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Rock / CORIZONAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Capacitación alborotadora

La síntesis de Arizona Baby y Los Coronas certifica en su último concierto de gira una genuina intensidad guitarrera y 'vintage'

Javier Vielba, líder de Corizonas.
Javier Vielba, líder de Corizonas.fernando neira

Puede que no fuera el final de gira soñado, puesto que la cosa navideña retrajo la afluencia de público el sábado en la Sala But, pero Corizonas no son banda de achantarse fácilmente. Al contrario, en la despedida de Nueva dimensión vital, primer disco por fin en castellano, desataron la adrenalina desde el solo inaugural del mostoleño Roberto Lozano, uno de esos baterías que parecen disponer de más extremidades que las propias del ser humano. El septeto nació de la más pura promiscuidad rockera, como intersección entre Los Coronas y Arizona Baby, y sus partícipes ya no distinguen entre bandas nucleares y paralelas: son fuego, rabia, actitud, chulería, grasa, postureo, diversión. Con un jefe de filas, Javier Vielba, que le saca partido critica su pintoresquismo de barbudo chaveta con lacito de western, tres guitarras enrabietadas, una trompeta fronteriza y ese bajo matemático e implacable de Javi Vacas.

“Que bailen hasta las paredes”, propuso un Vielba cada vez más despepitado, seguro de su capacitación alborotadora. Corizonas funcionan desde la lógica de la simbiosis, y eso les permite abarcar un amplio espectro: de Malasaña al Medio Oeste; en castellano, inglés y hasta italiano (Piange con me), alternando devociones por Pink Floyd, Buffalo Springfield, Black Sabbath o ¡Gabinete Caligari! El propio Vielba y el guitarrista Fernando Pardo se complementan como portavoces deslenguados, pero la personalidad múltiple fluye en todas direcciones: desde la lisergia vaquera de Místicos en éxtasis al rock sesentero de Yo quiero ser yo, una pieza con la que cualquier batería sopesaría emprender carrera en solitario.

“El futuro está jodido. Por eso hay tanto revival”, resumieron los hombres con sombrero en otra digresión verborreica. Ellos formulan una apuesta clara: greñas, barbucias, botas camperas y nada que suene compuesto menos de 40 años atrás. Tienen algo de arquetípico, pero también de genuino. Y ese es un diagnóstico desde la epidermis, pero -no hay más que contemplarlos- con escaso margen de error.

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