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la crisis del coronavirus
Tribuna
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Objetivo: la Tierra

Vacunar al mundo este año es técnicamente posible, pero requiere una ética empresarial insólita

Un profesional sanitario sostiene una jeringuilla y un vial con la vacuna contra el eovid-19, en un dispositivo instalado en el Estadio Wanda Metropolitano de Madrid, este martes.
Un profesional sanitario sostiene una jeringuilla y un vial con la vacuna contra el eovid-19, en un dispositivo instalado en el Estadio Wanda Metropolitano de Madrid, este martes.Marta Fernández Jara (Europa Press)
Javier Sampedro

Las mayores factorías de vacunas del planeta han fabricado 400 millones de dosis anticovid en cuestión de meses, una marca histórica. Pero aun así nos quedamos cortos por un orden de magnitud, pues hacen falta no cientos, sino miles de millones para vacunar al mundo, y el reloj apremia. Sobre el papel sería posible acercarse a ese objetivo para la navidad de este año, pero ese cálculo se basa en la suposición de que todo va a funcionar como una maquinaria engrasada y perfecta, un axioma francamente audaz en este momento, con la gran mayoría de las dosis acaparadas por los países ricos y una variedad fatigosa de restricciones al comercio internacional del que tanto presumíamos.

La buena noticia es que la producción de vacunas parece capaz de crecer exponencialmente, según los cálculos de Airfinity, una consultora londinense que analiza los datos de la industria farmacéutica. Un crecimiento lineal es como 1 2 3 4 5 6…, mientras que uno exponencial es como 1 2 4 8 16 32… Como en la fábula oriental, basta aplicar esa progresión en un tablero de ajedrez para que, partiendo de un solo grano de arroz en la primera casilla, puedas arruinar toda la producción agrícola del reino antes de llegar a la última. Airfinity predice que la industria es capaz de generar 10.000 millones de dosis a finales de este año.

La Universidad de Duke,en Carolina del Norte, eleva esa predicción a 12.000 millones. La población mundial no llega a 8.000 millones, de modo que esas prospectivas, aun descontando que la mayoría de las vacunas requieren dos dosis, se acercaría mucho al objetivo global. Pero ni la propia jefa del estudio de Duke, Andrea Taylor, confía en sus conclusiones, como reconoce en ‘Nature’. “Las cadenas de distribución pueden malograrse”, dice Taylor, “y los países pueden amenazar las exportaciones de vacunas”.

La buena noticia es que la producción de vacunas parece capaz de crecer exponencialmente

Desde luego que pueden, y ya lo están haciendo con balcones a la calle. Las clases adineradas y los nacionalistas tienden a considerar las vacunas anticovid como si fueran el elixir de la juventud, un bien valioso con el que hay que hacerse a cualquier precio. Resolver una pandemia requiere una mirada más amplia y despejada, pero ese no es precisamente el fuerte del Homo sapiens, ¿verdad?

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¿Qué podemos hacer entonces, dada la materia prima humana con la que contamos? Mucho. Parte del milagro de las vacunas contra el SARS-CoV-2 se debe a que las grandes corporaciones de la Big Pharma (la gran industria farmacéutica), que normalmente mantienen una competencia encarnizada, han empezado a colaborar entre ellas. Merck está fabricando las vacunas diseñadas por Johnson & Johnson, ambas en Nueva Jersey; la británica GSK y la suiza Novartis están manufacturando 350 millones de dosis de su competidor alemán Curevac. ¿Es que la Big Pharma se ha vuelto ética de repente? ¿O es que ha descubierto los beneficios contables de la colaboración? Lo sabremos pronto. Como dijo el matemático John Allen Paulos, los secretos duran poco. A la gente le gusta hablar.

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