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Una extraña criatura animal con forma de tortita muestra el origen del pensamiento

Los placozoos se separaron del grupo de los seres humanos hace 800 millones de años y apenas miden un milímetro, pero poseen algo parecido a unas neuronas

Manuel Ansede
Movimiento de un placozoo observado con un microscopio.
Movimiento de un placozoo observado con un microscopio.CRG

Multitud de religiones de todo el planeta coinciden en un mismo relato de la creación del ser humano, en el que un dios todopoderoso fabrica de la nada a las mujeres y a los hombres con un cerebro ya bien amueblado. La realidad es mucho menos lírica, como sugieren los placozoos, unas criaturas animales de menos de un milímetro que flotan en el agua marina como granos de arena. Pasan desapercibidos, pero son extraordinarios. Al microscopio, son como diminutas tortitas, sin ningún órgano y mucho menos un cerebro. Sin embargo, estos extraños animales son capaces de coordinarse para atacar en grupo a sus presas. El equipo del biólogo español Arnau Sebé Pedrós revela este martes que en las células de estos insólitos seres ya se intuye el origen de las neuronas, responsables del pensamiento humano.

Los placozoos tienen apenas 50.000 células, pero sus habilidades son sorprendentes. Son inmortales, porque pueden multiplicarse indefinidamente de manera asexual. Un pedazo de placozoo formará otro placozoo. También pueden reconfigurarse y adoptar otras formas diferentes a la tortita, como una rosquilla o un látigo. Una persona está compuesta por 30 billones de células, con multitud de tipos bien diferenciados, como las neuronas del cerebro o los glóbulos rojos de la sangre. Los placozoos, en cambio, son dos simples capas de células similares, pegadas como dos lonchas de queso. Su sencillez puede ayudar a entender cómo los organismos de una sola célula se unieron y crearon seres multicelulares, cada vez más sofisticados.

Placozoan
Un placozoo visto con un microscopio.Bernd Schierwater

El grupo de Arnau Sebé Pedrós cuida a miles de placozoos en su laboratorio del Centro de Regulación Genómica, en Barcelona. Según sus cálculos, los animales multicelulares surgieron hace unos 850 millones de años. Muy pronto, hace 800 millones, se separaron los caminos de las familias que dieron lugar a los placozoos y a los humanos. “La gente tiene tendencia a ver fósiles vivientes en la naturaleza. No sabemos si nuestro ancestro común se parecía a un placozoo, pero algunos aspectos de su biología ya estaban allí”, opina el biólogo, nacido en el pueblo leridano de La Fuliola hace 37 años.

El equipo ha estudiado célula a célula las cuatro especies conocidas de placozoos, incluida la primera descubierta, hallada en 1883 por el zoólogo alemán Franz Eilhard Schulze en un acuario de peces marinos en Graz (Austria). Schulze bautizó a aquella misteriosa criatura con el nombre científico Trichoplax adhaerens, del griego tricho (pelo) y plax (placa) y del latín adhaerens (pegajoso): placa peluda pegajosa, por su tendencia a posarse sobre algas para devorarlas. Son los animales más simples del planeta, si se exceptúan los mixozoos, unos parásitos de pocas células que no pueden vivir por sí solos.

El investigador argentino Sebastián Najle, coautor del trabajo, maneja los placozoos en el Centro de Regulación Genómica, en Barcelona.
El investigador argentino Sebastián Najle, coautor del trabajo, maneja los placozoos en el Centro de Regulación Genómica, en Barcelona.Omar Jamshed / CRG

Sebé Pedrós y sus colegas han observado que los placozoos son capaces de coordinar sus 50.000 células gracias a que algunas de ellas pueden enviarse mensajes mediante unas moléculas llamadas neuropéptidos, como hacen las neuronas en nuestro cerebro. “Hemos encontrado un rudimento de ciertos aspectos de nuestro sistema nervioso”, celebra el biólogo. Esas células secretoras todavía carecen de las prolongaciones que transmiten impulsos nerviosos (axones) y de las prolongaciones que los reciben (dendritas) en las neuronas humanas.

Los nuevos resultados, publicados este martes en la revista especializada Cell, apoyan la hipótesis del cerebro químico, postulada por el biólogo húngaro Gáspár Jékely, de la Universidad de Heidelberg, en Alemania. “Este estudio revela profundas similitudes moleculares entre las neuronas de los placozoos y las neuronas de los animales bilaterales [los simétricos, como los seres humanos]”, opina Jékely. “Estas similitudes, junto con el hecho de que las neuronas de los placozoos solo se comunican mediante señales químicas, apoyan la idea de que los sistemas nerviosos pudieron evolucionar primero como un conjunto de células diversas conectadas químicamente, antes de desarrollar procesos especializados (axones y dendritas) y sinapsis”, apunta el investigador húngaro, que no ha participado en este estudio.

Sebé Pedrós incide en esta idea. “Probablemente, para coordinar las células de un organismo pequeño, con solo dos capas, era suficiente tener células secretoras de señales químicas. Sin embargo, en el momento en que te haces grande y empiezas a ganar tridimensionalidad, necesitas emitir también señales eléctricas y disponer de interfaces de comunicación célula a célula, que son las sinapsis”, expone el biólogo español. Las neuronas de una persona alta, con prolongaciones que permiten sentir inmediatamente un estímulo en el pie, pueden medir más de dos metros.

Imagen de un placozoo, obtenida con un microscopio confocal.
Imagen de un placozoo, obtenida con un microscopio confocal.CRG

El grupo de Arnau Sebé Pedrós cree que la primera neurona moderna no apareció hasta hace unos 650 millones de años, en el ancestro común del grupo de las medusas —los cnidarios— y el de los seres humanos. El gran misterio es qué pasó entonces con otra rama de animales que emprendió su propio camino hace 850 millones de años: los ctenóforos, unos organismos similares a las medusas y que también tienen neuronas, aunque diferentes. “Todavía es pronto para asegurar que los ctenóforos inventaron las neuronas independientemente, pero creo que cada vez hay más pruebas de que pudo ser así”, explica Sebé Pedrós.

El alemán Bernd Schierwater lleva décadas estudiando los placozoos. En su web de la Facultad de Veterinaria de Hannover aparece metido en el mar con corbata y gafas de sol, en las aguas poco profundas en las que suelen aparecer estos animales. A su juicio, el nuevo estudio, en el que ha colaborado, confirma su “nueva hipótesis de la plácula”, según la cual el hipotético último ancestro común de todos los animales era un disco de dos capas, como los placozoos. “La hipótesis original procede de un zoólogo alemán, Otto Bütschli, hace más de un siglo. Posteriormente, por razones políticas y de fama y dinero, se publicaron unos árboles de la vida que situaban en la base a los ctenóforos. Esto es una basura absoluta, pero los investigadores se metieron dinero en los bolsillos”, opina Schierwater.

La científica estadounidense Carolyn Smith también ha investigado los placozoos, en el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares, en Bethesda (EE UU). Smith se declara “entusiasmada” por los resultados del equipo de Barcelona. “Es un fuerte apoyo a la idea de que el precursor evolutivo de las neuronas pudo asemejarse a las células secretoras peptidérgicas encontradas en los placozoos”, celebra.

Equipo de Arnau Sebé Pedrós (en el centro, sentado, con camisa gris), en el Centro de Regulación Genómica, en Barcelona.
Equipo de Arnau Sebé Pedrós (en el centro, sentado, con camisa gris), en el Centro de Regulación Genómica, en Barcelona.CRG

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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