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Sonorama Ribera 2017: El pueblo del pop español

El Sonorama Ribera, que ha situado a Aranda de Duero en un lugar privilegiado de la escena musical, celebra su 20 aniversario con un homenaje a los artistas nacionales

Fernando Navarro
Concierto en el en el camping de Sonorama, en Aranda de Duero.
Concierto en el en el camping de Sonorama, en Aranda de Duero.Julián Rojas
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Bajo el sol de agosto, al que acompaña una agradecida brisa mesetaria, las calles y cañadas de Aranda de Duero bullen como si fueran las fiestas patronales de esta histórica ciudad castellana, pero una persona se mueve especialmente, de un lado a otro, sin apenas tiempo para respirar. Desde hace días sus pies no conocen el descanso, su teléfono móvil echa chispas y cada dos pasos es asaltado por los lugareños como si fuera un famoso. Es Javier Ajenjo, director del Sonorama Ribera, el festival musical de la localidad que comenzó ayer y celebra este año dos décadas de existencia con todas las entradas vendidas y la asistencia de cerca de 25.000 personas por día durante cinco jornadas de conciertos entre los que se citan Loquillo, Amaral, Leiva, Iván Ferreiro, Xoel López, Fangoria, Coque Malla, Sidonie, Nacho Vegas, Dorian, Niños Mutantes, Santiago Auserón o Lori Meyers. En total, serán 150 bandas. “En este tiempo hemos aprendido que siempre se puede ir hacia adelante”, confiesa Ajenjo, sentado por primera vez en todo el día para atender a EL PAÍS en El Central, la cafetería ubicada en el centro de Aranda de la que es dueño.

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Hacia adelante. Esa es la filosofía vital de Ajenjo y también del festival que puso en marcha hace ya 20 años con unos amigos tras una merienda en este municipio de viñedos de no más de 30.000 habitantes. “Fue una locura. Yo tenía 21 años y abrí una tienda de discos. Pero era una catástrofe. La abría de noche para juntarme con mis amigos y charlar de los discos que nos gustaban y a los que no sacaba ni 200 pesetas. Mi pasión era la música. Iba a Londres y veía a Pulp, Blur, Oasis… Las bandas de los discos que intentaba vender. Entonces, para intentar salvar la tienda, hicimos un festival”, cuenta. Una forma de ir hacia adelante que, en esta localidad burgalesa fuera del circuito de conciertos de los grupos españoles y bastante antes de que se pusiesen de moda los festivales, fue como pegarse un tiro en el otro pie. Ajenjo, diplomado en Turismo y que había trabajado como director de un hotel arandino, perdió tres millones de pesetas (18.000 euros), que tardó en recuperar 10 años. Pero había ido al Esparrago Rock y otros certámenes musicales pioneros en España y sentía que tenía sentido hacer un festival.

El primer Sonorama se celebró en 1997 en la Chata, la antigua plaza de toros del pueblo, con un cartel que anunciaba a Doctor Explosión, Chucho y Mercromina. “Abrimos las puertas y nadie entraba. Salimos a decir a la gente que invitábamos a vino y cerveza”, recuerda su director. A los dos años, pasaron al campo de fútbol, un terreno de tierra que se dividía en dos: una mitad para los escenarios y otra para el campin. “Segábamos las hierbas con las hoces de nuestros abuelos”, rememora Ajenjo. “Un año casi se suspende el festival porque el puente de luces no estaba donde tenía que estar y no había grúa para moverlo. Llamamos a 30 personas y entre todos lo subimos”.

Una de esas personas era Alberto Ortego, responsable de seguridad del festival, un arandino de 51 años que lleva 19 sonoramas a sus espaldas. “Rinôçérôse –el grupo francés de electropop- se negaron a tocar”, relata. “Venían de grandes eventos y nuestro escenario a decir verdad no estaba preparado para lo que ellos conocían. Les escuchamos y volamos para, entre todos, montarles lo que querían”. Ortego, conocido como El Tegui por todos en Aranda, forma parte Art de Troya, la asociación de voluntarios del Sonorama. El empuje de Ajenjo viene respaldado por el extraordinario aliento de este equipo de voluntarios de Aranda, que son el verdadero esqueleto de la organización del festival, copando cargos de responsabilidad y dedicándose en cuerpo y alma a la causa. “A otros les da por morder esquinas. A nosotros por organizar un festival. Esto se hace por pasión. Yo me enchufé y ya no puedo parar”, sentencia Ortego, quien toca la batería con Ajenjo en un grupo de música. Pese a todo, no han faltado críticas de sindicatos por la falta de remuneración de este trabajo. “No se diferencia de cómo se hace en las fiestas de los quintos en un pueblo, que preparan barras de bar y comidas, pero en este caso con un festival. Cada segundo de una persona que ofrece a su pueblo es positivo”, afirma Ajenjo, arandino de 43 años, quien vive realmente de su cafetería y una bodega que abrió con otros socios.

Javier Ajenjo, organizador de Sonorama, en la plaza Mayor de Aranda de Duero.
Javier Ajenjo, organizador de Sonorama, en la plaza Mayor de Aranda de Duero.Julián Rojas

Mari Peña Casado lleva 17 años como voluntaria y, tras empezar como taquillera, ahora se encarga de los comedores de los artistas, los camerinos y la infraestructura del campin, que este año alberga a 12.000 personas. “Lo hice por el pueblo”, asegura. “Colaboro en asociaciones de cáncer y en cofradías. Y con el Sonorama reconozco que soy más forofa de mi amor a Aranda que a la música”, añade. A lo largo del año también se dedica a buscar la colaboración de la hostelería. Según cálculos del Sonorama, el 80% de los asadores y bares del casco viejo colaboran con el festival con una aportación económica entre los 200 y 400 euros. A cambio reciben abonos para el certamen y se benefician del turismo. Aranda duplica su población durante el evento musical, que tiene como gran atractivo la fiesta de día en lugares señalados de la ciudad, especialmente en la Plaza del Trigo, que acoge conciertos todas las jornadas entre las 12 y las 16 horas. “Convivir con la ciudad es fundamental. Nosotros hemos decidido quedarnos aquí. Hemos luchado por nuestra tierra. Aquí no hay playa ni tampoco esto es Madrid. Pero tenemos nuestras virtudes: la hospitalidad de la gente, el vino, el lechazo…”, señala Ajenjo, que recuerda que sus presupuestos jamás podrán competir con los del Primavera Sound, el Sónar, el FIB, el BBK o el Mad Cool. “Es un orgullo para Aranda. Y solo podemos estar agradecidos al festival por lo que hace por la ciudad”, reconoce la alcaldesa Raquel González.

El Sonorama Ribera, que homenajea en este 20 aniversario a la música española incluyendo sin falta de polémica a bandas como Camela, como antes hicieron con Raphael o el Dúo Dinámico, es el lugar de encuentro de la industria musical de nuestro país. “Es una polémica muy gustosa. Es una reivindicación desde el máximo respeto. Somos un país que ha olvidado de dónde viene”, dice su director. Todos los grupos y artistas que pasan por el festival son invitados a lechazo y vino de Ribera del Duero. Incluso se puede ver a Ajenjo preparando ensaladas con productos naturales en algunos camerinos entre concierto y concierto. Andrés Martín, un “multiusos” que lleva 12 años arrimando el codo por algo que beneficia a “los majos”, el apodo tradicional con el que se conoce a los de Aranda de Duero, lo tiene claro: “Esto no es un simple festival”. Martín duerme estos días en una caseta en el Recinto Ferial, lugar donde ahora se celebra el certamen. Por su barbacoa han pasado bandas como Izal y Second. Su sobrino, Juan Cuesta, un chaval de 16 años, lleva desde los ocho como voluntario bajo la autorización de sus padres. Recuerda con especial cariño el concierto de Dani Martín y la foto que se hizo con Miguel Bosé. Nacho Vegas, que toca hoy jueves y empezó su carrera en solitario tras dejar Manta Ray participando en varias ediciones del Sonorama, reconoce que “tiene algo especial”. “No está mercantilizado ni pertenece a un grupo empresarial. No ha perdido su esencia al decidir no crecer más”, apunta.

Es miércoles al mediodía y faltan unas horas para que comience la vigésima edición del Sonorama Ribera. Ajenjo tiene mucho que hacer aún y sale volando para el Recinto Ferial, donde este año el escenario principal está vistosamente decorado por unas fallas presididas por Baco, dios del vino. Esta noche hará las funciones de una imaginaria tarta cuyas 20 velas serán 20 canciones célebres del pop-rock español, cantadas por varios músicos. ¿Y el deseo? “Seguir hacia adelante”, confiesa Ajenjo con una risa contagiosa.

Una relación de amor con los músicos

El Sonorama Ribera y buena parte de la música independiente española han crecido juntos. Durante dos décadas, el festival burgalés y algunos de los mejores representantes del indie patrio han mantenido una relación fabulosa. Una de esas bandas es Sidonie, que han evolucionado paralelamente al Sonorama en estos 20 años. "Sidonie no estaría donde está sin el Sonorama. Hemos crecido juntos", confiesa Marc Ros, cantante del grupo barcelonés, que califica este certamen de "alucinante por su apuesta por lo español". Como Sidonie, ha habido otros artistas que han tenido en el Sonorama una especie de hogar. Nacho Vegas, La Buena Vida, La Excepción –banda original de El Langui-, Lori Meyers… "Xoel López era un niño con Deluxe cuando abrió el festival", recuerda Ajenjo.

Si hay un lugar simbólico del festival, ese es la Plaza del Trigo, un escenario que acoge conciertos diurnos y que ha servido de trampolín para varias bandas españolas, como Vetusta Morla, Izal o Supersubmarina. Allí tocó Rufus T. Firefly en 2015. “No recuerdo mucho de lo emocionado que estaba. Fue una experiencia un poco mística. Una explosión de sentimientos”, reconoce. Centenares de personas abarrotan la plaza y las calles del casco viejo, como en unas fiestas de pueblo repletas de éxtasis, mientras desde las terrazas de las casas se tiran cubos de agua para ayudar a combatir el calor. “Mis amigos todos los años me piden que vayamos a mi casa para tirar agua y ver los conciertos desde el balcón”, cuenta María Rodríguez, una arandina de 22 años que vive con sus padres en la Plaza del Trigo.

Esta plaza rectangular es el lugar de las sorpresas. Y estas se esperan con ganas este año de cumpleaños. En 2015 allí tocaron Sidonie, el año pasado Love of Lesbian versionaron a The Cure y estos días se espera de todo. Mientras tanto, el cantante de Sidonie quiere destacar este Sonorama Ribera porque servirá para hacer “balance del pop español” y comprobar “el momento fenomenal” que vive la música independiente española.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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