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Leonardo Padura: “Hemingway era un boxeador de la vida y la literatura”

Publicamos la versión completa de la entrevista que el escritor mantuvo con EL PAÍS en julio del año pasado

Juan Cruz
Leonardo Padura, hoy en su casa de La Habana.
Leonardo Padura, hoy en su casa de La Habana. Alejandro Ernesto (EFE)

En julio del pasado año pasó por Madrid Leonardo Padura, con un libro bajo el brazo, El viaje más largo, editado por NED/Futuro anterior. Con ese motivo EL PAÍS publicó en su edición América parte de esta conversación, que ahora aparece completa, con el nuevo Princesa de Asturias de las Letras. La conversación parte de lo que Padura cuenta acerca de Hemingway en su libro Adiós, Hemingway (Tusquets); habla también de la situación cubana, del periodismo que se hace en su país y, en general, de su concepto de lo que es Cuba hoy, “un país desmesurado”.

Pregunta. Cuenta su nieto que John Dos Passos fue a ver a Hemingway y reiniciaron la amistad.

Respuesta. Que se había roto en España durante la guerra civil.

P. Sí. En el libro Hemingway contra Fitzgerald, un viejo amigo de Hemingway dice: “Hemingway, una por una, acabó con las mejores amistades que tuvo”. Lo hizo con Scott, con Dos Passos y con todo el mundo. ¿Por qué tenía ese carácter destructivo de la amistad?

R. Creo que Hemingway era dos personas, una el escritor que escribió esos cuentos magníficos y algunas novelas que siguen siendo libros absolutamente vitales, contemporáneos que le siguen hablando a un lector moderno; y por otra parte era el personaje. Ese personaje que él se creó y que tanto ayudó a difundir su literatura tenía que responder a determinadas reglas, unas reglas que tenían mucho que ver con la destrucción de lo que estaba a su alrededor. Destruyó patrimonios, amistades, relaciones con los hijos, su protagonismo tenía que ser tan absoluto que no podía permitir nada que estuviera en contra de ese protagonismo.

Dos Passos es un caso, pero como bien menciona el libro también otro es su turbulenta relación con Scott Fitzgerald y sobre todo con Gertrude Stein, a la que le debía muchísimo; y con Sherwood Anderson, su primer mentor. Hay demasiados eventos en la vida de Hemingway relacionados con la amistad y con las personas que estaban cerca de él que terminaron en desastres emocionales. Al final Hemingway estaba solo. Creo que una de las cosas que más contribuyó a potenciar su paranoia tuvo que ver con esa soledad a la que llegó al final de su vida y que no resistió.

Él necesitaba cortes, gente a su alrededor que fueran como una corte, le encantaba rodearse de famosos, ahí estaba Ava Gadner que iba a verlo a La Habana y le encantaba, pero cuando se daba el paso a la amistad, sobre todo con los escritores, él se sentía en competencia. Creo que tal vez la competencia más dura ni siquiera fue con Dos Passos o con Fitzgerald sino con Faulkner; él siempre sintió que Faulkner lo había superado y como Hemingway era un boxeador de la literatura y de la vida, la derrota es un tema esencial en su literatura. De alguna forma él se sintió derrotado por Faulkner y creó todo ese universo de animadversiones, de respuestas rígidas y de relaciones rotas a lo largo de su vida.

P. ¿Crees que la naturaleza del escritor conduce a veces a que esa inseguridad innata produzca en el autor un egocentrismo tal que se olvida de la realidad exterior? No hablo de tu caso sino como periodista, observador y escritor sobre personas que eres.

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R. El escritor tiene que procurar no desvincularse nunca de las realidades en las que vive, las locales y las universales, lo que entra en contradicción con la misma forma en que realiza su trabajo, un trabajo solitario. Como escritor paso muchas horas del día en silencio, trabajo en casa fundamentalmente, en la casa y en el barrio en el que nací, Mantilla, y estamos Lucía y yo solos. Entre las siete de la mañana en que me levanto y las seis de la tarde, cuando Lucía termina de trabajar, hablamos 40 palabras; algo en la hora del almuerzo y estoy todo el tiempo conmigo mismo, en soledad. En esa primera etapa en la que empiezas a ser escritor necesitas mucho del gremio, de la manada (en el caso de Hemingway es muy conocida), y nosotros los hicimos, mi generación literaria creció en manada, Senel Paz, Arturo Arango, Lichi Diego, un grupo de muy buenos poetas y muy poco conocidos que teníamos una relación muy cercana, incluso nos consultábamos lo que escribíamos y lo que íbamos pensando.

A medida que ha ido pasando el tiempo nos hemos ido concentrando cada uno en su propio mundo, primero por cuestiones prácticas pero después sobre todo por cuestiones de trabajo porque cada vez necesitamos más de esa soledad para poder trabajar. Esa soledad trato de combatirla de muchas formas, una de ellas tiene que ver con el propio resultado del trabajo, siempre me siento inseguro de lo que he hecho, pienso que no he logrado expresar de la mejor manera lo que he pretendido decir en una novela o en un texto.

Creo que el gran desafío de la literatura es poder expresar de la mejor y más bella forma posible la necesidad espiritual, filosófica, intelectual que cada uno tiene. Yo siempre tengo muchas dudas, tal vez una forma de combatir esa soledad es la relación que tengo con un grupo de lectores que son mis cómplices y complementos del propio trabajo literario. La primera, por supuesto, es mi mujer, a la vez mi crítico más despiadado; no tiene ningún compromiso para no decirme lo que le parece un desastre o una mierda sobre aquello que escribo. Y tengo otro grupo de amigos mucho más amplio a los que les voy dando versiones de mi trabajo.

Cuando empiezo a escribir una novela trato de dar la historia completa siempre que puedo. En estas últimas novelas, con cuerpos narrativos independientes que después se unen en la estructura (por ejemplo, en En el hombre que amaba a los perros está la línea de Trotsky, la de Mercader y la del cubano Iván Cárdenas. En Herejes está la de Rembrandt y Elías Ambrosius, la de Kaminsky y la joven cubana), trato de escribir las historias completas y cada vez que termino una se la doy a leer a estos amigos. A partir de lo que ellos me dicen, trato de encontrar un equilibrio entre lo que he expresado y lo que ellos consideran que tiene algún problema.

Siempre que el lector huele que algo no funciona bien, como escritor tienes que reaccionar, no puedes obviarlo y decirlo de la manera que a ti te parece bien. Si un lector inteligente te dice que algo no funciona es una señal, una luz roja que te tiene que decir: párate aquí y míralo de nuevo. Yo siempre lo hago y así voy trabajando con versiones que se van perfeccionando hasta que llega un punto en que tengo la novela en un estado que llamo de versión semifinal, la que le presento a los editores.

Tengo la enorme suerte de haber trabajado casi 17 años con Tusquets Editores, una editorial en la que la cabeza de Beatriz de Moura y el oficio y el talento de todo un grupo de editores, entre ellos por supuesto Juan Cerezo, el jefe de edición, me han ayudado muchísimo. Ellos hacen esa lectura semifinal de la novela que termina siempre en una fortísima discusión en una mesa de la editorial en Barcelona y ahí llegamos a los acuerdos finales. Hay algo muy importante, Beatriz o Juan, o incluso Toni López Lamadrid cuando leía las novelas, nunca me pedían cambios en función de que la novela tuviera una carga política o una proyección economicista. Siempre fueron discusiones en torno al hecho literario. Se lo agradezco mucho a Tusquets.

Por ejemplo, en El hombre que amaba a los perros tenía un problema grave, sabía que la línea de Trostky tenía un problema y no podía descubrirlo, la novela llegó a la versión semifinal con ese problema y era que yo había intentado narrar la vida de Trostky en primera persona para meterme dentro del personaje. En la discusión con Juan y Beatriz nos dimos cuenta de que lo que faltaba era mi capacidad para poder meterme dentro de un personaje como Trostky, un hombre con una vida, experiencias y orígenes incluso religiosos y étnicos (era judío aunque no practicara el judaísmo) que me hacía muy complicado poder entrar en su universo mental.

Les propuse escribirlo en tercera persona, ellos se me quedaron mirando, me dijeron que ésa era la solución y lo reescribí de nuevo. Mis inseguridades y soledades han tenido el complemento de estos lectores y editores que me han ayudado muchísimo a que mi literatura haya podido publicarse, con la calidad que tenga, alta, baja, pero siendo un hecho literario mucho más completo y acabado.

P. Hay muchos personajes en tus novelas, entiendo perfectamente que te ensimismes, que te metas porque son historias que están llenas de sugerencias que van a otras que tú mismo vas percibiendo, pero hay personas concretas, Hemingway, Trostky, Mercader, José Mª Heredia, Stalin… Son personas de carne y hueso. ¿Te ha ayudado el periodismo a tener esa relación con la realidad desde la ficción?

R. Soy un escritor-periodista, o un periodista-escritor, mi carrera ha sido paralela, en un momento trabajé mucho más el periodismo y en otro mucho más la narrativa, pero cuando trabajaba en periodismo escribí mi primera novela y mi primer libro de cuentos, y en los años que he escrito la mayoría de mis novelas he seguido siendo periodista, practicando el oficio aunque ya no viva de él. La creación periodística ha sido una escuela.

En El viaje más largo, que se acaba de publicar en España, hay una serie de reportajes en los que se construyen personajes, reales porque es periodismo, pero están construidos de forma literaria. Creo que esa construcción de referentes de la realidad llevados al periodismo pero a través de la literatura me ayudó mucho a trabajar luego personajes históricos en mis novelas.

El personaje histórico tiene sin embargo un problema muy grave y muy complicado para el escritor de ficciones y es que la vida no siempre es dramática en el sentido literario. José Mª Heredia, por ejemplo, su vida fue trágica pero si cuentas su vida de la forma en que ocurrió no funciona en la literatura de manera dramática, tienes que intervenir y hacer las adecuaciones necesarias para que esa vida adquiera un carácter dramático. Es lo que hago ahora en la literatura a pesar del desafío que significa manejar una gran cantidad de información sobre un personaje y tratar de crear un retrato fiel y posible de ese personaje, hacerlo en términos dramáticos. Y eso fue un aprendizaje que creo que hice en mi etapa de periodista.

P. Ahora que nombras a Heredia, no sólo esa novela sino todas las novelas te sirven para hablar muy en primera persona de tu propio país y sobre todo de La Habana; hay una frase que le dice Domingo Del Monte a Heredia que recoges: “Se ve, José María, lo que es este país, esto es una feria, un circo, una mentira de país”; también en Herejes está la reflexión sobre lo que es La Habana, lo que la gente se encuentra en La Habana al llegar en un barco de lujo que nunca atraca de veras. La Habana también es un personaje, y Cuba, es evidente en tus libros.

R. Soy un escritor con un fuerte sentido de pertenencia a una cultura, a un ambiente y a unas circunstancias, creo que toda mi literatura está escrita en función de hablar sobre lo que ha sido y lo que es Cuba, esto también es parte del periodismo. Este libro de reportajes de los años 80 y en toda una serie de trabajos que se remiten al siglo XVIII y XIX son una especie de búsqueda de los orígenes de lo cubano, de encontrar las raíces de por qué esa isla es como es, eso está muy presente en mi literatura, incluso en mis libros de ensayo. Mi primer libro fue mi tesis de grado universitario y se refiere que al Inca Garcilaso de la Vega, el primer hombre que siente el conflicto de ser hispanoamericano, la búsqueda de los orígenes siempre ha estado en mi trabajo.

Ese sentido de pertenencia a Cuba, a La Habana, a un barrio de La Habana que se llama Mantilla es como una obsesión, es tal vez mi signo de identidad literario. He tratado de reflejar la vida de los cubanos, y sobre todo la vida de La Habana, la ciudad que mejor conozco, las otras ciudades no las he vivido, no las conozco y es muy difícil hablar de ellas si no las conoces (me ha pasado ahora con la Amsterdam de Rembrandt, tuve que estudiarla muchísimo para poder reflejarla). La Habana es una ciudad que me habla, que se comunica conmigo, en la que conozco cómo reaccionan las personas, cómo viven, cuáles son sus aspiraciones y frustraciones, cuáles son sus deseos.

Físicamente además tiene ese carácter de una ciudad que es fundamentalmente ecléctica porque es una ciudad mestiza, y es mestiza porque toda la cultura cubana es el resultado de una serie de entrecruzamientos infinitos. Recuerda que cuando se habla de la época de la colonia y de los españoles que llegaban a Cuba, estamos hablando de que llegaban catalanes, canarios, vascos, castellanos y no es lo mismo; cuando llegaron los africanos llegaban yorubas, bantúes, congos que eran distintos; chinos, franceses, norteamericanos, alemanes y todo esto fue creando esa ciudad que tiene ese carácter tan ecléctico y tan mestizo.

Personajes como Domingo Del Monte son claves en esa imagen de la formación de qué cosa es La Habana porque él fue el ideólogo de un grupo económico y social muy importante, los patricios cubanos, los barones del azúcar de la primera mitad del siglo XX que fueron los que prácticamente decidieron que Cuba no fuera independiente en el XXI. Mientras se estaban produciendo las independencias de Hispanoamérica, ciertos patricios estaban mirando hacia Haití y el miedo al negro impidió que se produjera la independencia cubana.

Pero necesitaban construir un país y lo hicieron, como dice Del Monte, “muchas veces sobre una mentira”. Hay un gran debate sobre si el poema épico fundador de la literatura cubana es un texto literario real o una superchería, Espejo de paciencia, un poema de principios del XVII. Todo parece indicar que lo escribió el grupo de Del Monte a partir de unos fragmentos que encontraron, pero además, ese grupo que se reunía en la casa de Del Monte, uno de los palacios burgueses más grandes de La Habana, desde la literatura tuvieron como proyecto crear la imagen del país. Pero la concentraron fundamentalmente en la imagen de La Habana.

Por tanto, La Habana tiene un origen muy literario, muy programado y creo que eso ocurrió muy pocas veces en la literatura universal.

P. Has dicho que la contemplación de los personajes reales o ficticios que creas te ha ayudado a interpretar por qué esa isla es como es. ¿Cómo es?

R. Cuba es un país desproporcionado, ha tenido una proyección universal mucho mayor que sus dimensiones geográficas, si te fijas, en el mapa de la historia universal deberíamos ser como República Dominicana, Salvador o como Honduras, un pequeño país del Caribe, sin embargo Cuba ha sido un país que desde el siglo XIX, cuando ya comienza a ser un país con características independientes, empieza a tener una proyección hacia fuera y una creación interior muy importante.

Primero está la parte económica, en el XIX se convierte en un país riquísimo, es la región de España donde más riqueza se crea, tanto que estos patricios prácticamente compraban a los capitanes generales españoles que iban a Cuba. Es el momento también en el que empieza a producirse una creación literaria y cultural que desborda los márgenes cubanos, Heredia es el primer caso pero en el siglo XIX entre los siete u ocho poetas más importantes de la lengua hay tres cubanos, Heredia, Martín y Julián del Casal. En el XX Cuba da autores como Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Eliseo Diego, Guillermo Cabrera Infante de una gran proyección. Da una Alicia Alonso que es una de las grandes bailarinas del siglo, da un campeón mundial de ajedrez, José Raúl Capablanca, y eso hace que se vea una isla desproporcionada.

Se produce una revolución y Cuba se convierte en un referente para la izquierda universal, sobre todo para la Latinoamericana y ha estado en el centro de la atención. Esto hace que el cubano tenga una relación con la historia y con su proyección mucho más intensa que la de otros países de América Latina de características históricas o condiciones geográficas más o menos similares. El resultado ha sido que el cubano es un ser muy nacionalista, muy orgulloso de ese nacionalismo que practica, a veces en el mal y otras en el buen sentido.

Llegas a Miami y los cubanos que viven allí te hablan de los americanos como “esa gente”, es decir, ellos son los importantes y los otros son los otros, eso en un medio en el que son una minoría ínfima lo que te demuestra hasta qué punto ese sentimiento de grandeza, de desproporción nos ha acompañado desde los orígenes hasta estos momentos.

P. ¿Cómo se manifiesta hoy el carácter desproporcionado de Cuba?

R. Hoy es desproporcionada en el sentido de que todavía se le mira a nivel universal con una lupa muy especial, de la política interna, por ejemplo, de República Dominicana nadie sabe nada si tú preguntas en España; de Cuba todo el mundo te puede decir algo, creo que se sigue mirando con esa lupa. También ha tenido un reflejo en proyecciones concretas, en América Latina, en países como México o Argentina con gran tradición literaria tienen un grupo de escritores instalados en la referencia universal europea o norteamericana; la otra es Cuba.

La música cubana es otro elemento, ha sido uno de los elementos característicos más importantes de esa proyección, recuerda que Cuba puso de moda el mambo, el cha-cha-cha o el son. En España durante 20 años uno de los reyes de la música fue Antonio Machín, uno de los referentes, una de las figuras centrales, y cantando música cubana.

Hoy creo que se mira a Cuba con la perspectiva de qué es lo que va a ocurrir en ese país, se le ha seguido muy de cerca durante muchos años y Cuba ha entrado en un periodo de transformaciones…

P. ¿Qué va a ocurrir?

R. Es lo que no sé, es muy difícil hacer predicciones de futuro.

P. ¿A ti qué te gustaría?

R. Lo he dicho en alguna ocasión, me gustaría que se convirtiera en un país más normal, en el que las personas trabajaran y tuvieran un resultado de su trabajo que les permitiera vivir dignamente. Eso significa que haya una sociedad que logre armonizar sus componentes que ahora están alterados, hay un problema de base económica que el gobierno ha reconocido que se necesita cambiar. Actualizar es la palabra que se utiliza en Cuba para que las relaciones sociales también se normalicen.

Hubo un periodo de excesivo romanticismo político y creo que se está entrando en otro de un mayor pragmatismo económico y también político. Raúl Castro ha anunciado que termina su mandato en 2018 y ahí se abre la gran interrogación, cómo continuará siendo Cuba cuando ni Fidel ni Raúl estén al frente del país. Hacer cualquier especulación sobre lo que va a ocurrir es muy difícil, tendremos que tener esta conversación otra vez dentro de seis meses _como tú decías_ porque va a ser necesario ver los cambios que se van a producir en los próximos meses y en los próximos dos o tres años para saber exactamente qué camino va a coger Cuba.

P. Al principio de El viaje más largo haces una reflexión sobre el periodismo en Cuba a partir de algo que dijo Paco Ignacio Taibo: “Cuba es el país con mejores periodistas y con peor periodismo que alguien pueda imaginar”. Cuando el periodismo es malo es porque ocurre algo que lo interrumpe, ¿qué ha pasado?

R. Cuba es un país con el mismo modelo que todos los países socialistas, la prensa oficial responde al Estado, es una prensa que el Estado paga y sustenta y ha tenido un carácter fundamentalmente propagandístico, con una falta de calidad analítica y periodística de este oficio tal que hasta el propio Raúl Castro ha criticado a la prensa cubana y ha pedido que cambie y se ponga al ritmo de los tiempos.

Hubo un elemento que creo que cortó un posible desarrollo de la prensa cubana (los reportajes que se incluyen en El viaje más largo son una muestra de un tipo de periodismo que se pudo hacer en Cuba en los años 80), la llegada del llamado periodo especial, la desaparición de la Unión Soviética. Antes, la primera crisis que se vivió fue la del papel, dejaron de salir libros, desaparecieron revistas, los periódicos redujeron sus páginas y se convirtió en un periodismo de trinchera que fundamentalmente hacia una propaganda muy dirigida y específica de ese momento en el que no se sabía cómo se iba a salir de ese hueco económico y social. Creo que todavía no se ha recuperado.

En estos momentos hay una intención y hay ejemplos de un nuevo tipo de periodismo dentro de la prensa oficial pero insuficiente y aunque muy buenos periodistas los espacios para que desarrollen plenamente su trabajo no se han abierto lo suficiente, creo que va detrás de los cambios que han ocurrido en Cuba en lugar de ir junto o delante de esos cambios.

P. Dices que aquella mediocridad oficializada había marginado a grandes figuras, nombras a Lezama Lima y Virgilio Piñera pero también está Cabrera Infante y mucha más gente. ¿Qué consecuencias ha tenido en la cultura cubana posterior esa marginación oficial de la realidad cultural y literaria de la isla?

R. Se puede marcar 1971 como el principio de ese periodo aunque dos o tres años antes se venía gestando lo que se ha llamado el quinquenio gris o el decenio negro de la cultura cubana, la época de la marginación de un grupo de importantes figuras de la literatura, la plástica, del cine o el teatro por razones religiosas, sexuales o de otro tipo porque eran incómodos para los códigos de aquel momento. Eso se sumó a la marginación que ya existía de los artistas que salían a vivir fuera de Cuba, prácticamente considerados cadáveres literarios, de Cabrera Infante y de muchos otros que salieron no se volvió a publicar nada en Cuba.

A finales de los 80 y principios de los 90 empezó la recuperación de una parte de esa literatura y sobre todo la recuperación de las grandes figuras de los años 70 que estuvieron marginados. Pintores como Fernando Cabrera o escritores como Lezama y Virgilio Piñera. El rescate de estas figuras fue algo tan necesario que se convirtió en un culto, en las carteleras de teatro había tres obras de Virgilio Piñera, se creó un boom de él, todo el mundo hablaba de Paradiso aunque no se lo leyera, salieron las cartas de Lezama con Rodríguez Feo, diarios y libros de Lezama y hubo una recuperación de esa literatura.

Por otra parte los escritores iban teniendo acceso a esa literatura que no se publicaba en Cuba. Una de las educaciones estéticas fundamentales de toda mi generación literaria estuvo en la lectura de Cabrera Infante, Tres tistes tigres y La Habana para un infante difunto, porque es imposible escribir en cubano a partir de Cabrera Infante sin haber leído su obra, es el creador del idioma habanero literario y sin ese aprendizaje habría sido imposible.

Después se produjo una recuperación acelerada y a veces esas recuperaciones aceleradas crean falsas expectativas, falsas modas pero otras son un acto de justicia poética.

P. Dices también que gracias al periodismo Cuba fue mejor descrita, esa carencia de un periodismo bueno que citas, ¿qué consecuencias ha tenido en nuestra propia estima de lo que es Cuba fuera de Cuba?

R. Me cuesta trabajo contestarte porque no lo he visto desde fuera.

P. Para vosotros entonces.

R. Para los cubanos la falta de un periodismo con la profundidad y la responsabilidad que debió haber tenido siempre ha perjudicado a la educación en el debate, a la controversia y el ejercicio de la opinión. Entre muchas opiniones pueden salir unas cuantas verdades y la falta de ese periodismo afectó la cultura del debate que hay en Cuba. Cuando se practica el debate hoy en día, por lo general se hace desde el ataque no desde el diálogo y es muy curioso cómo personas que incluso tienen formas de pensar que pueden ser hasta coincidentes en muchos puntos, cuando sus opiniones no coinciden, empiezan por atacarse el uno al otro.

P. Como en España (risas).

R. Faltó la cultura del diálogo y muchas veces es la prensa la que ayuda a que se comente, como un espacio desde el que las personas emitan juicios y puedan tener respuestas a esos juicios. En los últimos años está pasando algo que también ocurre en España y es que ese diálogo o controversia se está produciendo en las redes sociales. En las redes se crea un cierto espacio de libertinaje más que de libertad en el que muchas veces desde el anonimato o desde el espacio individual se puede atacar a una determinada persona no solamente en términos literarios o culturales sino incluso con ataques de carácter político y ético.

Es un mal bastante difundido que estamos viviendo en Cuba en estos momentos y es muy peligroso porque puede crear espacios de opinión. El otro día hablábamos de cómo determinadas personas que tienen criterio sobre el fenómeno independentista en Catalunya son acusados de una cosa o de otra y son atacados por sus contrarios políticos. En Cuba está pasando un poco lo mismo de una forma que puede resultar bastante agresiva con respecto a las personas que no piensan igual que el otro.

Una sociedad que pretende ser mejor, cambiar, mejorar sus estándares sociales, económicos y políticos tiene que partir de esa capacidad de diálogo y de una capacidad de tolerancia.

P. ¿Qué reportaje de Cuba te gustaría hacer hoy?

R. En este tipo de reportaje ya me costaría mucho hacer esa mezcla de periodismo y literatura que hice hace algunos años porque fue un momento en el que suplí la imposibilidad física de tiempo para poder escribir literatura haciendo periodismo. Ya no haría ese tipo de periodismo, me costaría mucho trabajo hacerlo. El periodismo que estoy haciendo actualmente y que es el que me gusta hacer tiene mucho más que ver con la crónica, con el trabajo de observación e interpretación de una realidad, lo he venido haciendo en los últimos 20 años, desde que empecé mi colaboración con la agencia IPS, y es un periodismo que me satisface mucho más porque más que un carácter puramente de reflejo de la realidad tiene un carácter de análisis de la realidad. Es lo que me gusta hacer y lo que hago ahora.

P. ¿Qué crónica te gustaría hacer?

R. Las que estoy haciendo, crónicas de la vida cotidiana cubana tratando de encontrar la explicación de lo que piensan los cubanos, cómo se sienten, cuáles son sus expectativas, sus frustraciones, ilusiones, esperanzas y desesperanzas. Y cómo se siente una persona que vive la Cuba contemporánea, yo mismo. Lo he estado haciendo todos estos años y ese es el tipo de periodismo que cada mes significa el reto de pararme en la esquina de mi casa a mirar el mundo cubano y decirme: qué está pasando con esta gente, qué están viviendo y cuáles pueden ser las maneras de expresar lo que sienten.

Por ahí está el periodismo que quiero hacer.

P. A Hemingway le dijo un día el redactor jefe que le mandara verbos. ¿Cuáles serían los verbos cubanos de hoy y los que tú escuchas?

R. El verbo cubano más practicado es resolver. Resolver en Cuba significa encontrar los medios legales, semilegales o ilegales de arreglar tu vida cotidiana, resolver lo abarca todo, no se puede entender la vida cubana sin entender lo que para los cubanos significa el verbo resolver.

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