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Frederick Wiseman | cineasta

“Trump es un fascista”

El festival mexicano Ambulante dedica una retrospectiva a la leyenda del cine documental moderno

David Marcial Pérez
Foto de archivo de Frederick Wiseman
Foto de archivo de Frederick WisemanJohn Ewing

Una inoportuna gripe ha obligado a Frederick Wiseman (Boston, 1930) a cancelar su primera visita a México. El padre del documental moderno, con más 40 películas –el año pasado presentó la última, Ex Libris, un retrato de la Biblioteca Pública de Nueva York– es uno de los platos fuertes del Festival Ambulante, que ha programado una retrospectiva de su obra y tenía prevista una clase magistral para este sábado en la Cineteca Nacional, que finalmente se hará vía Skype. Un día antes y por teléfono, Wiseman atiende a El PAÍS para hablar de humor y tragedia, Donald Trump, espectadores perezosos y Michel Foucault.

Pregunta. Usted estudió Derecho y llegó a ser profesor. ¿Cree que le ha influido el rigor de las leyes a la hora de dedicarse al cine documental?

Respuesta. A mí no me gustaba el Derecho, con esos textos farragosos tan difíciles de entender. Casi nunca iba a clase y me dedicaba a leer novelas. En realidad estudié Derecho porque era una manera de escapar del alistamiento para la guerra de Corea (1950).

P. Usted controla todo el proceso de sus creaciones, desde la producción a la realización ¿Qué tan importante es para usted ese control?

R. Mis películas son mi visión personal sobre determinados temas. Es una pregunta que no se le hace a un novelista, pero que sin embargo es una constante en relación a los cineastas.

P. También es muy escrupuloso con la distribución en televisiones públicas de sus obras.

R. Lo importante es que la película tenga difusión. Cuando hago una película no pienso en los espectadores, porque no los conozco. ¿Cómo iba yo a saber que mis películas iban a ser exhibidas este fin de semana en México? Sin querer sonar pretencioso, yo hago mis películas pensando en mis deseos e intereses.

P. Su estilo directo, sin voz narradora, ni identificación de personajes, ni entrevistas, choca con los paradigmas convencionales. ¿Cree que el cine comercial infantiliza la mirada del espectador?

R. No puedo generalizar pero muchas películas son condescendientes con el espectador. Yo parto de la asunción de que los espectadores son igual de inteligentes que yo.

No voy al cine, ni veo series. No tengo siquiera televisión en mi casa

 P. La curaduría del festival ha elegido los títulos de su carrera que creen que pueden dialogar con México. ¿Qué le puede contar su cine a México?

 R. Creo que algo parecido a cualquier persona de cualquier otro país que vea mis películas. Pueden aprender sobre las instituciones estadounidenses y compararlas con las instituciones similares que haya en México. Cada película es una representación de lo que he aprendido de un determinado tema y en un determinado lugar. Pero, de nuevo, sería pretencioso hacer generalizaciones sobre los temas sobre los que he grabado como las bibliotecas públicas, los tribunales juveniles, las cárceles o los psiquiátricos

P. Titicut Follies, su documental de 1967 sobre una prisión psiquiátrica, fue prohibida en EE UU. ¿Cree que puede volver a suceder una ola de censura en su país?

R. Fue prohibida por el estado de Massachusetts porque los políticos que en un principio me dieron permiso para grabar dentro de la prisión psiquiátrica se echaron para atrás porque temían que la cinta afectara a sus carreras. Más allá de ese caso, he rodado en 23 estados de EE UU y no he vuelto a tener ningún problema.

P. Ha dicho en alguna ocasión que su modelo político son los hermanos Marx. ¿Es una provocación para evitar definir políticamente su trabajo?

R. Es una broma, pero también lo digo porque muchos aspectos de mis películas son graciosos. Además de tristes y trágicos, los humanos somos y hacemos cosas absurdas y humorísticas. Creo que mis películas son políticas, pero no en el sentido de seguir una ideología en concreto. No creo que exista ninguna ideología capaz de representar la variedad y complejidad del comportamiento humano.

P. Pero hay un contenido político obvio en sus obras en cuanto representación y análisis de lo público.

R. Mi trabajo es encontrar la forma narrativa adecuada de expresar las experiencias que he tenido filmando y preparando la película. Por otro lado, creo que, por ejemplo, Trump ha convertido Ex Libris en una película política, porque es el símbolo de todo lo opuesto a lo que defiende la biblioteca pública de Nueva York. Trump está en contra la ciencia, del archivo y la difusión de la cultura, contra los inmigrantes, contra el racionalismo, no tiene ética. La biblioteca es un ejemplo democrático y Trump es un fascista.

P. Sus películas son radiografías de las instituciones del poder: cárceles, psiquiátricos, tribunales. En cierta medida, a eso se dedicó también Michel Foucault. ¿Lo considera una influencia?

R. He intentado leerlo unas cuantas veces en las traducciones al inglés, pero creo que son muy malas y terminó por no interesarme

P. David Simon se considera un heredero suyo y The Wire no deja de ser un estudio meticuloso en cuatro actos temáticos de una sola ciudad. ¿Ha visto la serie?

R. Vi un capítulo pero no quiero hacer ningún juicio al respecto. Es un honor que se sienta influenciado por mi trabajo, pero la verdad es que no voy al cine, ni veo series. No tengo siquiera televisión en mi casa. No tengo idea de en qué medida puedo ser una influencia para los cineastas actuales.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

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