navegación y territorios. Así que, en 1494, dos años después de que Colón llegase al Nuevo Mundo, ambos países realizaron un ejercicio diplomático que quedó signado en el Tratado de Tordesillas: básicamente partieron el mundo en dos –de polo a polo y sin conocerlo todavía en su totalidad- para intentar que ninguno interfiriese en las empresas del otro. Pero había mucho en juego y las artimañas de espionaje y despiste entre ambos no se detuvieron por esta firma.

Más información
Colección 'Grandes mapas de la historia'

Una de las piezas más relevantes para estos países es el llamado Atlas Miller, considerado el más célebre de todos los conjuntos cartográficos. Se trata de un conjunto de diez cartas náuticas realizadas en Portugal en 1519 por los cartógrafos Pedro Reinel y su hijo Jorge, el cosmógrafo Lopo Homem y el miniaturista Antonio de Holanda. Todas son correctas, aunque su proyección no sea precisa, excepto dos. No se trata de un error, sino de una triquiñuela para intentar engañar a la corona española.

El primero es un mapamundi circular en el que el océano Atlántico y el Pacífico parecen lagos, cerrados por lenguas de tierra. Esta carta se la regaló el rey Manuel de Portugal, quien había encargado el atlas, a su hermana Isabel con motivo de la boda de esta con Carlos I de España. Esta geografía, disparatada incluso para la época, era una treta para desalentar a los españoles en su afán de descender por las tierras del Nuevo Mundo en busca de una salida al otro lado. Núñez de Balboa ya había avistado el océano Pacífico y Fernando de Magallanes organizaba una partida para confirmar la existencia de un paso por el sur.

Sabiendo de este viaje, prepararon un segundo mapa erróneo, el que sitúa las islas Molucas. Este archipiélago guardaba el tesoro más codiciado del momento: el clavo. Los portugueses, que ya habían llegado hasta ellas, querían proteger su negocio y dibujaron las islas en la zona que les adjudicaba el Tratado de Tordesillas. Además, para desalentar a los españoles en su empeño de llegar a ellas, las rodearon de islotes y un cinturón de fondos peligros que ilustraban un acceso imposible.

Estos planos se pueden contemplar como parte de la exposición 'Los mapas y la primera vuelta al mundo. La expedición de Magallanes y Elcano' que el Instituto Geográfico Nacional alberga hasta finales de año en su sede, en Madrid. Su responsable, Marcos Pavo, apunta que estos “chuscos engaños” son solo una muestra del entramado de conspiraciones y espionajes de la época. “Nadie cayó en esa trampa”, evidencia, no solo por la inverosimilitud de la geografía, sino porque el embajador de España en Portugal había alertado al rey de la falsificación de las cartas.

Así lo recogió el cronista Antonio Pigafetta, embarcado en la expedición que dio la primera vuelta al mundo: “Los portugueses han dicho que las Molucas se hallan situadas en medio de un mar impracticable a causa de los bajos de que se encuentra sembrado y de la atmósfera cubierta de nieblas; sin embargo, nosotros comprobamos lo contrario y jamás encontramos menos de cien brazas de agua, aun en las mismas Molucas”.

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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