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TRIBUNA LIBRE
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Teoría de la relatividad política

En un mundo parcial e interesado, no parece extraño que ‘lobbies’ ultraderechistas pro Israel condenen las cartas abiertas de apoyo a Palestina y las usen como listas negras

Teoría Relatividad Política
Albert Einstein toca el violín alrededor de 1931PictureLux / The Hollywood Archive / Alamy / CORDON PRESS

Albert Einstein debió de angustiarse gravemente al enterarse de que en el gran vestíbulo de la Filarmónica de Berlín había concentrados un grupo de científicos dispuestos a “purificar la física alemana” de creyentes en la relatividad. Estamos en 1920, todavía le falta un año para ganar el premio Nobel y ya le llueven insultos de lo más peregrino: plagiario, agente de Moscú, científico dadaísta. Los más benevolentes perciben su don rabínico para elucidar proposiciones complejas, como cuando un periodista le pidió que le explicase la teoría de la relatividad: “La materia le dice al espacio cómo curvarse. Eso es todo”.

En su formidable ensayo Genio y ansiedad. Cómo los judíos cambiaron el mundo (2019), Norman Lebrecht se hace la —no menos judía— pregunta de “hasta qué punto es judío Einstein”, tras rescatar las notas del científico alemán donde expresa su creencia de que “el judaísmo trata exclusivamente de la actitud moral hacia la vida de todo ser humano, que es sagrada, el valor supremo al que están subordinados todos los valores y que forma parte del todo que hemos denominado Universo”. Le reclaman de Estados Unidos para recaudar fondos destinados a una universidad hebrea en Jerusalén. Allí es recibido como una celebridad, toca el violín en las mansiones de los millonarios y explica a los congresistas de Washington “por qué la sensación del paso del tiempo es más rápida si estás junto a una chica hermosa, pero si te sientas sobre una lumbre caliente, un minuto te parecen horas”. Se declara sionista, pero en un viaje a Palestina observa a los jasidim que se balancean rezando frente al Muro de las Lamentaciones: “Una triste imagen de hombres con un pasado, pero sin futuro”, escribe. Hitler se convierte en canciller cuando el filósofo y genio de la ciencia ya es adoptado por Estados Unidos, donde acepta una cátedra en Princeton.

La figura de Einstein es la metáfora de una biblioteca, porque disuelve cualquier supremacía. Es oportuno recordarla en un momento histórico de “relatividad política” protagonizado por la guerra en Gaza, tras setenta y cinco años de conflictos, matanzas y deportaciones, pero el tiempo que duró el pogromo de Hamás del 7 de octubre en el que murieron 1.400 israelíes parece una eternidad, si consideramos el marasmo que ha alcanzado a las organizaciones e instituciones culturales de Alemania y Estados Unidos, maximizando el cruel impacto que está teniendo la guerra en la Franja, con barrios pulverizados y bloqueo de suministros “hasta destruir y matar completamente a Hamás” (Netanyahu).

Los millonarios del mismo capital judío que reclutó a Einstein, tan determinante en las universidades de élite norteamericanas, amenazan ahora con retirar su apoyo financiero si sus rectores no adoptan una postura clara e inequívoca contra los “bárbaros asesinatos de civiles israelíes inocentes a manos de terroristas” e impiden las manifestaciones de grupos de estudiantes propalestinos que acusan a Israel de cometer genocidio. En la Universidad de Pensilvania, la rectora, Liz Margill, dimitió tras negarse a afirmar en el Congreso estadounidense que tal llamamiento al genocidio violaría el código de conducta de la universidad (que incluye la libre expresión de opiniones). La rectora de Harvard, Caudine Gay, aseguró en términos similares que “el discurso antisemita, cuando se convierte en una conducta que equivale a acoso, hostigamiento, intimidación, es una conducta punible y tomamos medidas”: “Así que la respuesta es sí, que pedir el genocidio de los judíos viola el código de conducta de Harvard, ¿correcto?”, insiste la republicana Elise Stefanik. “De nuevo, depende del contexto”, termina Gay.

Semanas antes, el director de Artforum, David Velasco, había sido despedido por la publicación de una carta abierta de la comunidad artística internacional de apoyo al pueblo palestino, donde 8.000 firmas exigían un alto el fuego y ayuda humanitaria a Gaza. El propietario de la revista es Penske Media Corporation que, al igual que otros donantes de instituciones prominentes y lobbies ultraderechistas proIsrael, condenan las cartas abiertas de apoyo a Palestina y usan el repertorio de firmantes como listas negras para denigrar nombres y carreras.

La privilegiada Documenta de Kassel tendrá que reiniciar el proceso de búsqueda de un director artístico tras la dimisión en bloque del comité de selección de la 16ª edición (2027)

En Alemania, la situación es aún peor, con centros culturales cerrados, bienales y exposiciones canceladas de artistas que no son suficientemente vehementes en su rechazo al terror de Hamás. La privilegiada Documenta de Kassel tendrá que reiniciar el proceso de búsqueda de un director artístico tras la dimisión en bloque del comité de selección de la 16ª edición (2027). Argumentan en su carta que “no ven las condiciones apropiadas para diversas perspectivas, percepciones y discursos en Alemania”, después de la renuncia forzosa de Ranjit Hoskoté, que abandonó el comité en medio de la presión de los medios alemanes y del gobierno por una declaración considerada “antisemita” que había firmado en 2019, que lo califica como “simpatizante del BDS”, en alusión al movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones a productos israelíes.

“No voy a permitir que me vuelvan a enojar”, juró Einstein tras el mitin contra él en la Filarmónica. “Si se demuestra que mi teoría de la relatividad es correcta, Alemania me considerará alemán y Francia ciudadano del mundo. Si resulta errónea, Francia dirá que soy alemán y Alemania me declarará judío”. La más brillante demostración de la relatividad (política).

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