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Columna
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Lejos de abochornarse un joven al sorprenderle comprando un periódico, el periódico reaparece hoy como un objeto sexy

Cuando Tom Wolfe estuvo en España hace unos cinco años declaró a La Vanguardia que la crisis en la prensa había llegado a tal punto que "si un joven tenía que ir a comprar un periódico se moría de vergüenza". Lo guay era lo digital, la consulta online, la noticia en flash, el fragmento y no el proceso.

En correspondencia con La doctrina del shock que publicó Naomi Klein en 2007, la historia se había convertido en una sucesión de impactos que quebraban la intención de un relato coherente. Truman Capote había adelantado que la diferencia entre la ficción y la realidad es que la primera es verosímil y la otra anormal. Y cada vez más tras la crisis del 2008.

Los periódicos y la literatura tratan de componer un discurso cohesionado pero lo cierto es que el estilo del tiempo se corresponde con la incoherencia de la información en red

Los periódicos y la literatura tratan de componer un discurso cohesionado pero lo cierto es que el estilo del tiempo se corresponde con la incoherencia de la información en red, sus noticias falsas o no, su tendencia a producir impactos de un cuerpo despedazado. ¿Comprar un periódico siendo joven, raudo y digital? Esto tiene el aspecto de no ser contemporáneo.

O eso pensaba tanto Tom Wolfe como muchos más hace apenas un lustro. Pero las cosas han cambiado pronto, siguiendo la doctrina del shock. Puede ser que la realidad no haya integrado sus pedazos pero el mundo del flash ha ido perdiendo su prestigio. Ni es chic ni lucido. Lejos de abochornarse un joven al sorprenderle comprando un periódico, el periódico reaparece hoy como un objeto sexy.

Puede que la información en papel no sea tan inmediata pero ha adquirido por ello glamur. Igual que ocurrió con los discos de vinilo, el cliente joven los desea no ya como instrumento que aumenta la calidad de la reproducción sino como un querido objeto con encanto. La música se escucha en Spotify pero se guarda amorosamente en el vinilo. De la misma manera, la noticia se conoce en la red pero se degusta en la prensa escrita.

De este modo se extiende hoy el amor por el objeto tangible y personal. Las redacciones habrán de tener en cuenta este cambio de tendencia y acomodar la forma y los contenidos a la nueva época. Nada de repetir el periódico viejuno pero sí de remozar sabrosamente el bien que ahora se reclama como una compañía sensible y apreciada en sus esfuerzos por hacer de la realidad una verosímil y más audible ficción.

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