La otra vida de Graham Chapman, el Monty Python ‘queer’
El humorista, conocido por ser el rey Arturo y Brian de Nazareth en las películas del grupo cómico, fue una de las primeras celebridades en Reino Unido en hablar abiertamente sobre su homosexualidad
El humorista inglés Graham Chapman, el integrante alto y rubio de los Monty Python recordado por protagonizar Los caballeros de la mesa cuadrada y La vida de Brian, no era conocido por hablar en serio. Cuando el presentador estadounidense David Letterman le entrevistó en 1982 en su programa de televisión para promocionar El sentido de la vida contó que el grupo recibió una carta de una señora en Escocia condenándole a él al infierno, sin saber su nombre, por hablar sobre activismo homosexual en la televisión. “Eric Idle le respondió de vuelta diciéndole que no se preocupase, que ya le habían descubierto y se lo habían cargado”, bromeó Chapman. La respuesta disipó la seriedad y generó una serie de risas y aplausos del público. Letterman, que había estado visiblemente incómodo, llamó a un corte publicitario.
No obstante, sus derechos era algo que el comediante se tomaba en serio. Nacido en Leicester en 1941, Chapman fue una de las primeras celebridades en ser abiertas sobre su homosexualidad en Reino Unido y apoyó junto a su pareja, David Sherlock, la fundación de Gay News, el primer medio LGTB de su país, que incluyó en su primera edición una entrevista de ambos. “Desde pequeño, siempre oí a mis padres decir ‘¿Qué pensarán los vecinos?’ Me opuse a eso tan pronto como pude”, comentaba Chapman en 1984, en el programa Opinions de Channel 4. Una de las pocas veces que habló en televisión sin el artificio del humor y con Sherlock en el fondo.
El programa tentativamente era sobre presión social, pero el editorial del comediante bien podría ser sobre lo que hoy se denomina como el sistema heteropatriarcal. “Los padres, habiendo ya decidido su identidad de género y por temor del ‘que pensarán los vecinos’, inculcan en la criatura el hombre o la mujer que debe ser. Los niños no lloran y las niñas no juegan con motores”, argumenta Chapman. “¿Y por qué? ¿Para mantener el apellido? ¿O por el temor del qué dirán los vecinos si esa chiquilla simpática resultase ser una machorra o ese chaval tan rudo fuese un mariposón?”.
Chapman cuenta en sus disparatadas memorias A Liar’s Autobiography (Autobiografía de un mentiroso) que cuando tenía tres o cuatro años salió a pasear con su madre y vio los cadáveres de unos pilotos derribados por los alemanes atascados en los árboles. Su padre, quien era agente de la policía, guiaba a una cuadrilla que recopilaba los restos mutilados sin mayor alarma. La disonancia entre la actitud calmada y seria ante una situación absurda y grotesca sería algo que definiría tanto su sentido del humor como su deseo de romper convencionalismos.
El humorista estudió Medicina en Cambridge, donde conoció a John Cleese —su amigo y compañero en Monty Python— y definió su atracción hacia los hombres. “Cada vez que me montaba en un taxi, tren o autobús miraba a los transeúntes y me preguntaba con quienes me gustaría irme a la cama y la relación de chicos y chicas era de siete a tres” escribió Chapman en su posmoderna autobiografía. Su conclusión fue que simplemente era “un gran maricón, pero uno machote que fuma pipa”.
Todo somos un poco ratón
Monty Python Flying Circus se estrenó en la BBC en octubre de 1969. El programa, un hito global de la comedia, era definido por un humor surrealista que trastocaba las normas y convenciones de la sociedad británica de la época. Chapman solía interpretar agentes de policía con pocas luces y oficiales militares cuya exagerada rigurosidad era objeto de burla. El graduado de Cambridge escribió junto a Cleese algunas de las rutinas más memorables y absurdas del grupo como el del loro muerto, la tienda de quesos o la clínica de discusiones. No obstante, el hijo del policía de Leicester aprovechó hacer alusiones sobre la homosexualidad en clave de comedia solo dos años después de que las relaciones sexuales entre hombres hubieran sido despenalizadas en Reino Unido.
El ejemplo más obvio es una parodia de reportaje televisivo que aparece en el segundo capítulo, sobre hombres que organizan fiestas privadas en donde se visten de ratones y se pasan quesos. Una entrevista anónima, imágenes sensacionalistas y las opiniones prejuiciosas de la gente en la calle complementan un segmento no muy alejado de la realidad. Chapman, el autor del segmento, interpreta a una mezcla de psiquiatra y prestidigitador que afirma que el 8% de las personas son ratones y que “todos somos un poco ratones” antes de compararlo con la piromanía.
Los destellos queer de sus aportes al programa parecen más reflejo de su persona que una intención de dejar mensajes o cambiar opiniones. No obstante, esos pequeños guiños en los márgenes a veces decían decir mucho. Los créditos del último episodio de la tercera temporada de la serie, después de un sketch sobre un campeonato de intercambio de esposas, enumeran a los integrantes de Monty Python y sus hipotéticas esposas en toda clase de combinaciones de ligue. La única y monógama excepción son Graham Chapman y David Sherlock, la pareja de Chapman desde 1966, con quien crio un hijo adoptado y permaneció con él hasta la muerte del comediante por cáncer en 1989, a los 48 años.
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