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TRONO DE JUEGOS
Columna
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¿Por qué ‘Hogwarts Legacy’ es el mejor videojuego de Harry Potter?

La adaptación del mundo mágico más famoso de las últimas décadas se convierte en uno de los juegos del año

Un momento de 'Hogwarts Legacy'.
Un momento de 'Hogwarts Legacy'.
Jorge Morla

Lo primero es lo primero: no tiene sentido que exista un juego así. No tiene sentido que, 26 años después de la publicación del primer libro, 22 años después de la primera película y tras una quincena de adaptaciones a videojuego que eran olvidables en el mejor de los casos, Warner Bros haya apostado tan fuerte por un juego basado en el mundo de Harry Potter. Y, vistos los antecedentes, es inverosímil que la cosa haya salido tan bien.

Pero Hogwarts Legacy existe y es, en pocas palabras, la experiencia total en la que cualquier fan de Harry Potter querría perderse. Vayamos por partes. En lo narrativo, el juego es todo un acierto: ambientado unos cien años antes que la saga principal, la historia, enclavada en el marco de la Rebelión de los Duendes y que pivota alrededor de un tipo concreto de Magia Antigua, no desmerece a los originales. De los libros sabe coger la forma en que se mezclan la rutina colegial y la trama principal (que como siempre afecta a un lado más oscuro del mundo mágico) y, de las películas, el uso inteligente de las elipsis escolares y las estaciones del año. Los apartados sonoros (una orquestación digna de mención, un doblaje estupendo) y estéticos merecen los mayores elogios. Los combates son profundos, bien armados y vibrantes. Gráficamente no es lo mejor del mercado, pero conviene recordar que saldrá para todas las plataformas, no solo para las más potentes.

Todo se ve y respira pura esencia Harry Potter. La fidelidad al mundo mágico es total. Las clases, las casas dentro del colegio, las tramas que van uniendo a nuestro personaje (un alumno o alumna que entra en el colegio de hechicería directamente en quinto curso) con sus paulatinos amigos. El diseño del castillo merece un punto y aparte: todo se siente vivo, asombroso, en cada esquina (y hay cientos, el castillo es enorme) nos aguarda un misterio o un peligro. No hay quidditch, vale, pero no se puede tener todo en esta vida.

Al juego se le pueden achacar, quizá, dos fallos. Por una parte, la complejidad de una propuesta que abraza por completo su naturaleza RPG: la lista de ropajes, objetos, pociones, ingredientes y mejoras en nuestro personaje hacen de Hogwarts Legacy un juego con una profundidad notable, que puede echar para atrás a los jugadores menos experimentados. Por otra parte, su mundo abierto, hermoso y peligroso, pero en el que ciertas tareas secundarias se repiten de forma mecánica. Un mundo así ya no se sostiene tras los avances en el diseño de la exploración que supusieron The Legend of Zelda: Breath of the Wild (2017) y Elden Ring (2022), pero claro, este juego comenzó a hacerse hace ocho años, cuando esos dos meteoritos no habían caído sobre la Tierra. Eso sí, Hogwarts Legacy cuenta con un matiz en su mundo que inclina la balanza a su favor: el vuelo. Con escoba o con animal, la sensación de libertad aérea (una vez que la alcanzamos) es enorme y el vuelo se siente como una actividad libérrima y plena. Es una delicia volar por los enormes alrededores de Hogwarts, acercarse de noche desde el cielo a alguno de los pueblos que rodean el castillo o rozar el agua con nuestros pies a toda velocidad.

Un combate de 'Hogwarts Legacy'.
Un combate de 'Hogwarts Legacy'.

Poco más hay que añadir. Empapadísimo del mundo creado por J. K. Rowling, con un ramillete de personajes muy bien dibujados, con un mimo inacabable a las criaturas y lugares del mundo mágico, Hogwarts Legacy está repleto de todo tipo de detalles que no solo certifican que el juego está bien hecho, sino que se puede trasladar de forma satisfactoria un mundo tan complejo y concreto al medio interactivo.

El juego se sitúa en el foco mediático por otro motivo. Y es que, a pesar de ser uno de los juegos más esperados de los últimos años, se ha convertido, paradójicamente y a raíz de las acusaciones a J. K. Rowling de transfobia, en uno de los juegos que más abiertamente han sufrido un boicot de… siempre. Algunos medios anglosajones y las redes sociales se han llenado estas semanas de declaraciones en contra del juego, la franquicia y la autora, y muchos han explicitado que, si se compra el juego, en realidad se fomentan directamente los movimientos en contra de los trans. Sobre todo desde la esfera anglosajona, se ha llegado a atacar con virulencia a medios o streamers que daban cobertura al juego.

Ese aspecto dará mucho que hablar también en los próximos días y semanas, aunque no es necesario visitar la Sala de las Profecías para saber que el boicot será un fracaso. Al final, como bien resumía el famoso streamer Alexelcapo, “Nadie va a robarme la experiencia de jugar a este juego (…) independientemente de las polémicas o de lo tránsfoba que sea J. K. Rowling”. Y no se lo van a robar por un motivo muy concreto: “Se lo debo a mi yo de 11 años que se leyó el libro”. El juego venderá millones (si no decenas de millones) de copias porque esa frase del streamer cristaliza la actitud mayoritaria alrededor del mundo, nos guste o no. Y es que la infancia de toda una generación ha sido destilada en un juego estupendo que se convertirá en todo un fenómeno. Así es como se hacen las buenas adaptaciones. Finite incantatem.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Jorge Morla es redactor de EL PAÍS. Desde 2014 ha pasado por Babelia, Cierre o Internacional, y colabora en diferentes suplementos. Desde 2016 se ocupa también de la información sobre videojuegos, y ejerce de divulgador cultural en charlas y exposiciones. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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