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IN MEMORIAM

Peter Shaffer, grandes duelos y comedias ligeras

Al dramaturgo británico, fallecido ayer, le gustaban los pugilatos escénicos, que elevó a un nivel casi operístico

Marcos Ordóñez
El dramaturgo Peter Shaffer, en febrero de 2008.
El dramaturgo Peter Shaffer, en febrero de 2008.CARMEN VALINO (AP)

A Peter Shaffer siempre le gustaron los grandes pugilatos escénicos, y los elevó a un nivel casi operístico: Pizarro y Atahualpa en The Royal Hunt of the Sun (1964), el psicoanalista Dysart y su joven paciente Alan Strang en Equus (1973) y, por descontado, Mozart y Salieri en Amadeus (1979). Se dio a conocer con Ejercicio para cinco dedos (Five Finger Exercise, 1958), un melodrama familiar a la antigua usanza —acababan de despegar los angry young men— que podían haber firmado Coward y Rattigan, y que dirigió John Gielgud en el West End y Delbert Mann en la pantalla, en 1962. En nuestro país se estrenó en 1959, en el Beatriz, con Andrés Mejuto, Lina Rosales, Carmen de la Maza y José Luis Pellicena a las órdenes de González Vergel.

No recuerdo que se estrenara aquí The Royal Hunt of the Sun, problablemente por censura (su visión de Pizarro y la conquista de Perú no era precisamente heroica) y desde luego por la carestía de la producción: era una tragedia épica de abundante reparto. Fue un gran éxito en Londres, con Robert Stephens como Atahualpa y Colin Blakely como Pizarro, papeles que en Broadway intercambiaban Robert Shaw y Christopher Plummer. Al año siguiente, Shaffer sorprendió con Black Comedy (1965), una farsa con un brillante truco escénico: transcurría durante un apagón y los actores se movían a tientas pero, naturalmente, a plena luz. Arrasó en el West End con un joven y brillante elenco, encabezado por Derek Jacobi, Albert Finney y Maggie Smith. En Broadway supuso el lanzamiento de Michael Crawford y en España el de Paco Morán: tras un éxito discreto en el Eslava en 1968, dirigido por Juanjo Menéndez, Morán se quedó los derechos y arrasó en el Teatro Barcelona, en 1971, y luego en el madrileño Teatro Club, y volvió a reponerla luego con Fernando Guillén. En 2013 se repuso de nuevo, con Gabino Diego, Eva Santolaria y Diego Molero, dirigida por Joe O´Curneen/Yllana, en el Alcázar/Cofidis.

1973 es el año de Equus, que le vale a Shaffer todos los premios y le hace millonario. En el West End la estrenaron Alec McCowen y Peter Firth. Una larga lista de primeros actores dio vida al doctor Dysart: entre otros, Anthony Hopkins, Richard Burton, Leonard Nimoy y Tony Perkins. En cine la interpretaron Burton y Peter Firth. Se ha montado innumerables veces; en 2007 corrió a cargo de Richard Griffiths y Daniel Radcliffe.

Equus, estrenada en el Teatro de la Comedia un mes antes de la muerte de Franco, fue uno de los mayores éxitos de la Transición y permaneció en cartel hasta 1977. Fue también el debut como director de Manolo Collado, y en su primer reparto figuraban José Luis López Vázquez, Juan Ribó, María José Goyanes y Margott Cottens. Fernando Guillén sustituyó a López Vázquez durante la gira, y una nueva compañía se afincó en el Reina Victoria, con Fernando Delgado, Manuel de Benito y Mara Goyanes. Desde el pasado marzo, una nueva producción permanece en la madrileña sala Arte & Desmayo, dirigida por Carlos Martínez-Abarca.

En 1979 llega Amadeus, que supera el éxito (en teatro y cine), de Equus. Para Peter Hall, que la dirigió en el NT londinense, con Paul Scofield y Simon Callow, era “una de las mejores obras que había leído”. En cambio, su colega Michael Blakemore la consideraba “la solapa de disco más larga de la historia”. Recuerdo la frase que cerraba la crítica de Haro Tecglen: “Ni Salieri era tan malo ni Mozart tan tonto”. En 1980 llegó a Broadway, con Ian McKellen y Tim Curry, y se llevó cinco tonys. Y la película de Milos Forman, ocho oscars, entre ellos el premio a la mejor película y el galardón, para Shaffer, al mejor guión adaptado. Murray Abraham también se llevó la estatuilla por su labor como Salieri. Mozart era Tom Hulce. En España, los interpretaron José Luis Pellicena y Juan Ribó (en el Marquina, en 1982, dirigidos por Santiago Paredes). En el Tívoli barcelonés, Lluís Soler y Roger Pera, a las órdenes de Ángel Alonso. Ese mismo montaje, en 2000, con José Sacristán y Roger Pera, se vio en el Nuevo Apolo de Madrid.

En 1987, Shaffer volvió a la comedia con Lettice and Lovage, que escribió especialmente para Maggie Smith, secundada por Margaret Tyzack. Era imposible batir los récords de Equus y Amadeus, y no los batió, aunque permaneció dos años en el West End y otro en Broadway. Fue, por cierto, la última dirección de Manolo Collado (en 1992, en el Marquina), bajo el título de Leticia, con Amparo Baró y María Fernanda d’Ocón, que alternaban sus papeles.

Peter Shaffer escribió y estrenó un par de piezas más, Whom Do I Have the Honour of Adressing (1990) y The Gift of the Gorgon (1992) y colgó los hábitos.

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