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Cruce de palabras e imágenes

Oskar Alegría, autor del documental ‘La casa Emak bakia’, defiende la experimentación narrativa El escritor Antonio Lobo Antúnes cierra la edición de 2013

El escritor Harkaitz Cano y el realizador Oskar Alegría en Gutun Zuria.
El escritor Harkaitz Cano y el realizador Oskar Alegría en Gutun Zuria.FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

Las palabras, la materia prima de un festival literario, se han cruzado con la música y las imágenes en Gutun Zuria 2013. Como ocurre en La casa Emak bakia (en euskera, dejadme en paz), el documental del realizador Oskar Alegría (Pamplona, 1973) que narra la búsqueda del lugar, en la costa vasco-francesa, donde el surrealista Man Ray rodó en 1926 una película experimental. "Me gusta creer en la palabra”, explica Alegría. “Mi trabajo es muy textual. A veces pienso que la película de Man Ray se puede ver como un libro”.

La película de Alegría ha participado en Gutun Zuria, que ayer se clausuró en Bilbao con la presencia del escritor portugués Antonio Lobo Antúnes en una conversación con la directora del festival, Marisa Blanco, alrededor de las lecturas que le convirtieron en escritor. Lobo Antúnes pondrá punto final a un encuentro que, entre otros, ha contado con los escritores Margaret Atwood, Héctor Abad, Alberto Manguel, y John Banville.

Al estilo del cine mudo La casa Emak Bakia utiliza intertítulos, pequeños párrafos que apoyan las imágenes. Es un homenaje al viejo cine mudo, dice, y a la forma de trabajar de Man Ray, que escribía sobre pantallas negras frases inconexas.

Alegría defiende que los intertítulos de las cuatro películas que realizó Man Ray podrían servir para “armar una historia”. Su trabajo ha querido ser un puente entre las frases del surrealista y su narrativa. El realizador defiende que el surrealismo se ha visto oscurecida por el desconocimiento. “Las vanguardias, aunque suene contradictorio, son lo más clásico”, explica. “Lo más surrealista hoy es basarse en la realidad. Es un viejo cuento pero es cierto, cualquier guíon que puedas pergeñar, cualquier ficción que puedas imaginar, la realidad te la mejora. Yo creo en el surrealismo mágico”.

Man Ray tomó para la película el nombre de la casa donde la rodó. Es un poema totalmente visual en el que su autor pretendía hacer “cine sin interferencias”. Emak Bakia fue más allá del título de los experimentos fílmicos del creador surrealista y fue también un grito reivindicativo de artistas y escritores en búsqueda de libertad. Alegría siguió las pistas dejadas por la aventura de Man Ray para contar en un documental su búsqueda personal de la casa que albergó el rodaje.

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Alegría reconoce que en su trabajo hay un juego de equilibrios entre el periodista y el realizador de documentales. “La película es una crónica de viajes, una investigación, veo a un Tintín ahí detrás”, añade. “A veces el periodista y el creador se entienden y otras no, porque el trabajo no es el mismo”. El realizador cree que la vanguardia olvidó el relato y apuesta por recuperarlo. “En la arquitectura, en la gastronomía, en el cine, también falta el relato. En el cine hay mucho videoclip, malabarismo, que no cuenta nada; mucha comida que entra por los ojos y no sirve para nutrir”, explica. “Se puede experimentar con la narrativa, no solo probar con la forma sino con el contenido”.

Alegría contó con la colaboración del escritor Harkaitz Cano (Lasarte, 1975) para realizar la versión en euskera del documental. Cano se considera un “escritor líquido” capaz de moldearse a las situaciones cambiantes y responder con su oficio a la tarea de guionista de cómics o televisión, o letrista de canciones. Su trabajo se cruzó con el de Alegría en el proyecto sobre la casa de Man Ray, al que define como “una joya, poética y austera”, en la parte que tocaba las palabras. Cano vertió al euskera los subtítulos que acompañan toda la película, pero Alegría le pidió más que un simple volcado de los textos. “Su euskera es también líquido”, precisa. “Entendió a la perfección lo que debían transmitir las palabras. Conocía el proceso de la película y no hubo que explicarle nada”. “No fue tan difícil como traducir una canción de Bob Dylan al euskera cantado”, bromea Cano.

El director de La casa Emak bakia reconoce estar volcado en el género del documental. “Como en la literatura está de moda el documental que baila entre la realidad y la ficción, que realiza una mezcla”, señala. “Me parece más difícil que hacer películas de ficción. No puedes hacer que llueva con dinero; en el documental tienes que esperar a que llueva”

Alegría asegura que no tiene intención de realizar películas de ficción. “El documental tiene más magia, es más duro trabajar con la realidad. ¿Qué satisfacción hay en montar un escenario y pagar a unos actores? Si la naturaleza te lo regala, sabe a gloria”, destaca. Cano le apoya. “La realidad tiende a ser inverosímil y como contrapeso el documental gana peso y adeptos”

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