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TEATRO

El misterioso regreso de Lulú al paraíso

Luis Luque y Paco Bezerra indagan sobre el escenario en el mito de la mujer fatal y el mundo machista

Rocío García
Desde la izquierda los actores César Mateo, María Adánez y David Castillo.
Desde la izquierda los actores César Mateo, María Adánez y David Castillo.Jaime Villanueva (EL PAÍS)

Él era un hombre triste y oscuro, con un hacha siempre en la mano, y ella una mujer bella y misteriosa que apareció una noche cerrada en un campo de manzanos. Solo recordaba su nombre, Lulú, y se quejaba de una herida en la espalda. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué buscaba en ese lugar habitado solo por hombres? Lulú, la obra escrita por Paco Bezerra y dirigida por Luis Luque, se adentra en el mito de la mujer fatal, aquella que lleva al hombre a la perdición a través del sexo y la lujuria, para indagar en el mundo machista que se arrastra desde la Biblia. Protagonizada por María Adánez, junto a Armando del Río, César Mateo, David Castillo y Chema León, este montaje, que narra la historia del dueño de una plantación de manzanos que malvive junto a sus dos hijos tras la repentina y violenta desaparición de su esposa, llega al Teatro Bellas Artes de Madrid donde se representará hasta el 25 de marzo.

“Fui pasando por Eva, Jezabel, Salomé, Helena de Troya y hasta por Isabel Pantoja, quien con su fama, seducción y artimañas parece que dinamitó una ciudad entera como Marbella. Todas, mitos de la ‘maldad femenina’ que han ido apareciendo a lo largo de la historia”, explica el autor Paco Bezerra (Almería, 1978), Premio Nacional de Literatura Dramática en 2009 por Dentro de la tierra. La idea era investigar si esa figura de la femme fatale, la implacable y peligrosa seductora, se corresponde con una realidad o viene de la literatura, una literatura de mano masculina. También hasta qué punto esa figura no fue creada por los hombres para lavarse las manos de toda la responsabilidad que puedan tener sobre sus propios actos, sobre la manera de ver y tratar a las mujeres y de culpar siempre a éstas de la desgracia masculina.

Así fue como Bezerra descubrió que el “cuento machista” empieza con la Biblia, en unos textos apócrifos del Antiguo Testamento que los judíos mantienen y que los católicos retiran, en los que aparecía una primera mujer de Adán, Lilith, hecha a imagen y semejanza del hombre, que se rebela y abandona el paraíso. “Dios se arrepiente y colabora con Adán para crear a Eva y dominar así a la mujer”, defiende el autor. Opinión que comparte Luis Luque. “Los libros sagrados ya hablan de la mujer como primera portadora del pecado, la débil Eva, que coge la manzana y por su culpa se desatan todos los pecados. A partir de ahí, ya tenemos la coartada : la mujer va a ser siempre la pecadora” asegura el director, que recuerda como en el siglo XIX con la aparición de los primeros movimientos feministas y la lucha por la igualdad aparece el mito de Lulú, en la obra teatral del dramaturgo alemán Frank Wedekind (1864-1918), versión que Alban Berg trasladó con éxito a la ópera en 1937.

Con este montaje misterioso y fantasmagórico en torno a Lulú, siempre descrita como una prostituta malvada, una mujer casquivana y portadora de enfermedades, el dúo formado por Luque y Bezerra, que en diez años han estrenado seis obras teatrales (El pequeño poni, El señor Ye ama los dragones o Dentro de la tierra, entre otras) buscan de nuevo dar a los olvidados y desheredados, a todos aquellos que van arrastrando su culpa a lo largo de la historia. No hay vencedores, ni vencidos, tampoco vampiras ni demonios, solo el deseo de exponer la versión masculina y femenina de los hechos. “¿Cuál es la verdad? La que decida el espectador. Nunca escribo una obra de teatro para decir cuál es la verdad porque me parecería de una soberbia increíble, pero lo que sí hago es lanzar preguntas para que sea el público quien busque esa verdad”, asegura el autor.

“Una mujer no puede ser atenta y cariñosa con un grupo de hombres sin que estos piensen que es una puta que viene en busca de sexo”. Es el grito desesperado pero tranquilo de Lulú que reclama su versión: “El relato es el eje sobre el que da vueltas y se sostiene el mundo en el que vivimos y morimos. Por eso, y para que la vida signifique algo, todos deberíamos tener la oportunidad de explicar quiénes fuimos y lo que nos pasó: regresar para volver a contar el cuento… desde la otra orilla”.

 

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