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Multiversos, metaversos y el tuneado de la vida

La existencia de determinadas constantes en las leyes físicas cuyos valores no podemos explicar permiten explorar la posibilidad de universos paralelos

Eva Villaver
Un visitante interactúa con un holograma en el pabellón de Telefónica del Mobile World Congress de Barcelona (MWC) el pasado 3 de marzo.
Un visitante interactúa con un holograma en el pabellón de Telefónica del Mobile World Congress de Barcelona (MWC) el pasado 3 de marzo.Quique García (EFE)

Sintonizar una emisora en una de esas radios antiguas con dial. Buscar entre todas las señales aquella donde las voces llegan nítidas y, una vez conseguido, intentar justificar que la señal se detecte a 6.34Mhz exactamente, podría ser una buena metáfora de uno de los problemas intelectuales más debatidos en el último siglo. Aunque quizás el problema mismo ni siquiera exista, o tal vez, se nos escapa de las fauces de la física misma para cruzar una frontera difícil de atravesar sembrada de minas antipersonales y concertinas, aquella que separa la física de la metafísica, la necesidad humana de religión del ateísmo: ¿Están las leyes físicas en el universo afinadas para la existencia de vida?

El dilema surge de que no entendemos por qué de entre todos los valores posibles, hay determinadas constantes en las leyes físicas que tienen el valor que tienen y de permitir el juego intelectual de que si tuviesen otro valor no tendríamos los ingredientes necesarios para que evolucione la vida. Entonces nos podemos preguntar si simplemente hemos tenido suerte de que, por ejemplo, la energía oscura sea tan pequeña que la materia del universo haya podido acumularse en galaxias. Si hubiese sido un poco más grande todo se habría expandido tan rápido después del Big Bang que ninguno de esos puntos luminosos que contemplamos en una noche oscura estaría ahí fuera. Tampoco estaríamos nosotros.

Sin ingredientes no podemos cocinar en absoluto la sopa primigenia. Pequeñas variaciones en esas constantes físicas podrían haber excluido la formación de planetas, estrellas y galaxias dejando como resultado un universo carente de vida. O no, y quizás el planteamiento del problema esté equivocado desde el principio y el problema mismo no exista. Se puede argumentar que si cambiamos las masas de las partículas elementales, o las constantes físicas, estaríamos cambiando los ingredientes de la sopa primigenia, pero en lugar de un pastel de humanos quizás nos estemos simplemente montando un universo de estofado de cerdos hechos de silicona.

Vamos a poner un ejemplo sencillo, la constante de estructura fina, 𝛂, representa la intensidad de la fuerza electromagnética entre dos partículas elementales. Toma un valor de 𝛂 = 1/137.035999206, medida con una precisión de 81 partes por trillón. Y además parece realmente constante tal y como se ha medido con ESPRESSO, un instrumento dedicado a la caza de exoplanetas de baja masa, pero que ha logrado recientemente descartar variaciones de la constante de estructura fina a escalas cosmológicas. Esta es una constante fundamental por muchos motivos, pero en este artículo la pregunta surge de intentar responder a por qué vale exactamente eso, y qué ocurriría si no lo hace. ¿De verdad vamos a creer que 𝛂 = 0.0072992… es un número importante? El argumento más sencillo de explicar es que si cambiamos 𝛂 en cualquier dirección ya sea haciéndolo más pequeño o más grande no se podría forjar en las estrellas el carbono del que estamos hechos, lo que resultaría en que, a priori, no existiríamos.

Podemos hacer este ejercicio con cada una de las fuerzas fundamentales, con la fuerza electromagnética frente a la de gravedad por ejemplo. Si la gravedad fuese más fuerte, las estrellas no vivirían lo suficiente para que estuviésemos aquí, ya que la vida tardó miles de millones de años para evolucionar en la Tierra. Argumentos similares apuntan a la necesidad de que las dimensiones del espacio tiempo sean precisamente cuatro o que las masas de las partículas subatómicas les permitan a los átomos ser estables.

Estamos ante el principio antrópico: no nos deberíamos sorprender de encontrarnos habitando un universo donde las leyes de la física son exactamente las que son, donde se dan las condiciones para que evolucione la vida inteligente, ya que no podríamos estar haciendo lo mismo en uno donde esto no haya ocurrido. Entonces, ¿bajamos las manos, nos rendimos y dejamos de intentar entender nada? ¿Le debemos dar vía libre a la posibilidad de la existencia de dios?

Digamos que el argumento del tuneado de la vida no es demasiado satisfactorio intelectualmente. Es similar a argumentar que si mi madre no hubiese estado en aquel baile y mi padre no hubiese sido parte de la banda que tocaba, no estarías leyendo este artículo, porque yo tampoco estaría aquí y si nos remontamos a la madre de mi madre de mi madre y al padre y madre de mi padre, así para atrás la cantidad de posibilidades necesarias que se abren para que esto que soy yo esté ocurriendo y eso que eres tú leyéndome, es infinita. Se podría concluir que soy simplemente algo muy poco probable de ocurrir si nos fijamos en todas las cosas que han de pasar para que lleguemos a estas líneas. Pero, ¿es eso lo importante? No lo creo, la física nos dice que no, soy simplemente un ejemplo de efecto de selección: ya que estoy aquí para mirar, me fijo en aquello que es necesario para que yo aparezca, como contaba Paul Davies en The Goldilocks Enigma.

Una de las soluciones al problema antrópico ha sido propuesta vía la teoría de los multiversos: nuestro cosmos no es único, solo es uno de las infinitas posibilidades de universos paralelos cada uno con sus leyes y parámetros. Dadas infinitas posibilidades, algún universo aparece con parámetros y leyes físicas donde somos posibles. El multiverso es una consecuencia natural de la teoría de la inflación, e invoca algunos aspectos de la teoría de cuerdas. Multiverso y cuerdas son teorías polémicas, porque no existe y quizás no pueda existir prueba experimental de su validez, aunque no cese la búsqueda de una huella dejada por la colisión con otro universo en el fondo cósmico de microondas.

Cosmologías alternativas que tratan de explicar la aparente sintonía de las constantes físicas para la existencia de vida involucran modelos de universos cíclicos o cosmos que se construyen de arriba-abajo, escribiéndose así mismos hasta que encuentran las condiciones iniciales que les llevan a donde están, como propusieron Stephen Hawking y Thomas Hertog.

Y ya que estamos, podemos mencionar también universos paralelos escondidos en agujeros negros, o la posibilidad de que seamos simplemente algo así como el metaverso de una civilización alienígena inteligente que haya tuneando el universo para que las constantes físicas ocurran tal y como son. Posibilidad que personalmente me produce bastante desasosiego, no ya por el efecto huevo-gallina que simplemente trasladamos de lugar, sino porque implicaría, entre otras cosas, que a un ser alienígena más inteligente que nosotros se le ha ocurrido inventar un avatar como Putin. Prefiero pensar que, si en el universo o multiverso la complejidad ha evolucionado a algo más inteligente que nosotros, hubiese decidido entretenerse inventando algo con un poco más de sustancia que los humanos.

Quizás el problema del ajuste fino para la vida ni siquiera exista. Nuevos cálculos nos informan de la posibilidad de vida inteligente en universos con propiedades muy diferentes. Incluso alguno de ellos pueda estar mucho mejor dotado para la vida que en el nuestro. No es difícil imaginar dado el estado de la realidad que nos rodea. Mientras tanto y, ya que soñar es gratis, me gustaría ahora mismo habitar una teoría de la realidad diferente una que no justifique ni las guerras ni las invasiones ni las películas que se montan algunos señoros para justificarlas, una en la que se rescate a los vivos del mar y se desentierre, por fin, a los muertos de las cunetas.

Eva Villaver es investigadora del Centro de Astrobiología, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA).

Vacío Cósmico es una sección en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista científico sino también filosófico, social y económico. El nombre “vacío cósmico” hace referencia al hecho de que el universo es y está, en su mayor parte, vacío, con menos de un átomo por metro cúbico, a pesar de que en nuestro entorno, paradójicamente, hay quintillones de átomos por metro cúbico, lo que invita a una reflexión sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo. La sección la integran Pablo G. Pérez González, investigador del Centro de Astrobiología; Patricia Sánchez Blázquez, profesora titular en la Universidad Complutense de Madrid (UCM); y Eva Villaver, investigadora del Centro de Astrobiología.

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Sobre la firma

Eva Villaver
Directora de la Oficina Espacio y Sociedad de la Agencia Espacial Española, y profesora de Investigación del Instituto de Astrofísica de Canarias.

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