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Algo que decir sobre John Berger

Una veintena de creadores homenajea en Madrid al comprometido escritor inglés, fallecido en enero

Tereixa Constenla
Tilda Swinton y John Berger, en en el documental 'The Seasons in Quincy'.
Tilda Swinton y John Berger, en en el documental 'The Seasons in Quincy'.
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Algo necesitaba ser dicho. Quién fue John Berger. Qué fue para su hijo Yves. Cómo le veían sus amigos. Cuántos abrazos dio. Se podría afirmar que ayer se armó un libro colectivo, de la mano de 18 autores (fuesen escritores o cineastas o ilustradores o músicos o periodistas), que necesitaban decir en público lo que han pensado de John Berger en privado.

Manuel Rivas llegó al Círculo de Bellas Artes, en Madrid, donde se celebró el homenaje “con los bolsillos llenos de resistencia”, como pedía el hombre que reflejó con poesía y crudeza la extinción de la vida campesina en una trilogía esencial (Puerca tierra, Una vez en Europa, Lila y Flag, editadas por Alfaguara como casi toda su obra). Isabel Coixet lo hizo atenazada por la angustia escénica y la disposición feliz de intercambiar abrazos con “la gente que le ha abrazado”.

Leticia Ruifernández llegó como ilustradora de Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos, el primer título que leyó de Berger que ahora ha salpicado de acuarelas y tinta china —pueden verse en una exposición en el espacio Phanta Rei— en la reedición que acaba de lanzar Nórdica. Acaso el más íntimo de los libros. Una reflexión sobre afectos, ausencias y arraigos. Cuando se publicó ya había triunfado como teórico del arte —en parte gracias a su serie de la BBC, trasladada luego al ensayo Modos de ver—, ya acumulaba kilómetros y kilómetros de carretera desde su moto, ya era el intelectual comprometido que nunca dejó de ser, ya fuese con los Panteras Negras, los enfermos de sida o el pueblo palestino.

Las charlas alpinas con Tilda Swinton

Un año antes de morir, John Berger (Londres, 1920-Antony, 2017), guionista, crítico de arte y escritor, compartió varias charlas en su casa con su amiga, la actriz Tilda Swinton. Esas conversaciones, a veces íntimas, a veces políticas, a veces memorialísticas, se recogieron en el documental The Seasons in Quincy: Four Portraits of John Berger, que ayer se presentó en el Círculo de Bellas Artes. Los cuatro pequeños documentales, intercalados con secuencias biográficas anteriores, se desarrollan en cada una de las estaciones, que van transformando el paisaje alpino de Quincy. Allí se instaló Berger en 1973, un año después de ganar el premio Booker con G., para sumergirse en el estilo de vida campesina, que luego llevó a la literatura en De sus fatigas.

Rivas, que formó pareja con el fotógrafo Gervasio Sánchez en su intervención en el Teatro Fernando de Rojas, quiso ser fiel al espíritu Berger y preguntó por el paradero del argentino Santiago Maldonado, desaparecido este verano tras apoyar a un grupo mapuche que ocupó tierras de Benetton en la Patagonia. “A él le gustaría que oyésemos algo de nuestro tiempo. Berger rompe muchos dilemas. Uno de ellos es al hablar del compromiso. Tenemos que llevar los bolsillos llenos de resistencia, decía”, recordó Rivas, autor que comparte con Berger cierta manera, íntima y militante, de ir por la vida y la literatura.

Un día, en la era del fax, la directora Isabel Coixet recibió en su oficina el texto de alguien impactado por su película Cosas que nunca te dije (1996). Firmaba John Berger. Se hicieron amigos. Juntos visitaron cárceles en Turín y Barcelona. El escritor construyó un libro, De A a X, pensando en Coixet. La cineasta montó un proyecto artístico, From I to J, dedicado a Berger. Todo ello pasó por la cabeza de Isabel Coixet en los días anteriores al homenaje de ayer: “Hace 20 años que le conozco... No puedo hablar de él en pasado. Su presencia es un billón de veces más fuerte que su ausencia”. Antes de subirse al escenario, la directora alababa su capacidad de tejer afectos: “Lo bueno de John es esta capilaridad, la tela de araña que tejemos entre todos”.

Rodeado de amigos paternos como los traductores Pilar Vázquez y Ramón Vera, los periodistas Alfonso Armada y Juan Cruz, el actor Gonzalo Cunill o el cantautor Ruper Ordorika, sentados en el escenario en un hipotético vagón de tren, Yves Berger leyó una fábula escrita por él sobre la esperanza y el poder de las pequeñas cosas.

Isabel Coixet y Gonzalo Cunill, ayer en el homenaje a John Berger en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Isabel Coixet y Gonzalo Cunill, ayer en el homenaje a John Berger en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.Claudio Álvarez

El día anterior Yves Berger había inaugurado en el espacio Ivorypress en Madrid su exposición From the Orchard to the Garden, una colección de grabados y dibujos tan arraigados en la naturaleza como algunos cuentos de su padre. Yves nació en Saint-Jeoire, un pueblo francés de la Alta Saboya, donde se instaló su padre al dejar Londres. Creció entre campesinos y artistas. Es fácil intuir que Berger los trató por igual a todos, con la misma amabilidad y la misma trascendencia. “Era una persona que nunca se ponía por encima”, afirmó Leticia Ruifernández, que acudió en Madrid a la presentación de un libro del escritor después de quedar impactada con Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos. La ilustradora descubrió cómo Berger se acercaba a ella y la identificaba como artista —le dijo: “You’re a painter”— y una semana después le escribió una carta agradeciéndole el encuentro. “A cada uno le regalaba una conversación”, rememoró el traductor, Ramón Vera, a propósito de sus firmas de libros en México.

“Es uno de los artistas menos banales que he conocido”, señaló Juan Cruz, que le hizo la última entrevista, dos meses antes de morir en Antony (Francia) el 2 de enero de 2017.

En aquella conversación explicó cuál era el resorte que activaba su literatura: “Me vuelvo consciente de que hay algo que necesita ser dicho. Puede ser algo grande sobre el mundo, o algo sobre el aspecto de una flor en un jarro, por alguna razón o por otra. A veces me digo: quizá lo diga otro. Y a veces la respuesta es: no, si no lo dices, no será dicha. Y entonces tengo que escribir”.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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