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La falta de agua angustia a ambos lados de la Raya

La sequía ha hecho que España, con los embalses en la peor situación desde 1995, no pueda cumplir con sus obligaciones internacionales para transferir caudales a Portugal en las cuencas del Duero y el Tajo

El ganadero Javier Arnés observa el nivel tan bajo del embalse de Almendra a la altura de Villaseco de los Reyes (Salamanca), el pasado lunes.
El ganadero Javier Arnés observa el nivel tan bajo del embalse de Almendra a la altura de Villaseco de los Reyes (Salamanca), el pasado lunes.Álvaro García
Villaseco de los Reyes / Miranda do Douro -

“Esto no lo había visto nunca así”. Esta frase se está desdibujando de tanto usarla en los últimos meses para describir los efectos de la dura sequía que golpea a buena parte de la Península. Pero, en este caso, no la pronuncia cualquier chisgarabís en cualquier lugar. Habla Arturo de Inés, de 93 años, encaramado a una enorme roca de granito al borde del barranco seco en el que se ha convertido el embalse de la Almendra, ubicado entre las provincias de Zamora y Salamanca, a tiro de piedra de Portugal. Desde hace más de 40 años, es el alcalde de Villaseco de los Reyes, de poco más de 300 habitantes, y nació mucho antes de que se inaugurara la presa en 1970. Además, es presidente de la mancomunidad salmantina de Cabeza de Horno, que surte de agua potable a 107 municipios. Y ese centenar largo de pueblos han estado en vilo ante la posibilidad de quedarse sin agua potable por el nivel tan bajo de la Almendra, que ahora está al 25% de su capacidad.

En el lado portugués de la Raya, Helena Barril, la presidenta de la Cámara Municipal de Miranda do Douro (6.000 habitantes), comparte temores similares. Aunque el abastecimiento urbano, que depende del río, está garantizado de momento, el descenso del caudal ha aumentado las impurezas, que pueden dañar las estaciones de bombeo. Más delicada es la situación de los ganaderos locales que, ante la sequía de las lagunas, han tenido que empezar a suministrar agua de la red urbana a sus animales. Para António Luis, que tiene una explotación con 30 vacas de raza mirandesa y preside una cooperativa bovina con más de 5.000 reses, el agua para el ganado, más cara que para consumo humano, se ha convertido en un coste fijo desde mayo. Lo mismo ocurre en Villaseco y todos los municipios cercanos al embalse de la Almendra, en España.

El ganadero António Luís, en su explotación en Miranda do Douro (Portugal).
El ganadero António Luís, en su explotación en Miranda do Douro (Portugal).Tereixa Constenla

El alcalde Arturo de Inés cuenta que la última semana de septiembre, casi de un día para otro, el nivel de la presa que gestiona Iberdrola se desplomó: “Nos llamaron de la empresa para decirnos que no podrían garantizar el abastecimiento porque estaba bajando mucho el nivel del pantano y el agua estaba turbia”. El año hidrológico ―se extiende del 1 de octubre al 30 de septiembre— estaba a punto de terminar y España estaba desembalsando para cumplir con las obligaciones del Convenio de Albufeira, de 1998. Este tratado internacional fija los volúmenes anuales que deben llegar a Portugal desde España para mantener los caudales ecológicos y permitir los usos socioeconómicos al otro lado de la frontera en las cinco cuencas que comparten ambos países: Miño, Limia, Duero, Tajo y Guadiana.

Indignados por la falta de agua en el lado español, comenzaron las protestas en pueblos de Zamora y Salamanca hasta que la Confederación Hidrográfica del Duero, que depende del Ministerio para la Transición Ecológica, paralizó los desembalses. Fue una decisión compartida entre los gobiernos español y portugués, pero lo que ha calmado ahora en el lado español ha indignado en el portugués. “Comprendemos que el agua nace en España, pero también hay unos compromisos internacionales que cumplir. Los agricultores españoles se quejaban de los desembalses porque decían que en Portugal el agua se usaba para producción hidroeléctrica, pero ellos están fijándose solo en unas multinacionales que ganan dinero y no se dan cuenta de que sus colegas portugueses están igual”, observa Andrea Cortinhas, secretaria técnica de la asociación de ovejas churras gallegas mirandesas, que busca la mejora genética de esta raza. Cortinhas hablaba este viernes mientras un rebaño de 140 animales trataba de encontrar algo apetecible en un pasto que debería estar verde y ya ni siquiera está amarillo, lo que obliga a alimentar a las ovejas con avena almacenada para el invierno. La carestía de agua lo está tornando grisáceo y blanquecino, los mismos tonos que abundan en el paisaje del lado español. “Si hay poca agua, hay que repartir para todos; no se trata solo de dejarla pasar cuando llueve mucho y se llegan a causar daños en Oporto”, critica el vicepresidente de la Cámara Municipal de Miranda do Douro, Nuno Rodrigues.

Arturo de Inés, alcalde de Villaseco de los Reyes, junto a la toma de agua del pantano de la Almendra para los pueblos de la zona.
Arturo de Inés, alcalde de Villaseco de los Reyes, junto a la toma de agua del pantano de la Almendra para los pueblos de la zona. Álvaro García
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Los gobiernos de ambos países han preferido no elevar el tono en este conflictivo asunto y el 28 de septiembre enviaron un comunicado conjunto en el que España reconocía oficialmente que no iba a poder cumplir con los caudales fijados en el Convenio de Albufeira en el Tajo y el Duero debido a la sequía. “Estas entregas se prevé que se sitúen en torno al 90% de los valores establecidos en el convenio”, admitían ambos países.

En un momento de gran sintonía entre Madrid y Lisboa, nadie quiere encender la espita de una guerra del agua. Pero la perspectiva a medio plazo no es buena; las previsiones no apuntan a un otoño lluvioso que pueda revertir la mala situación de los embalses de la España peninsular, cuya reserva está ahora solo al 31,9% de su capacidad (hay que retroceder hasta la gran sequía de 1995 para encontrar un dato peor que este para esta misma semana del año). Si se mira a un poco más largo plazo, lo que viene es aún peor, porque los científicos advierten de un aumento de las sequías hidrológicas ligadas al calentamiento global.

Ese medio y largo plazo es lo que más preocupa a José Manuel Gonçalves, alcalde de Peso da Régua, en la comarca del Duero portugués. De momento el río tiene niveles suficientes para el abastecimiento urbano y el turismo náutico, pero ve necesario pensar en el futuro y revisar el Convenio de Albufeira ante las nuevas circunstancias climáticas. “Tiene que haber responsabilidad y solidaridad desde los dos gobiernos y un equilibrio entre los dos pueblos para repartir el agua disponible”, considera. También la asociación ecologista lusa Zero aboga por la renegociación del tratado para que se establezcan “verdaderos caudales ecológicos capaces de asegurar la conservación y el funcionamiento de los ecosistemas”.

Andrea Cortinhas, ante un rebaño de ovejas churras gallegas mirandesas en Miranda do Douro (Portugal).
Andrea Cortinhas, ante un rebaño de ovejas churras gallegas mirandesas en Miranda do Douro (Portugal).Tereixa Constenla

Sobre la posibilidad de un cambio del Convenio de Albufeira, una portavoz del Ministerio para la Transición Ecológica español se limita a señalar: “Cualquier modificación de criterios ha de hacerse siempre de común acuerdo, sobre bases técnicas y buscando soluciones que satisfagan de manera equilibrada las necesidades y usos a ambos lados de la frontera en un contexto de cambio climático y previsible disminución de la disponibilidad hídrica”.

En tiempos de escasez, la gestión del agua parece que no puede ser satisfactoria al mismo tiempo a ambos lados de la Raya. “Da la sensación de que los españoles son los dueños del río, y no lo son”, se queja la alcaldesa portuguesa Helena Barril. “Ya no estamos en los tiempos en que estábamos a guerrear por un trozo de tierras, en mi opinión debería haber una gestión más rigurosa para que nadie salga perdiendo”, sostiene.

Hace un par de semanas los cabreados estaban al otro lado, en la zona que se asemeja ahora a un paisaje lunar sobre las 8.650 hectáreas que abarca el embalse de la Almendra, el tercero con más capacidad de España. A medida que avanzaba sobre esta zona el pasado lunes, las botas de Javier Arnés levantaban un polvo blanquecino del que hasta hace poco era el fondo de este enorme pantano. Incluso han aflorado troncos negros de viejas encinas que se han conservado intactos porque llevan más de cuatro décadas sumergidos y sin oxígeno que las degrade. A Arnés le angustian sus 200 vacas moruchas, como a muchos de los ganaderos de la comarca, que viven principalmente de esta actividad y que han tenido que recurrir ya a camiones cisterna. “Los pozos están secos, las charcas también”, alerta.

Ganado junto al embalse de la Almendra.
Ganado junto al embalse de la Almendra.Álvaro García

Hasta este año, sus vacas bebían directamente del pantano, que linda con su finca. “Pero el nivel es tan bajo que ya no se atreven a bajar”. De momento, su salvación es el pozo que tiene en sus tierras y que por primera vez está utilizando para dar de beber a sus animales. “En ocho o 10 días se me agotará el agua del pozo, espero que suba el nivel del pantano y puedan beber otra vez. El problema es que no estamos preparados para la escasez de un día para otro, tenemos infraestructura para transportar alimentos, pero no agua”, explica el ganadero.

Cuando el embalse se construyó en los años sesenta fue una tragedia para muchos vecinos de la comarca, que vieron cómo la dictadura les expulsaba de sus tierras. “Recuerdo a la gente llorando por los caminos mientras recogían sus cosas”, rememora el veterano alcalde de Villaseco de los Reyes, antes de evocar los días en que las mujeres bajaban en burro ropa para lavar en el río. “El agua es vida”, dice el ganadero. “Esta zona se quedaría sin gente si no hubiera agua”.

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