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Pablo Katchadjian: ¿brujo o trato?

‘Una oportunidad’, la última ficción del escritor de vanguardia argentino, es una propuesta más convencional que juega con el tema de alguien que se sabe hechizado

Pablo Katchadjian
Retrato promocional del autor Pablo Katchadjian.

Cuando de un autor se escribe, como hizo en su día Leonardo Sabbatella, que “va en contra de los textos logrados, los funcionamientos canónicos, los usos estereotipados, la eficacia, la comunicación”, el encargado de valorar críticamente uno de sus libros se halla en una trampa sin salida. Porque, en realidad, el efecto producido en servidor ha sido, a lo largo de la lectura de Una oportunidad, muy cercano a eso: ha ido en contra de la eficacia, la comunicación, el placer o la tensión, mi paciencia y una sensación de asistir a la indolencia autocomplaciente en la escritura de su autor. O sea, el autor ha conseguido lo que pretendía (supongo) y es un logro de éste. Sin embargo, me quedo con la sensación de haber estado unos días dentro de un libro lleno de fotos del mismo regate de un jugador bueno sin ser, aquí al menos, excelente. César Aira (que en su día le regaló la frase, no sabe uno si con algo de ironía, que hacía bien en copiarse de Katchadjian) se mueve en este libro como el fantasma de las Navidades pasadas y de la novela que pudo ser y no fue. Pero igual no eres tú, soy yo.

El autor, Pablo Katchadjian (Buenos Aires, 1977), es autor de libros de poesía, narrativa y aquellos que ha venido a llamar de “género más dudoso”. En su poética, la invención de las formas es no solo un cuestionamiento, sino también la propia subversión literaria de la realidad. No solo es cambiar el discurso, dinamitarlo, sino jugar con la idea del interlocutor nada inocente tantas veces como del emisor si procede. Es un autor valiente, que está comprometido con agotar las posibilidades de lo narrativo. Baste echar una mirada a parte de su obra. Intervino con dos tótems de la tradición literaria argentina: El Martin Fierro ordenado alfabéticamente (2007) y El Aleph engordado (2009), que contó con la inestimable aportación de María Kodama para agrandar el lío, demandar a Katchadjian y, años después, perder el pleito. En la mayor parte de su producción ha hecho incursiones en la vanguardia de lo literario, con propuestas imaginativas, boutades o despertadores a las seis de la mañana para escritores perezosos como en Mucho trabajo (2011), que animó el mercado de venta de lupas dada la tipografía mínima utilizada, o La cadena del desánimo (2012), donde trenza declaraciones de ese mismo año de políticos argentinos. En Amado Señor (2020) sigue los meandros de lo conversacional, algo que hereda Una oportunidad, una suerte de libro que pretende ser embrujado.

Si repasamos la narrativa de ficción del bonaerense, Qué hacer, de 2010, se centraba en una propuesta de reiteración de motivos casi musical; La libertad total (2013), novela de diálogos sin narrador, o En cualquier lado (2017), donde el narrador pasa de un personaje a otro, Una oportunidad no deja de ser una propuesta algo más convencional, esta historia de alguien que se sabe embrujado y este embrujo le impide o le aboca a hacer o dejar de hacer cosas, como escribir el propio libro. Despistar al embrujo para librarse de él, es parte de la pirueta. A ratos entretenido, a ratos ladrillo y, a ratos, un divertimento que solo parece entretener a quien organiza y reparte el juego, el autor, quizás embrujado, o el lector a quien le ha contagiado éste su egregor o siete ángeles de un nuevo embrujo. En la vanguardia todo es posible.

Portada del libro 'Una oportunidad', de Pablo Katchadjian. EDITORIAL SEXTO PISO

Una oportunidad 

Pablo Katchadjian 
Sexto Piso, 2022
144 páginas. 17,58 euros

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