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Zoozve: cómo una errata en un póster infantil se convirtió en la primera ‘luna’ de Venus

El primer cuasisatélite identificado en un planeta del Sistema Solar ha sido bautizado con el nombre que se plasmó por error en un cartel astronómico

Asteroide Zoozve
Representación artística de un asteroide de tamaño mediano, como Zoozve.N. Bartmann (ESA/Webb/ESO)
Javier Salas

La Unión Astronómica Internacional acaba de nombrar como Zoozve la primera cuasiluna descubierta en un planeta del Sistema Solar, una decisión rutinaria para esa organización de representación del mundo astronómico, que se dedica a nombrar y renombrar por docenas todos los cuerpos celestes. Sin embargo, la historia de Zoozve tiene varias particularidades que lo convierten en un caso excepcional. La curiosidad de un padre ha terminado en el firmamento, una agradable serendipia surgida de una errata. Y todo empezó en el cuarto de un crío a la hora de arroparlo entre las sábanas.

Hace un año, Latif Nasser, copresentador del podcast científico Radiolab, se disponía a acostar a su hijo cuando reparó en un detalle en el póster de planetas que tenía en el cuarto. A Nasser, con un doctorado en Historia de la Ciencia por Harvard, le llamó la atención ver en ese dibujo un cuerpo espacial con un extraño nombre. “Venus tenía una luna llamada Zoozve. Nunca había oído hablar de ella”, recuerda ahora Nasser en un hilo en la red social X. Googleó y confirmó, paradójicamente, que Venus no tiene ninguna luna conocida. Es, junto con Mercurio, el único planeta sin satélites naturales del Sistema Solar. La palabra “Zoozve” tampoco arrojaba resultados en los buscadores.

Así que Nasser acabó llamando a Alex Foster, el ilustrador que había dibujado el póster. Foster juraba que no se lo había inventado, que lo había tomado de un listado científico de lunas. Una amiga de Nasser que había trabajado en la NASA dio con la clave: era una errata, el dibujante se había equivocado al transcribir ese nombre. No era ZOOZVE, sino 2002-VE, nombre que se corresponde con el de una roca espacial avistada en torno a Venus en 2002. Más concretamente, su nombre es 2002-VE68, y se trata de un asteroide de unos 250 metros de ancho. Y no es una luna de Venus, porque no tiene. “Pero tampoco NO es una luna de Venus. Es ambas cosas y ninguna”, explica enigmático Nasser.

Se trata de una cuasiluna, un objeto espacial que en realidad orbita en torno a una estrella, pero lo hace con un ritmo y con una estabilidad que hace parecer que orbita a un planeta. Gracias a esta resonancia en torno a los dos cuerpos, las cuasilunas pueden acompañar a un planeta mucho tiempo antes de escapar de su influencia. En 2010, Zoozve se acercó a la Tierra y permitió analizar mejor ese baile rítmico que mantiene con Venus. Los astrónomos españoles Carlos y Raúl de la Fuente confirmaron que 2002-VE68 abandonará su estado actual como luna venusiana en un plazo relativamente corto: unos 500 años. Y calcularon que entró en este inusual estado dinámico después de un encuentro cercano con la Tierra hace más de 7.000 años.

Órbita animada de la cuasiluna Zoozve entre los años 1600 y 2500.
Órbita animada de la cuasiluna Zoozve entre los años 1600 y 2500.Phoenix7777

“Con la enorme cantidad de cuerpos menores (asteroides) que hay por el sistema solar, es evidente que tarde o temprano más de uno caerá en las redes de la atracción gravitatoria de los planetas”, afirma Javier Armentia, astrofísico y director del Planetario de Pamplona. El astrónomo explica que la Tierra también tiene cuasisatélites, el primero descubierto en 2010 y llamado 2010 Tk7. El año pasado se confirmó otra cuasiluna terrestre, llamada Kamo’oalewa. “Son resonancias gravitatorias, esa danza de planetas llevados por la gravedad. Con más observaciones y mejores análisis van saliendo además cálculos de mecánica celeste más precisos, que miran todos los detalles y nos permiten descubrir que a veces los planetas atrapan estos cuerpos en órbitas que se parecen a lo que hacen con la Luna de verdad. Así que podemos llamarlos lunas o cuasilunas”, explica Armentia.

Para este divulgador, el caso de Zoozve muestra cuánto queda por descubrir y entender de nuestro entorno planetario, y cómo incluso un error puede llevarnos a aprender más sobre el universo. “Como conocemos cada vez más del Sistema Solar, también nos vamos encontrando cosas que no pensábamos que fueran posibles. Tendemos a pensar que la Tierra ya tiene su Luna y punto”, señala. La historia de Zoozve también refleja, por tanto, la evolución de las técnicas de observación y análisis en astronomía desde su descubrimiento inicial en 2002 hasta su nombramiento en 2024.

Entre los cuerpos celestes nombrados o renombrados por la Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés) en su último boletín (PDF) están también Incamajorca —porque el astrónomo que lo descubrió es de la localidad mallorquina de Inca— y Pitufo, porque “en Puerto Rico, la palabra pitufo también se usa como apelativo cariñoso”. La Unión últimamente impulsa los nombres originales y de culturas populares y ancestrales, pero no siempre toma decisiones tan agradables: en 2020, tuvo que retirarle el nombre a dos cráteres de la Luna porque correspondían a dos físicos con un notable pasado nazi.

La IAU describe así el nombramiento de Zoozve, “el primer cuasisatélite identificado de un planeta importante (Venus)”: “Cuando el artista Alex Foster dibujó este objeto en un póster infantil del sistema solar, confundió los caracteres iniciales de la designación provisional con letras, acuñando así un apodo extraño y memorable. Nombre sugerido por Latif Nasser”. El impulsor del nombre lo ha celebrado en su podcast y en las redes: “¡Le pusieron el nombre! ¡A partir de hoy, la primera cuasiluna descubierta en el universo se llama oficialmente Zoozve!”. Esta historia, que recuerda cómo el universo sigue lleno de misterios esperando ser descubiertos gracias a la curiosidad humana, podrá convertirse ahora en una bonita fábula para leer antes de arropar a los niños en la cama y aprender astronomía mirando el mapa de los planetas.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.
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