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Solo teatros en la vida

Pasando de restaurantes, librerías o parques, el dramaturgo no entiende su relación con Madrid sin esos escenarios de placer, diversión y reflexión

Rocío García
El director y dramaturgo español Alfredo Sanzol en el Teatro de la Abadía en Madrid.
El director y dramaturgo español Alfredo Sanzol en el Teatro de la Abadía en Madrid.VÍCTOR SAINZ

1. Cuarta Pared. Cuando empecé a pensar en lugares emblemáticos para este artículo —restaurantes, librerías, parques o plazas— solo me salían teatros, porque son la columna vertebral de mi vida en Madrid. Y tengo que empezar con la Sala Cuarta Pared porque le tengo un cariño especial. Aquí estrené, en 2001, la primera obra que escribí, Cous-Cous y Churros. Volví en 2006 con Risas y Destrucción. Esta función me permitió dar el salto al Centro Dramático Nacional (CDN). Es un espacio de referencia en el mundo teatral al que he ido mucho como espectador. (Ercilla, 17).

2. María Guerrero. La función que estrené en la Sala Princesa, Sí, pero no lo soy, fue también la primera en la que tuve un sueldo como autor y director. El María Guerrero, para el que estoy preparando Luces de bohemia, es la nave insignia del teatro en nuestra ciudad, por su historia, su arquitectura formidable, porque es la sede del CDN y por los grandes directores y actores que han pasado por allí ( Tamayo y Baús, 4).

3. Valle-Inclán. Aquí he trabajado mucho como ayudante de dirección y estaba en el equipo cuando se estrenó este espacio, con el que tengo un vínculo afectivo muy grande. Me viene a la mente la sala Olimpia, que ocupaba este lugar y cuyo cierre fue un trauma para todos. Aquí he estrenado como director Dias estupendos y La calma mágica, entre otras. A pesar de sus problemas de acústica, es un lugar que amo (Valencia, 1).

4. La Abadía. Es como una casa para mí. Aquí he hecho En la luna, Edipo Rey, La respiración y La ternura y he vivido momentos de plenitud artística, que me ha dado la oportunidad de desarrollar un lenguaje. Aquí hay un público muy especial que se ha ido creando a lo largo de los años y eso se nota. (Fernández de los Ríos, 42).

5. Teatro Español. Viví en Pamplona hasta los 23 años, pero en cada viaje que hacíamos a Madrid, mi madre, muy aficionada al teatro, me traía al Español a ver las obras. Aquí vi La malquerida, de Benavente, en la que sacaban un caballo a escena, algo que me impresionó muchísimo. Es con el María Guerrero, el teatro de referencia en la ciudad. Es perfecto, su acústica es sensacional (Príncipe, 25).

6. La Comedia. La casa del Siglo de Oro y, por tanto, el cimiento del teatro en España. Es un lugar de placer que me ha brindado la oportunidad de hacer mi primer clásico, La dama boba, en la sala pequeña. No abordo el teatro con angustia y tampoco lo hice con esta comedia de Lope de Vega (Príncipe, 14).

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7. Pavón Kamikaze. Me identifico mucho con la aventura de esta compañía, con el riesgo que asumieron y el deseo de sacar adelante un centro con una línea editorial muy marcada, con una apuesta decidida por la dramaturgia contemporánea. Hacer La valentía en el Pavón ha sido una enorme suerte. (Embajadores, 9).

8. Albéniz. Este lugar sigue estando muy vivo para mí. Animo a la gente a pasar por delante para sentir la pena por un teatro cerrado que fue uno los grandes escaparates de la escena internacional. Aquí vi por primera vez a Robert Lepage. El teatro en Madrid no se entiende sin la programación del Albéniz. (La Paz, 11).

9. Teatro Madrid. También cerrado. Era el gran lugar para la danza. Gracias a la obra de Christoph Marthaler  Los diez mandamientos, que vi aquí, me lancé a escribir con más libertad. Es como un gran trasatlántico varado en el puerto. (Parque de la Vaguada).

10. La RESAD. En la Real Escuela Superior de Arte Dramático empieza todo, en el aula 4.11. Es la base de mi teatro, donde conocí a mis compañeros de trabajo y dirigí mi primera obra como estudiante, Como los griegos, de Steven Berkoff. (Avenida de Nazaret, 2).

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